Un oc¨¦ano de vulgaridad
El Juli y Perera ofrecieron un recital de vulgaridad ante los anovillados y nobles toros de Garcigrande; solo brill¨® el valor y la entrega de Jim¨¦nez Fortes en su primer toro.
Si es verdad que los periodistas somos un oc¨¦ano de conocimientos con diez cent¨ªmetros de profundidad, bien se podr¨ªa afirmar que los toreros son un oc¨¦ano de vulgaridad con diez cent¨ªmetros de toreo. Vaya tarde la de ayer en esta calurosa Almer¨ªa; vaya concierto de toreo anodino, sin orden ni concierto; sin gracia y sin hondura; vaya oc¨¦ano de aburrimiento. Menos mal que a las ocho, m¨¢s o menos, el presidente da de mano, se levanta y se marcha del palco, se?al inequ¨ªvoca de que los dem¨¢s pueden buscar debajo de sus piernas, y sacar a la luz las neveras y los paquetes que encierran medias noches, saladitos, picadillos de tomate y huevo duro, croquetas, montaditos de toda clase y condici¨®n, botellas de cava, manzanilla, cerveza fresquita, refrescos con gas y sin ¨¦l, y pastelitos variados. ?Qu¨¦ placer, por Dios, debe ser olvidarse durante veinte minutos del tostonazo de la terna de ayer y dejarse caer en las manos del gozo gastron¨®mico¡! Debe ser se dice, y con raz¨®n, pues mientras la plaza come y bebe, los plumillas adelantan sus cr¨®nicas, pues el cierre del peri¨®dico est¨¢ a la vuelta de la esquina.
Claro que las penas con pan son menos, y, despu¨¦s de tan deliciosa merienda, los toros y los toreros se ven de otra manera; de mejor y m¨¢s benevolente manera, sin duda alguna.
Pero las buenas viandas no deben impedir que se vea en toda su amplitud el toreo actual. Y la primera conclusi¨®n con el est¨®mago vac¨ªo desde las tres de la tarde es la siguiente: o se ponen de acuerdo y cambian el toro y el sentido del toreo, o la presente historia se acaba con preocupante premura. De hecho, lo que no quieren ver los taurinos lo tienen delante de sus ojos los taquilleros todas las tardes; ayer mismo, con dos figurones de relumbr¨®n en el cartel, poco m¨¢s de media plaza. Preocupante, ?no es as¨ª? Pues hay m¨¢s: salen por la puerta de chiqueros toretes sin cara ni fuerzas, muy nobles, eso s¨ª, pero de condici¨®n perruna; y tan bonancibles, que no asustan a nadie. Y, despu¨¦s, los se?ores vestidos de luces ofrecen todo un recital de toreo sin apreturas, muy ventajista todo, con muy escasa profundidad, y la tarde transcurre entre el silencio de la concurrencia. Ese s¨ª que es un problema que requiere una urgente soluci¨®n.
Una tarde de sofocante calor y de toreo vulgar
Nadie puede dudar a estas alturas de la capacidad de El Juli ni de sus dotes para estar en la cima del toreo. Lo que s¨ª se puede poner en cuesti¨®n es su disposici¨®n para liderar el cambio que el toreo exige. Visto lo de ayer y lo de otras tardes, parece que no. Le sobran condiciones, y su pulcritud es directamente proporcional a su frialdad art¨ªstica. Da muchos pases, pero dice muy poco. La faena a su primero fue eterna, cansina e interminable. Y una figura como ¨¦l no debe someter al p¨²blico a tan gran oc¨¦ano de vulgaridad. De noble condici¨®n era el cuarto, al que capote¨® con donosura por ver¨®nicas y chicuelinas, pero el animal se lastim¨® una mano al comienzo de la faena de muleta y ah¨ª se acab¨®.
M¨¢s o menos lo mismo se puede decir de Perera. Comenz¨® el tercio final dando pases por alto a su chiquit¨ªn primero, y uno y otro, y otro¡Y no se cansaba. Tanto les dio que el animalito qued¨® agotado y para el arrastre. Lo cans¨® tanto que, minutos despu¨¦s, el toro se raj¨® y le dijo ¡°Adi¨®s muy buenas, que me tienes harto¡±. Y eso fue todo. Parece incre¨ªble, pero as¨ª fue. El quinto fue devuelto por manifiesta cojera y sali¨® un sobrero de la misma pobre estampa de toda la corrida. M¨¢s entonado se mostr¨® Perera ante un toro repetidor que le permiti¨® dar largos pases, todos en l¨ªnea recta, de esos que no emocionan ni despu¨¦s de la merienda. Anim¨® m¨¢s la m¨²sica que el toreo de Perera, vulgar donde los haya. Muchos pases fueron los suyos y nada qued¨® para el recuerdo. Ni el arrim¨®n final consigui¨® arreglar el desaguisado.
Jim¨¦nez Fortes, como es muy joven todav¨ªa, tir¨® de valor para meterse al p¨²blico en el bolsillo y a fe que lo consigui¨®. Su primero era un inv¨¢lido, y en vista de que la gente ni se inmutaba mientras lo pasaba por ambas manos, clav¨® las rodillas en la arena, mulete¨® de tal guisa con la derecha y dio dos circulares invertidos que calentaron los tendidos. Mat¨® de una buena estocada, volc¨¢ndose sobre el morrillo y pase¨® una oreja.
Poco ten¨ªa que ofrecer el muy soso sexto, y el torero malague?o, que aprende de sus mayores, lo tore¨® hacia fuera sin mando ni temple. No estuvo bien el chaval. Algunos protestaron porque esperaban algo m¨¢s, pero Fortes apost¨® por las bernardinas y el encimismo. Alguien debe decirle que el toreo es otra cosa.
En fin, que ser¨¢ verdad que los periodistas no sabemos de nada; tan verdad como los toreros de hoy son insufribles.
ANTONIO LORCA, Almer¨ªa
El Juli observa como el toro se desploma sobre la muleta. / carlos barba (efe)
GARCIGRANDE/EL JULI, PERERA, FORTES
Dos toros -primero y segundo- de Domingo Hern¨¢ndez, y cuatro de Garcigrande, de escasa presentaci¨®n, blandos y muy nobles. El 5?, devuelto, y sustituido por otro del primer hierro, noble.
El Juli: dos pinchazos, estocada y un descabello (ovaci¨®n); media trasera y un descabello (ovaci¨®n).
Miguel ?ngel Perera: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); pinchazo y casi entera y dos descabellos (ovaci¨®n).
Jim¨¦nez Fortes: estocada (oreja); dos pinchazos y estocada (palmas).
Plaza de Almer¨ªa. 22 de agosto. Segunda corrida de feria. M¨¢s de media entrada.
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