El momento de serenidad
Cuando la situaci¨®n de un pa¨ªs es de extrema gravedad, y as¨ª lo reconoci¨® la vicepresidenta del Gobierno, no es el recurso al dramatismo el que ayuda a superarla, sino la b¨²squeda de la serenidad. Se ha hablado de un momento churchilliano en la ¨²ltima intervenci¨®n de Rajoy en el Congreso, y sabemos que hay im¨¢genes hist¨®ricas que pueden ratificar una determinada actuaci¨®n y hasta aportarle un determinado halo de gloria. Pero los momentos churchillianos se quedan en mero gesto mim¨¦tico cuando los valoramos sin tener en cuenta sus consecuencias. Churchill supo convencer a un pa¨ªs para que asumiera la senda de sacrificios que le ofrec¨ªa; Mariano Rajoy no ha sabido hacerlo. Las palabras de Churchill, por parad¨®jico que parezca, aportaron un momento de serenidad en medio de la tragedia. No ha sido as¨ª con las de Rajoy, y no lo ha sido porque no pod¨ªa serlo. Rajoy, con el rumbo err¨¢tico de su gesti¨®n al frente del Gobierno, con los reparos ideol¨®gicos que minan la convicci¨®n con que adopta sus medidas, carec¨ªa de autoridad para convencer a los espa?oles de la necesidad de los sacrificios que les ped¨ªa. Sean o no estos necesarios, no dejan de parecernos arbitrarios e injustos, y su intervenci¨®n no ha podido generar ese momento de serenidad que yo creo imprescindible, y dudo de que ninguna otra intervenci¨®n suya lo haga.
Ese momento de serenidad, que aporte confianza dentro y fuera de nuestras fronteras, s¨®lo puede alcanzarse ya mediante la unidad, mediante un acuerdo entre las fuerzas pol¨ªticas y sociales que supedite el discurso ideol¨®gico, de unos y otros, a una actuaci¨®n de emergencia, acuerdo que ser¨ªa el ¨²nico momento churchilliano que podr¨ªa protagonizar nuestro presidente. Su voz ya no es la de su pa¨ªs, porque ¨¦ste no la ha asumido, y s¨®lo podr¨¢ serlo si afronta el liderazgo de la representaci¨®n pol¨ªtica y social de aqu¨¦l. S¨®lo desde ah¨ª podr¨¢ pedirnos sangre, sudor y l¨¢grimas, ya que la mayor¨ªa parlamentaria no le basta para ello. Esta ya no es suficiente para evitar el agravio, o la sensaci¨®n de agravio, cuyos efectos son similares, ni para impedir la proliferaci¨®n de lo que yo llamo met¨¢foras de la insensatez, que son el refugio para la redenci¨®n partidista, para este s¨¢lvese quien pueda, que est¨¢ ahondando el desastre. Hablo desde Euskadi, y tambi¨¦n desde un colectivo especialmente agraviado, y todo lo que oigo me parece una muestra de esa proliferaci¨®n de met¨¢foras de la insensatez que repruebo. Y supongo que en otras latitudes y en otros colectivos estar¨¢ ocurriendo lo mismo. No hay un modelo vasco, en el sentido de que s¨®lo nos sirva a nosotros, para salir de la crisis, y es en torno a ese modelo sobre el que discuten, hablando de hachas y bistur¨ªs y marcos, nuestros partidos, los de siempre y los reci¨¦n incorporados. El pa¨ªs se excita, y lo hace sin rumbo, con el riesgo de la excitaci¨®n como ¨²nico horizonte. Necesitamos serenidad, y es a nuestros representantes a quienes compete ofrec¨¦rnosla.
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