Los hombres y la pandereta
El grupo exclusivo de cantareiros Magh¨²a sacar¨¢ su primer disco en oto?o

Los cuatro hombres llevan de ganchete sus panderetas como para sacarlas a bailar. Se arremolinan junto a los micr¨®fonos, si hay, hasta formar un coro y entre copla y copla sueltan un aturuxo. Un grito que aprendieron a liberar desde el est¨®mago en alguna aldea a la que solo se va a prop¨®sito. Igual que en los tiempos de antes, la m¨²sica se fue desentendiendo de la estampa que asociaba la hendidura de la pandereta a las manos de mujer. Aunque, despu¨¦s de las faenas, tan gruesa era la piel de ellas para enfrentarse al cuero como la de ellos. ¡°Hist¨®ricamente hubo buenos cantareiros¡±, opina Davide Leira, del grupo Magh¨²a. Las tabernas fueron otrora el palco m¨¢s preciado de los hombres. El machismo las convert¨ªa en suelo vedado a las muchachas, en el que las voces de los pandereteiros se volv¨ªan m¨¢s graves y constantes, y las letras de las piezas los hac¨ªan hijos ¨²nicos.
Se juntaron en 2006 porque hab¨ªa grupos de mujeres que tocaban la pandereta, quiz¨¢s grupos mixtos, pero los cantareiros no se escuchaban desde hac¨ªa ya a?os. Entonces eran 12 y, de una forma u otra, estaban ligados a la m¨²sica tradicional, en la que son los hombres los que se disputan dar lecciones en las asociaciones m¨¢s afamadas: Xacarandaina, Cantigas e Agarimos, A Ponte Vella... Adem¨¢s, se conoc¨ªan ¡°de viejo¡±. Aquellos temas que temperaban ante sus alumnos acabaron embelesando los escenarios y a eso le pusieron nombre animal. Magh¨²a significa banco de pez azul. En el Morrazo todav¨ªa utilizan la expresi¨®n y as¨ª fue que acabaron escurri¨¦ndose como una sardina por entre las tablas de Portugal a Suiza, en el centro de la Irmandade Galega, en 2010. All¨ª donde quedaba el espejismo del retorno estaba Magh¨²a que, con el ronco masculino de sus voces y la virulencia de sus panderetas, lograban hacer de ahora canciones que no son de este tiempo. Rafa M¨¦ndez, que tambi¨¦n domina la artesan¨ªa sonora de las ferre?as (pero con la mano izquierda) relata su sorpresa ante la ambici¨®n de los ni?os, nietos e hijos de emigrados, por conocer la correcta posici¨®n del pu?o, el toque para tal m¨²sica o c¨®mo echar una parrafada.
Las grabaciones que atesoran en sus casas no son de sus discos. Corric¨¢n, su primer ¨¢lbum, autoeditado y con m¨²sica de media d¨¦cada, no ver¨¢ la luz hasta el oto?o. Por eso, lo que etiquetan en sus cassettes y va rondando de un proscenio a otro son los abundantes recuerdos caseros que un d¨ªa convirtieron en protagonistas a Eugenio de Freaza, O Bailar¨ªn, o a Angelito de Lordelo. Los dos mayores de Mondariz cog¨ªan su instrumento y lo hac¨ªan volar en sus manos, como si nada. Y aunque no hab¨ªa romer¨ªa que los echase en falta, su verdadero escenario era Gargamala. Los de Magh¨²a calcaron sus gestos y estribillos a base de recogidas, esas excursiones a la Galicia profunda en busca de los consejos que se ofrecen sin abrir la boca.
¡°Cada vez es m¨¢s complicado recoger¡±, explica Davide Leira. El repertorio va menguando porque desaparecen sus centinelas, tambi¨¦n porque la recua de cazadores de memoria tuvo su apogeo en los ochenta y lugares como Moscoso y Sabax¨¢ns, en la provincia de Pontevedra, acabaron en versiones con ritmos ex¨®ticos y amplificadores. No obstante, todav¨ªa quedan zonas v¨ªrgenes igual que Os Ancares y O Courel. Entre fallas la especialidad es el pandero, cuyo di¨¢metro supera al tambor de la pandereta. As¨ª, en Cand¨ªn (en los Ancares leoneses) los viejos secretos entumecidos, casi intactos, se desperezaban ante las preguntas de los m¨²sicos de Magh¨²a. Quer¨ªan saber desde el color de sus vestidos a sus melod¨ªas m¨¢s ind¨®mitas.
Otros cantareiros como Pandeiromus, Quique Pe¨®n y Xurxo Fern¨¢ndes en Radio Cos, o Xabier D¨ªaz acabaron con la austeridad de voz y pandereta para intimar con otros g¨¦neros. Magh¨²a, sin embargo, se obstin¨® en consagrar el folclore. Nelson Quinteiro y Eduardo Rial se alistaron los ¨²ltimos. Mientras que otros dos veteranos, Tito Iglesias y Marti?o Ansede, junto a M¨¦ndez y Leira decidieron reinventarse en grabaciones con el cantor Sapoconcho o en el disco Rep¨²blica Billarda. Tambi¨¦n en las foliadas, donde la gente se echa al baile sin miramientos.
Para deshacerse del rigor femenino consuetudinario les bast¨® formarse en asociaciones o incluso ser autodidactas. El resto lo aprehendieron tras horas de asfalto. De rebobinar v¨ªdeos, primero, para sucumbir a las nuevas tecnolog¨ªas, m¨¢s tarde. Todo fue ir contracorriente. ¡°Cuando quise aprender a tocar la pandereta¡±, cuenta Davide Leira, ¡°me dijeron que era cosa de mujeres¡±. Por eso aguz¨® el o¨ªdo, desechando las advertencias de su grupo de baile, y apareci¨® Magh¨²a. Una suerte de discriminaci¨®n positiva que tuvo su origen en A Coru?a y encontr¨® su h¨¢bitat en los locales peque?os.
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