La chufa arraiga en el asfalto madrile?o
Tres establecimientos madrile?os tratan el tub¨¦rculo y elaboran horchata artesanal Los comerciantes, valencianos y alicantinos, tratan de atraer a consumidores j¨®venes Optan por dar continuidad a negocios familiares por la supervivencia de la bebida
Celia Monr¨®s guarda cinco toneladas de chufas en el almac¨¦n de un s¨®tano. A sus 34 a?os, regenta una de las pocas horchater¨ªas artesanales que quedan abiertas en Madrid. Le gusta su trabajo y sabe que esta tradicional bebida necesita nuevos adeptos para sobrevivir. Como buena emprendedora, no le faltan ideas, y los amantes de la chufa estuvieron ayer de suerte. La Horchater¨ªa Alboraya ofreci¨® gratis unos 500 litros de este refrigerio valenciano con un acompa?ante de lujo: fartons artesanales. ¡°Hay muchos que rechazan la horchata por culpa de marcas comerciales. Cuando prueban la receta genuina, sin aditivos, se enganchan¡±.
Licenciada en Ingenier¨ªa Agr¨ªcola, Celia se decant¨® por continuar la tradici¨®n familiar. Sus padres, nacidos en la localidad valenciana de Alboraya, Denominaci¨®n de Origen de la chufa, inauguraron la horchater¨ªa en la calle Alcal¨¢ 125 en los ochenta, cuando la v¨ªa estaba ocupada por un bulevar plagado de casetas de esta bebida blanquecina. ¡°Al principio dud¨¦, mis padres quer¨ªan traspasarla, pero es un producto que necesita un impulso; no lo podemos perder¡±.
Agua, az¨²car y chufas. Son los tres ingredientes para su elaboraci¨®n, que requiere de tres m¨¢quinas encargadas del lavado, limpieza, y trituraci¨®n. En una sala menuda, junto a la barra, alberga la maquinaria, pero lo m¨¢s complicado es su conservaci¨®n. ¡°La bebida tiene una vida de 48 horas y si se rompe la cadena de fr¨ªo se corta, como sucede con la leche¡±. En Alboraya, su ciudad natal, sus padres mantienen unas 20 hect¨¢reas de cultivo de chufas, pero algunas campa?as de verano han tenido que comprar materia prima a terceros. ¡°Tenemos algunas helader¨ªas interesadas en comprarnos producto, pero hay d¨ªas que no damos abasto ni para nuestro propio negocio¡±. Tras m¨¢s de un d¨¦cada instalada en Madrid, siempre anduvo a caballo entre su ciudad natal -Alboya- y la capital, su ilusi¨®n por mantener el negocio pese a la crisis que azota al sector no fluct¨²a. Su hijo de dos a?os podr¨ªa ser el siguiente eslav¨®n. O eso dice ella.
A pocas manzanas, en el n¨²mero 8 de la calle Narv¨¢ez, Miguel Garc¨ªa est¨¢ al frente del ¨²nico quiosco madrile?o de venta de horchata artesanal. En un cub¨ªculo de apenas cuatro metros cuadrados, dispensa cada d¨ªa unos 80 litros, salvo en temporada invernal, que cierra por ¡°vacaciones¡±. Fueron sus abuelos quienes abrieron el chiringuito en 1944, cuando la calle estaba inundada de casetas como la suya. ¡°Mi hermano y yo renunciamos a un trabajo m¨¢s c¨®modo y estable por salvar la horchata casera¡±. Nacido en Crevillente (Alicante) quiere que su sobrina herede el negocio. ¡°Solo se salvar¨¢ pasando de generaci¨®n en generaci¨®n¡±, dice con un atisbo de esperanza.
La F¨¢brica de la Horchata, en la calle Villaamil 44, es la tercera que se mantiene en pie. Su propietario, Jos¨¦ ?ngel Ferrer, se muestra orgulloso al hablar de la haza?a. ¡°Estamos abiertos desde 1938 y continuar¨¦ al frente hasta el final de mis d¨ªas¡±. Como los otros dos, cree que la cultura de la horchata est¨¢ instaurada en Madrid, pero sabe que su supervivencia pasa por ser parte de la predilecci¨®n de los j¨®venes. ¡°Hay que aguantar como sea¡±.
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