La diva sin pedestal
Erykah Badu se ha vuelto tan recurrente en los escenarios madrile?os como el estupor en los ¨¢nimos de la ciudadan¨ªa. Quiz¨¢s haya algo de s¨ªndrome Curro Romero en nuestra fascinaci¨®n por la tejana: no es la mejor cantante de soul, pero s¨ª la m¨¢s impredecible. Y ella ejerce de diva caprichosa con mucho esmero; el mismo que a veces le falta para enriquecer el repertorio con temas merecedores de tanta parafernalia.
En algo es m¨¢s sencillo acertar el pron¨®stico con Erica Wright: sus conciertos siempre empiezan tarde. Ayer se retras¨® media hora, pero no defraud¨® a la parroquia (1.100 personas en el Price) en el apartado de atuendo estrafalario: sombrero, gabardina con capa y alitas doradas en cada mu?eca. Parec¨ªa avecinarse otra noche de teatralidad hier¨¢tica, pero no fue as¨ª. A partir de la cuarta canci¨®n, la sacerdotisa se despoj¨® de casi todo y se dispuso a sudar una camiseta de tirantes con el lema ¡°Estoy loca perdida¡±.
Y as¨ª, la enigm¨¢tica dama descendi¨® del pedestal para arrimar su exuberancia a la plebe. Erykah merode¨® por las primeras filas, les prest¨® el micr¨®fono, se zambull¨® sobre el p¨²blico, apag¨® las luces para que aflorasen los mecheros, hasta dedic¨® un tema ¡°al orgullo de los mineros¡±. L¨¢stima que esa cercan¨ªa no se traslade a sus canciones, que avanzan a trompicones, lastradas por recurrentes frenazos en el ritmo. Ni a su voz, hermosa pero sepultada bajo toneladas de reverberaci¨®n. La concupiscencia (Um hmm) es solo ocasional, por mucho que algunos t¨ªtulos (The healer, Soldier) aspiren a convertirse en himnos contestatarios.
Ah: el contacto de las diosas con los humanos debe de ser restringido. A los 70 minutos, los m¨²sicos compusieron la frase ¡°I love you¡± con sus camisetas (una letra por m¨²sico)... y volaron. Solo qued¨® el dj para amenizarnos el desalojo del local con Bob Marley. Ese s¨ª que era carnal.
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