El tri¨¢ngulo de las Bermudas

En los ¨²ltimos tiempos el mundo del jazz parec¨ªa haber dejado de lado el cl¨¢sico tr¨ªo de ¨®rgano, guitarra y bater¨ªa. Demasiado abuso almibarado hab¨ªa casi enterrado una formaci¨®n que, en buenas manos, todav¨ªa posee un potencial inmenso. Si alguien, mirando hacia el pasado inmediato, lo dudaba con solo bajar las escalera del Jamboree en la noche del mi¨¦rcoles hubiera cambiado de inmediato de opini¨®n.

Jamboree era como un nuevo tri¨¢ngulo (equil¨¢tero) de las Bermudas: en cada uno de sus lados un ¨®rgano, una guitarra y una bater¨ªa y en el centro un grupo de dichosos mortales absorbidos hacia quien-sabe-qu¨¦ mundo lejano y fantasioso. La ¨²nica diferencia con el aut¨¦ntico es que de este se volv¨ªa no solo sano y salvo sino que mucho m¨¢s animado y de bastante mejor humor.

Tres m¨²sicos grandes como una centenaria secuoya, de esos que podr¨ªa parecer que ya lo tienen todo dicho, un¨ªan sus fuerzas con un solo objetivo: pas¨¢rselo bien tocando la m¨²sica que les gusta y, de rebote, hac¨¦rselo pasar igual de bien al p¨²blico. Sobre el escenario las caras de los int¨¦rpretes hablaban por si solas y entre el p¨²blico m¨¢s de lo mismo. Larry Coryell es un guitarrista que ha pasado por todos los estilos, dejando siempre una huella profunda y que en los ¨²ltimamente se ha convertido, lejos de cualquiera de esos estilos, en uno de los instrumentistas atemporales m¨¢s transparentes y sensibles del panorama. Jimmy Cobb sigue siendo un sutil bater¨ªa capaz, sin soluci¨®n de continuidad, de los m¨¢s bellos detalles y de los ritmos mas apabullantes. Finalmente Joey Defrancesco es uno de los mejores especialistas del ¨®rgano Hammond de la historia, cuando comienza la m¨²sica se transmuta formando una unidad con su instrumento, comuni¨®n total. Un disfrute ver su oronda personalidad contorne¨¢ndose sobre el teclado mientras canturreba las melod¨ªas, hasta se anim¨® a desempolvar su trompeta con sordina para un solo.

M¨²sica efervescente y altamente contagiosa, llena de gui?os y toques de virtuosismo pero terriblemente cercana. Una gozada a la que se a?adi¨®, adem¨¢s, la reconfortante posibilidad de ver y o¨ªr en directo un aut¨¦ntico ¨®rgano Hammond con su Leslie girando en vez de los suced¨¢neos digitales (magn¨ªficos pero suced¨¢neos a fin de cuentas) que utilizan cada vez m¨¢s hasta los buenos organistas.