Devolver la palabra a la ciudadan¨ªa
El Estado de las autonom¨ªas est¨¢ agotado. Si alguna duda quedaba se disip¨® en la reuni¨®n del Consejo de Pol¨ªtica Fiscal del pasado jueves
El Estado de las autonom¨ªas est¨¢ agotado. Ya nadie cree en ¨¦l. Si alguna duda quedaba se disip¨® en la reuni¨®n del Consejo de Pol¨ªtica Fiscal del pasado jueves. Europa acaba de conceder al Estado espa?ol una moratoria de un a?o en sus objetivos de d¨¦ficit, lo que aumenta en un punto el margen para 2012. Y el Gobierno se niega a compartir con las autonom¨ªas este peque?o respiro. Eso s¨ª es deslealtad institucional. El Gobierno libera parte de sus deberes carg¨¢ndolos a las autonom¨ªas. Y sobre todo consagra la idea de que los problemas econ¨®micos de Espa?a se deben a los despilfarros auton¨®micos. No es nada nuevo. Me contaba un alto funcionario de la Uni¨®n Europea que el Gobierno ha conseguido que en Bruselas est¨¦ completamente extendida la opini¨®n de que las autonom¨ªas son un agujero sin fondo. Desde las m¨¢s altas instancias europeas se insta al Gobierno espa?ol a que intervenga con car¨¢cter ejemplarizante alguna comunidad aut¨®noma. De lo que el Gobierno se queja de Europa (y de Alemania, en particular) ¡ªpropagaci¨®n de una mala imagen de Espa?a, ventajismo, escasa voluntad de ayudar, negativa a hacer las concesiones necesarias para sacarnos del pozo¡ª es exactamente de lo que est¨¢ haciendo con las comunidades aut¨®nomas. Dicho de otro modo, el Gobierno busca crear un clima para poner en vereda centralizadora el Estado auton¨®mico. Y la FAES suministra la gasolina necesaria todos los d¨ªas.
Y, sin embargo, una cosa es cierta: el Estado auton¨®mico est¨¢ amortizado, no ha resuelto el problema para el que fue creado ¡ªla inserci¨®n de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco en Espa?a¡ª y ha creado enormes bolsas de poder corporativo y clientelar. En la historia de los pa¨ªses hay formas sociales muy arraigadas que se dan por superadas, pero acaban reapareciendo adaptadas a la nueva situaci¨®n: el Estado de las autonom¨ªas ha dado cobijo a una versi¨®n posmoderna del viejo caciquismo.
La necesidad de superar esta forma de Estado est¨¢ en el ambiente. Sin embargo, no se vislumbra un marco de reforma que pueda ser compartido. La eterna cantinela federalista no ha pasado nunca de un eslogan, porque no lo quieren ni los nacionalistas espa?oles, ni los nacionalistas perif¨¦ricos. Y el mecanismo oficioso por el que ha funcionado el sistema: pactos bilaterales, no reconocidos formalmente como tales, entre Gobierno espa?ol y Gobierno catal¨¢n, que despu¨¦s produc¨ªan un efecto mim¨¦tico en el resto de comunidades, ya no da m¨¢s de s¨ª. De modo que estamos en una situaci¨®n de ruptura entre quienes ¡ªencabezados por el Gobierno del PP¡ª creen llegada la hora de la recentralizaci¨®n, atando en corto a las autonom¨ªas, y quienes creen ¡ªen Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco¡ª que no hay otra salida que el desmantelamiento del Estado por la apertura de los procesos de independencia.
Esta crisis del Estado auton¨®mico llega, adem¨¢s, en un momento de crisis de la democracia. Desde mayo de 2010 cada vez es m¨¢s dif¨ªcil hablar de democracia en Espa?a, sometida al discurso ideol¨®gico que afirma: ¡°no hay alternativa¡±, ¡°no hay m¨¢s remedio¡±, ¡°hacemos lo que hay que hacer¡± y que no hay libertad para hacer otra cosa. La ministra F¨¢tima B¨¢?ez ha apelado ya ¡°a la mayor¨ªa silenciosa de buenos espa?oles¡±. Los que callan (los buenos) y los que protestan (los malos). Eterno retorno del pensamiento reaccionario. En estas circunstancias, la ¨²nica forma de resistir al autoritarismo posdemocr¨¢tico que nos acecha es volver a los principios b¨¢sicos de la democracia. Y el principal de ellos, devolver la ¨²ltima palabra a los ciudadanos. Un Gobierno que reniega de sus promesas en siete meses debe someterse al control democr¨¢tico.
Y la crisis no puede servir de coartada para aplazar el debate sobre la arquitectura constitucional. La transformaci¨®n del Estado auton¨®mico tambi¨¦n ha de pasar por las urnas. La esgrima de sal¨®n ya no basta. El problema ya no es el pacto fiscal cuyo fracaso est¨¢ anunciado. Un pacto requiere la disposici¨®n de las partes. ?Alguien puede creer que el actual Gobierno del PP est¨¢ por la labor? Se puede entretener al personal unos a?os m¨¢s con este se?uelo, y CiU seguir ganando elecciones con ello, con la eficiente ayuda del PSC, capaz de cargar con el mochuelo de la falta de consenso en el Parlamento catal¨¢n, pero es un juego que empieza a cansar. Hay que hablar del d¨ªa siguiente. Y el d¨ªa siguiente, en democracia la palabra la tiene la ciudadan¨ªa. Salvo que demos por asumido lo que es general creencia en Madrid: que Catalu?a gesticula mucho pero nunca da ning¨²n paso.
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