El canon del jazz latino
?Vaya combo el que Chucho Vald¨¦s reuni¨® para el ¨²nico concierto previo a la gira que emprender¨¢ en septiembre en Costa Rica! Fue muy pr¨®ximo a lo que su admirado Joe Zawinul le recomend¨® con cierta insistencia: Un grupo reducido donde su sabidur¨ªa pian¨ªstica luciera en todo su esplendor. Pero s¨®lo le hizo caso a medias, porque el quinteto del Palau era mucho ritmo y m¨¢s a¨²n por el empe?o del maestro en que se lucieran sus compa?eros, unos Afro-Cuban (por la orquesta de Gillespie) Messengers (por los chicos de Art Blakey) carentes de vientos.
Fue, parad¨®jicamente, en su particular homenaje al teclista austr¨ªaco, Zawinul's mambo, donde m¨¢s protagonismo dio al bater¨ªa, Juan Carlos Rojas, con un solo largu¨ªsimo. La interpretaci¨®n de este tema, registrado en su ¨²ltimo ¨¢lbum, Chucho's steps, fue tambi¨¦n una sencilla demostraci¨®n de poder¨ªo tanto en la concepci¨®n, que fue como pasar el c¨¦lebre Birland de Zawinul por un tamiz yoruba en un sals¨®dromo habanero, como en la ejecuci¨®n, jugando con esos endiablados dedos largos y septuagenarios, que hacen f¨¢cil lo dif¨ªcil y a veces intercambian los papeles de solista y acompa?ante sobre las teclas.
CHUCHO VALD?S Y SUS AFRO-CUBAN MESSENGERS
XVI Festival de Jazz. Palau de la M¨²sica, Valencia. 14 de julio de 2012
Y esa fue en buena medida la t¨®nica del concierto. Un encuentro con el virtuoso que casi disimula por no resultar ostentoso y que rinde varios homenajes por concierto a sus antecesores o co¨¦taneos como diciendo ¡°yo no he inventado nada¡±, lo cual no es cierto. Un recorrido, de la mano de un gu¨ªa ¨²nico por caminos sinuosos, emotivos y divertidos que van de Chopin o Debussy a Bud Powell, pasando por Lecuona, el son montuno, Duke Ellington, la rumba, el Harlem nocturno y la danza tribal. Ciertamente no falt¨® el Chucho rom¨¢ntico que prescind¨ªa de la percusi¨®n y tomaba como compa?ero el contrabajo en lugar del bajo el¨¦ctrico, pero fue notorio el acento africano de su propuesta, desde Yansa, un canto a la diosa Oya donde el pianista bebop cedi¨® los trastos al maestro de los tambores bat¨¢ y del canto en lengua lucum¨ª, fant¨¢stico Dreiser Durruthy, hasta la descarga final del concierto donde este intelectual de la percusi¨®n ofici¨® con precisi¨®n una danza ritual que dej¨® muy clara la linde africana por la que limita el canon del jazz latino que Chucho Vald¨¦s encarna.
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