Velando al mar
La fuerza de la ¡®Velada en Benicarl¨®¡¯ todav¨ªa planea sobre el paraje en el que Aza?a se inspir¨®
?Por qu¨¦ Benicarl¨®?
Tal vez por recoger un cargamento de vino Carl¨®n, como suced¨ªa en los siglos XVIII y XIX con el tinto m¨¢s internacional que en Castell¨®n ha habido y que ahora se trata de revitalizar.
O quiz¨¢ por reconocer el lugar que inspir¨® a Manuel Aza?a, presidente de la Rep¨²blica, un testamento pol¨ªtico del que se cumplen 75 a?os.
Pistas
Para llegar. Es de lo m¨¢s f¨¢cil, por eso se hizo uno de los primeros albergues p¨²blicos de carretera. Se llega bien por la N-340 o bien la autopista AP7, salida 43. Est¨¢ bien comunicado por tren, con una estaci¨®n que sirve tambi¨¦n para Pe?¨ªscola. Benicarl¨® dependi¨® de Pe?¨ªscola hasta 1359, cuando le concedi¨® la segregaci¨®n el maestre de Montesa Pere de Thous.
Para ba?arse. Entre Pe?¨ªscola y Vinar¨°s se suceden playas de textura diversa. En Benicarl¨®, la de la Caracola, de arena y al lado de Pe?¨ªscola, y la del Gurug¨², al norte, de grava, tienen la ventaja de que est¨¢n menos concurridas. Siguiendo hacia el norte, en Vinar¨°s est¨¢n las calas m¨¢s curiosas, como Les salines o Els pinets, en una zona rocosa dotada con plataformas de madera que forman parte del Paseo de Ribera que dise?¨® el arquitecto Vicent Guallart, al igual que la remodelaci¨®n del Paseo Mar¨ªtimo hacia el norte. Buen recurso para tomar c¨®modamente el sol.
Para conocer. Se puede concertar visita previa para ver los poblados ib¨¦ricos en 964460448 o correu.mucbe@ajuntamentdebenicarlo.org. El Museo Arqueol¨®gico (calle Mayor, s/n, antigua prisi¨®n) recoge adem¨¢s una interesante colecci¨®n ib¨¦rica. El Museo de la Ciudad (calle la Pau, 2), ubicado en el antiguo convento de Sant Francesc, es otro foco de irradiaci¨®n cultural.
Para informarse. Amplias referencias tur¨ªsticas en www.ajuntamentdebenicarlo.org o en la oficina de Turismo, Pl. de la Constituci¨®, tlf. 964 473 180. Para saber de la hortaliza reina, www.alcachofabenicarlo.com/.
Dif¨ªcilmente podr¨¢ hallarse un texto que haya elevado m¨¢s alto el nombre de Benicarl¨®, escrito en 1937 y traducido dos a?os despu¨¦s al franc¨¦s. Las razones que llevaron a Aza?a a situar en el actual parador su obra han quedado claras tras ver la luz las cartas que intercambi¨® con su traductor franc¨¦s, Jean Camp, donde aseguraba que no era una elecci¨®n arbitraria, pues era mucha la gente que por entonces paraba all¨ª, en aquel albergue al borde del mar. ?l mismo lo hab¨ªa hecho, m¨¢s de una vez, de camino a Valencia o Barcelona, y hab¨ªa mantenido ¡°conversaciones importantes¡± a la orilla del mar, aunque no fueran como las del libro. De hecho, en noviembre del 36 se reuni¨® all¨ª con Mart¨ªnez Prieto, Largo Caballero y Companys, a la saz¨®n presidentes del Congreso y de los gobiernos espa?ol y catal¨¢n, respectivamente.
Para Aza?a, no era inveros¨ªmil que los 11 personajes que de principio a fin dialogan sobre la Guerra Civil, sobre Espa?a y los espa?oles se hubieran encontrado en aquel albergue de carretera abierto en 1935 por el Patronato Nacional de Turismo. ¡°Es un poco como en La Diligencia, de John Ford¡±, asimila el periodista Miguel ?ngel Villena, autor de la m¨¢s reciente biograf¨ªa sobre Aza?a, para quien La velada de Benicarl¨® deber¨ªa de ser una lectura recomendada en los institutos. Algunas de sus frases resultan inquietantemente actuales. Rep¨¢rese en esta: ¡°?Qu¨¦ regresi¨®n monstruosa padece nuestro pa¨ªs? ?O no hay tal regresi¨®n y nos hab¨ªamos enga?ado acerca de su progreso?¡±. Hay un itinerario intelectual de Aza?a que alcanza su cima en Benicarl¨®, concluye con los Cuadernos de la Pobleta y arranca en Valencia, con los discursos que a la catedr¨¢tica de la Universidad de Valencia Teresa Carnero le gusta ense?ar a sus alumnos, con especial ¨¦nfasis en la ¡°defensa de la igualdad¡± que hac¨ªa el pol¨ªtico republicano.
Mucho ha cambiado en quince lustros el parador en que Aza?a concibi¨® su velada, entonces en la carretera, hoy en la avenida del Papa Luna. Pero hace apenas siete a?os La velada volvi¨® a representarse en el parador, en versi¨®n de Josi Ganzenmuller. Y siguen llegando visitantes que preguntan por la estancia del ¨²ltimo presidente republicano. Si insisten, en recepci¨®n amablemente les ense?an la foto enmarcada de aquel peque?o albergue que ya ten¨ªa una gran piscina, situado en un punto caliente y estrat¨¦gico de la guerra, junto al delta del Ebro, por donde no cesaron de pasar pol¨ªticos, intelectuales y militares. ¡°Probablemente estuvo all¨ª¡±, se?alan, indicando d¨®nde debi¨® tomar notas preliminares, puesto que el texto lo escribi¨® ya en Barcelona.
Ahora, en un d¨ªa de finales de agosto, en el parador lo normal es encontrarse familias con ni?os o personas mayores compartiendo espacio en la piscina o en el cuidado y extenso jard¨ªn que la rodea. Un pabell¨®n lateral, hecho arrocer¨ªa, recuerda la rica gastronom¨ªa de la zona. A pocos metros del parador, el puerto, con una lonja por la que llegan algunos de los m¨¢s exquisitos manjares de la cocina aut¨®ctona. ¡°Estos a?os hemos tenido la festa del peix i el polp, igual que en Vinar¨°s se hace en agosto la del langostino¡±, comenta un asiduo del parador.
Al lado tambi¨¦n, playas de arena, roca o grava a elegir, paralelas a los caminos que unen Benicarl¨® con Pe?¨ªscola y Vinar¨°s. De este ¨²ltimo t¨¦rmino municipal le separa el Barranc de Aiguaoliva, junto al que, hacia el norte, emerge el Puig de la Nau, en cuya ladera se instalaron los primeros habitantes del territorio al final de la Edad de Bronce. Los iberos ya eligieron esta campi?a de clima amable junto al mar, donde ahora se cultiva la m¨¢s renombrada alcachofa del territorio. Entonces, ?por qu¨¦ no Benicarl¨®?
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