Viaje a ninguna parte

Un inventor de trajes inteligentes que se lanza al vac¨ªo y su ca¨ªda es interceptada por un avi¨®n de papel, una profesora de danza, una madre con el carrito de la compra, una mujer que asiste a una entrevista de trabajo, un segurata, un stripper y un indignado coinciden en un espacio indeterminado con forma de rampa. Los espectadores sabemos que la cosa va a tener que ver con la ciencia y con la ficci¨®n porque todo parte del libro de Eduard Punset Viatge a l¡¯optimisme. El producto lleva el subt¨ªtulo de ?pera cu¨¢ntica. Al entrar se nos da una especie de tarjeta de embarque que nos invita a mandar SMS y tuits, y en el pr¨®logo, por llamarlo de alguna manera, los int¨¦rpretes hacen que nos levantemos y que nos volvamos a sentar para hablarnos de los multi-no-s¨¦-qu¨¦, que, por lo visto, tienen que ver con las realidades paralelas. ?Que Dios, o Superman o alguien nos asista! Porque si la primera media hora es desconcertante, la hora que sigue, bajo pretensi¨®n de producto transmedia, de espect¨¢culo multidisciplinar, de experiencia esc¨¦nica no lineal, innovadora y l¨²dica, es insoportable.

Tecnolog¨ªas de comunicaci¨®n 2.0, retransmisi¨®n en 3D, tecnolog¨ªa hologr¨¢fica, mapping 3D, la rampa que se abre y se cierra, cables y lucecitas est¨¢n al servicio de unos textos ¡ªcoordinados inconcebiblemente por Jos¨¦ Sanchis Sinisterra y escritos por el propio Sanchis; el director del montaje, Ferran Aud¨ª; Yaray Bazo, y Enrique Bazo¡ª que, si les digo la verdad, no s¨¦ muy bien de qu¨¦ tratan. Y no he le¨ªdo a Punset, pero cuesta creer que su libro, en el que se basan, sea tan incomprensible.