Sobrevivir a los quinquis
Pertenezco a una generaci¨®n a la que en la adolescencia nos daban el palo los quinquis y ahora que somos adultos nos est¨¢n dando el palo los mercados. Y a los quinquis por lo menos los ve¨ªas venir y te chorizaban a cara descubierta. De los mercados no se puede decir lo mismo. Los mercados te navajean sin piedad y no sabes a qui¨¦n escupirle de rabia. Y encima tienes que poner cara de que les est¨¢s haciendo un favor. Toda una fiesta.
Las bandas de carteristas que la polic¨ªa est¨¢ intentando atrapar este a?o, como todos los a?os durante La Blanca, recuerdan mucho a esos mercados. Unos saltan de ciudad en ciudad en fiestas y los otros de pa¨ªs en pa¨ªs en crisis. Hoy Vitoria y ma?ana Bilbao. De primero Espa?a y de postre Italia. Y por lo general, aunque hay excepciones, la autoridad lo ¨²nico que consigue es acumular carteras vac¨ªas en la oficina de objetos perdidos y riquezas indecentes en los para¨ªsos fiscales.
Por eso a m¨ª los carteristas de las fiestas, tan sigilosos y exitosos sis¨¢ndote los billetes sin que te des cuenta, no me apasionan nada. Demasiado profesionales. Me quedo sin dudarlo con los quinquis de antes. Los tipos se te acercaban como a pedir un cigarro y, para cuando tomabas conciencia del entuerto, ya hab¨ªas cruzado el punto de no retorno y te hab¨ªan soltado el Cl¨¢sico de Todos Los Cl¨¢sicos: ¡°T¨² ver¨¢s, pero por cada duro que te encuentre te voy a meter dos hostias¡±. Esa frase y la muerte de Chanquete han influido en m¨ª mucho m¨¢s que todas las reformas educativas de los Gobiernos de turno juntas.
El caso es que t¨² hac¨ªas tus cuentas, multiplicabas los duros por las hostias y, ya con toda la informaci¨®n en la mano, tomabas una decisi¨®n. Que otra cosa no, pero informaci¨®n estos quinquis te daban mucha m¨¢s que los estafadores de las preferentes. Y pod¨ªas correr o responderles con un mandoble, aunque yo siempre fui de los que soltaba la pasta y mascullaba su mala suerte. Ahora ya no vienen los quinquis a buscarme las cosquillas, pero, eso s¨ª, como un d¨ªa llamen a la puerta de casa los mercados, que se preparen. Esta vez van a tener que multiplicar ellos.
Los mercados te navajean sin piedad y no sabes a qui¨¦n escupirle de rabia
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