La insoportable levedad de la pol¨ªtica
?Qu¨¦ puede hacer un Gobierno auton¨®mico ante una crisis econ¨®mica que traspasa fronteras?
Que un Gobierno monocolor, como el vasco, est¨¦ respaldado por s¨®lo un tercio de los esca?os de la C¨¢mara, tenga la desafecci¨®n expresa del resto de los grupos y cuente con un respaldo popular, seg¨²n sondeos, inferior al 20% roza el esperpento. Tal estado de precariedad, que viene arrastr¨¢ndose durante meses, amenaza con prorrogarse hasta el final de la legislatura. Lo sorprendente no es que los socialistas quieran continuar, apelando a un sentido de la responsabilidad dif¨ªcil de entender, sino que las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas consientan la situaci¨®n. ?Es que nadie tiene prisa por ver adelantadas las elecciones? Veamos.
Sortu puede esperar, consciente de que el tiempo juega a su favor y de que su ¡°momento¡± a¨²n no ha llegado. Entretanto, ciertos poderes del Estado y algunas fuerzas pol¨ªticas y sociales siguen prest¨¢ndole un apoyo medi¨¢tico y electoral impagables. En el otro lado del espectro, la hora del PP ha terminado. No se vislumbra que la cuarta fuerza de Euskadi recupere en los pr¨®ximos comicios su d¨¦bil y estancada posici¨®n; al contrario, podr¨ªan salpicarle los efectos de la torpe gesti¨®n econ¨®mica del Gobierno de Mariano Rajoy. As¨ª que a ¡°esperar y ver¡±, sin descartar la eventualidad remota de merecer de nuevo el papel de comparsa.
?Y el PNV? Todo apunta a que ser¨¢ la minor¨ªa m¨¢s votada y a que el pr¨®ximo lehendakari de Euskadi ser¨¢ I?igo Urkullu. No podr¨¢ gobernar en solitario, pero tendr¨¢ la posibilidad ¡ªla tremenda responsabilidad¡ª de elegir al invitado y proponer la f¨®rmula de colaboraci¨®n. ?Un frente soberanista? El nacionalismo moderado tiene razones para contemplar con reticencia esta opci¨®n, cargada de incertidumbres y temores. El curriculum de la izquierda abertzale, hipot¨¦tico socio minoritario de la coalici¨®n, carece de referencias como acompa?ante. ?Un acuerdo con el PP? El pacto oportunista de 1996 es irrepetible: entonces el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar necesitaba del apoyo de los nacionalistas y contaba con contrapartidas que ofrecer. Ninguno de los dos supuestos se da hoy. Adem¨¢s es una opci¨®n firmemente rechazada por la militancia jeltzale. ?Volver otra vez a la tradicional coalici¨®n PNV-PSE? No se puede olvidar que el lehendakari Patxi L¨®pez se present¨® como el adalid del cambio, es decir del desmantelamiento de la pol¨ªtica peneuvista de los ¨²ltimos a?os. En todo caso, y al margen de lo efectivamente desmantelado, los tres a?os de gobierno socialista han dejado en el camino un c¨²mulo de fricciones y desencuentros, cuya reconducci¨®n exige su tiempo.
Este es, pues, el escenario: el PSE-EE no quiere abandonar Ajuria-Enea y el que presumiblemente ser¨¢ su nuevo inquilino no ha deshojado a¨²n la margarita. Por su lado, los ciudadanos esperan acontecimientos con resignada pasividad, dando a entender que la fecha de los pr¨®ximos comicios auton¨®micos no es precisamente una prioridad en sus agendas. Como si fuesen v¨ªctimas de un escepticismo desesperanzado, muchos se hacen preguntas elementales. ?Qu¨¦ puede hacer un Gobierno auton¨®mico ante una crisis econ¨®mica que traspasa fronteras? ?C¨®mo puede contribuir al final de ETA, si el que tiene las cartas en la mano es el Ministerio del Interior? ?O en qu¨¦ puntos puede ampliarse el autogobierno, si la lista de competencias transferidas est¨¢ agotada? ?Acaso ha jugado el actual Gobierno vasco alg¨²n papel relevante en estos tres aspectos b¨¢sicos de la pol¨ªtica del pa¨ªs? ?No fue repetidamente ignorado, excluido o ninguneado?
Con el respaldo de los populares, el PSE-EE se present¨® como el Gobierno del cambio, capaz de poner freno a las veleidades soberanistas del PNV. A ello habr¨ªa de contribuir el final de ETA, seg¨²n un vaticinio profusamente difundido por cierta intelectualidad: el desinfle del globo nacionalista una vez calladas las pistolas. Los ¨²ltimos sondeos registran los resultados de un cambio frustrado: el nacionalismo permanece pujante, mientras que los partidos constitucionalistas cotizan a la baja. Quiz¨¢s, acusan esos mismos intelectuales, por culpa de un socialismo acomplejado que no ha sabido liberarse del lastre etnicista recibido.
?Qu¨¦ mensajes est¨¢n percibiendo los ciudadanos en este ¡°tiempo muerto¡± de la legislatura que les est¨¢ tocando vivir?
Los partidos no tienen prisa, da lo mismo que manden unos que otros, march¨® el PNV y el pa¨ªs no se hundi¨®, lleg¨® el PSOE y nada ha cambiado, ETA se va y lo que nos deja es un ¡°punto y seguido¡±, qu¨¦ es eso de la TH, no pasa nada porque queden veinte o treinta leyes en el caj¨®n, lo que funciona mejor no tocar, ninguno de ¨¦stos nos va a sacar de la crisis, cuando nos llamen a votar votaremos.
Estos y otros mensajes similares llevan la misma etiqueta: ¡°irrelevancia¡±. Kundera intent¨® explicar que en determinadas circunstancias la levedad resulta insoportable. Algunos pol¨ªticos parecen empe?ados en demostrar lo contrario. Al menos, habr¨¢n de admitir que el pa¨ªs tiene por delante una tarea de enorme peso, que es la pacificaci¨®n. Pero, a fin de cuentas, ?qu¨¦ es mejor, el peso o la levedad? Respuesta del escritor checo: la contradicci¨®n entre ambos es ¡°la m¨¢s misteriosa y equ¨ªvoca de todas las contradicciones¡±.
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