¡°Cualquier alianza de gobierno va a exigir presencia nacionalista¡±
¡°El regreso de la izquierda ¡®abertzale¡¯ a la C¨¢mara es un gran paso en la normalizaci¨®n¡±, afirma el docente y exdiputado de HB
Muchos a?os antes de protagonizar, pu?o en alto, quiz¨¢s las m¨¢s sonoras dimisiones de la historia de las Cortes Generales, Francisco Letamendia, nacido en una acomodada y conservadora familia donostiarra, ya hab¨ªa hecho sus ¡°pinitos¡± en Madrid con ocasi¨®n de su primer viaje a casa de los abuelos maternos. A su abuelo Rom¨¢n ¡ªpadre de Pilar Belzunce, m¨¢s tarde esposa de Eduardo Chillida¡ª, quien viv¨ªa en la calle de Hermosilla, en el barrio de Salamanca, le entr¨® el p¨¢nico el d¨ªa en que Paco, con apenas seis a?os, desapareci¨® de su casa para perderse por el barrio. ¡°Lo pas¨¦ fenomenal, pero mis abuelos estaban horrorizados. Recuerdo la bronca que recib¨ª por escaparme solo y perderme por esas calles¡±, rememora hoy, con sonrisa p¨ªcara, esos primeros pasos por Madrid.
Las visitas a sus abuelos se repiten durante algunos a?os, hasta que el joven Letamendia se inscribe en 1963 en un curso de Derecho. ¡°Fue un a?o de lo m¨¢s curioso, porque a m¨ª el Derecho no me gustaba, pero no quer¨ªa separarme de ello¡±. Hasta entonces, hab¨ªa sido un estudiante de buenas notas, pero aquello fue un desastre y suspendi¨® la mayor¨ªa de las asignaturas.
En Madrid empez¨® a hacer de todo, a meterse en todos los sitios donde pod¨ªa acudir un joven de 18 a?os¡ menos en Derecho. Ven¨ªa de pasar un a?o en Navarra estudiando la misma carrera, y como aquello le parec¨ªa un horror decide ¡°pirarse¡±. Entonces, se hosped¨® en casa de su t¨ªo Javier Belzunce, futuro director de Deportes del Gobierno de Adolfo Su¨¢rez. ¡°En esa ¨¦poca conoc¨ª un Madrid que luego he vuelto a ver en pel¨ªculas, por ejemplo en El pisito¡±, narra.
Perfil
Francisco Letamendia, Ortzi (San Sebasti¨¢n, 1944), es licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona, doctor en Historia Social por la Universidad de Par¨ªs-VIII, y profesor titular de Ciencias Pol¨ªticas en la UPV. En las elecciones de 1977 fue elegido diputado de Euskadiko Ezkerra por Guipuzkoa y ocup¨® su esca?o hasta el a?o siguiente. Reelegido parlamentario en 1979, esta vez por HB, no lleg¨® a tomar posesi¨®n de su acta de diputado. Sus campos de investigaci¨®n son la historia y los nacionalismos comparados, la violencia pol¨ªtica y los movimientos sociales, entre otros. Es autor de numerosas obras, como El proceso de Euskadi en Burgos (1971), Derechos humanos y revoluci¨®n francesa (1991), Cocinas en el mundo: la pol¨ªtica en la mesa (2000), Historia del nacionalismo vasco y de ETA (1994). Recientemente ha publicado una novela negra: La mujer en la cueva.
Era ese Madrid de pensiones ¡°con familias como venidas a menos¡±, a?orantes de sus viejas glorias. ¡°Un Madrid en donde todav¨ªa la clase marcaba a los ciudadanos, que vest¨ªan y hablaban de una manera u otra muy distinta. Un Madrid que todav¨ªa era castizo, porque el Rastro funcionaba, las corralas, que despu¨¦s he visto en el cine. Y eso me enganchaba¡±, apunta con cierta de nostalgia.
La dictadura no la vive con esos 18 a?os, y solo se conciencia cuando se traslada poco despu¨¦s a Barcelona. Para entonces era el hijo de un gerente y, de hecho, estuvo trabajando en la delegaci¨®n madrile?a de Letaman, una f¨¢brica donostiarra de caucho. ¡°Iba all¨ª como hijo de un gerente, sacaba unas perritas y me dedicaba m¨¢s a zascandilear. Fue un a?o absolutamente desastroso en cuanto a estudios¡±, incide. ¡°Iba al Museo del Prado, que me encantaba, y me quedaba fascinado, lo recuerdo como si fuese hoy, con El Bosco. Iba all¨¢ a mirar esos contrastes, esos suplicios, esos infiernos. El Bosco me impresionaba¡±, a?ade.
Cuatro a?os m¨¢s tarde, y una vez terminada la carrera de Derecho en Barcelona, donde se encontr¨® con un desbordante movimiento estudiantil ¡ª¡°aquello me hizo de izquierdas¡±¡ª, Letamendia se suma a un bufete bilba¨ªno de abogados, abierto en la calle de M¨¢ximo Aguirre, junto a Pedro Ibarra, Juan Luis Ibarra, o Garc¨ªa Lacunza, entre otros, que defienden a militantes antifranquistas.
Corren los finales sesenta y antes de participar en el hist¨®rico juicio de Burgos, reci¨¦n cumplidos 26 a?os, se desplaza varias veces a Madrid al Tribunal de Orden P¨²blico para ejercer de abogado defensor. A aquellos juicios se suman algunos consejos de guerra en Burgos o en Santander. ¡°Yo era un cr¨ªo, porque la primera vez que me voy a Francia, a ra¨ªz del juicio de Burgos, solo tengo 28 a?os. Eso me impresion¨® de tal modo que ped¨ª entrar en ETA. Y es cuando Jos¨¦ Antonio Etxebarrieta, que era un zorro, en vez de relacionarme con ETA V, me manda a los minos [escisi¨®n de la segunda parte de la sexta asamblea de ETA de 1973]. Jos¨¦ era una buena persona y lo hizo porque yo era todav¨ªa un pipiolo bastante inconsciente¡±, narra.
Conoc¨ª un Madrid que luego he vuelto a ver en pel¨ªculas¡±
Fue tambi¨¦n cuando conoci¨® a personas como Gregorio Peces Barba, con quien la relaci¨®n que mantuvo m¨¢s tarde en Madrid ser¨ªa correcta, por supuesto, pero ¡°un tanto fr¨ªa¡±. Mantuvo m¨¢s relaci¨®n con Josep Sol¨¦ i Barber¨¤, tambi¨¦n abogado en el juicio de Burgos, y posteriormente diputado del PSUC. ¡°Yo no era un gran abogado, y esa carrera no me iba demasiado. Era mejor polit¨®logo, pero hab¨ªa que combatir y ah¨ª me toc¨®¡±, puntualiza.
Con ya m¨¢s de 30 a?os, Letamendia vuelve a Madrid y esta vez al Congreso. Se hospeda en casa de otro primo, Gonzalo Letamendia, due?o de una tienda de art¨ªculos de inform¨¢tica en Sol. ¡°No compart¨ªa mis puntos de vista, pero era una persona formidable. Su mujer me dijo un d¨ªa: ¡®No te podemos tener m¨¢s aqu¨ª¡¯, porque, de hecho, estaban ya teniendo llamadas de amenaza¡±, recuerda todav¨ªa con cari?o hacia su familia.
Su llegada al Parlamento se hab¨ªa producido meses antes, en junio de 1977, como representante de Euskadiko Ezkerra (EE). Llega totalmente ¡°despistado¡±, pero para mucha gente es el diputado de ETA. Existe enorme curiosidad por verle. ¡°Muchos pensaban que iba a llegar all¨ª como un basajaun¡±. Sin embargo, le abordan muchas personas, como algunos diputados de AP que le hablan de una forma ¡°simpatiqu¨ªsima¡±. Manuel Fraga ¡°por supuesto que no, pero s¨ª L¨®pez Rodo, o Antonio Carro, que lo hacen en plan paternal. Pujol tambi¨¦n¡±, destaca.
Gente mayor que se dirige a ¨¦l como quien habla a un hijo descarriado. ¡°A m¨ª se me cogi¨® man¨ªa despu¨¦s, pero al principio en el Congreso hasta se hac¨ªan bromas como las de Tip y Coll: ¡®Hoy hay sol, pero Letamendia dice que no¡±. Y cosas por el estilo.
Muchos se le acercan, excepto quienes tienen ya un peso simb¨®lico. Con bastantes de ellos se lleva bien y les llega a apreciar despu¨¦s, como a Santiago Carrillo, quien no quer¨ªa que le vieran con ¨¦l, pero ya sab¨ªa en qu¨¦ tesitura se encontraba el PCE.
Iba al Prado, que me encantaba, y me quedaba fascinado con El Bosco¡±
Salvo con Gerardo Bujanda y Rom¨¢n Sodupe, con el PNV no mantiene buena relaci¨®n. ¡°Ah¨ª el que mandaba era Arzalluz y en el Congreso no quer¨ªa ni verme¡±. Con la ¡°derecha espa?ola¡± su trato es mejor y los representantes de UCD, con algunos de los cuales coincide en viajes en tren, se encuentran encantados de hablar con ¨¦l. ¡°Chus Viana era una persona encantadora, por ejemplo, un t¨ªo con el que se pod¨ªa ir a tomar potes, adem¨¢s de ser un pol¨ªtico nato y muy trabajador¡±, subraya.
En cuanto al PSOE, de vez en cuando se le acercaba Felipe Gonz¨¢lez dici¨¦ndole: ¡°Tranquilo Letamendia, tranquilo¡±. Tambi¨¦n se lo comentaba en un plan paternal. Una persona que le abordaba con mucho cari?o y con la que sigui¨® manteniendo una buena relaci¨®n, hasta que ETA le asesin¨® en 2000, fue Ernest Lluch. ¡°Cuando le mataron me llev¨¦ un gran disgusto y lo denunci¨¦. Lluch conoc¨ªa muy bien esto y muchas veces me comentaba: ¡®Sabes que lo que est¨¢s diciendo no lo entiende la mayor¨ªa de la gente¡±.
De la misma forma fueron muy buenas sus relaciones con ERC, y, por supuesto, con Heribert Barrera. ¡°All¨¢ yo no ten¨ªa un perfil agresivo y, de hecho, nunca he sido una persona agresiva¡±, enfatiza. Cuando, por ejemplo, se debat¨ªan mociones de denuncia de ETA, en el hemiciclo hab¨ªa, como en los teatros, una parte oscura en la que se refugiaba. Aunque no se ocultaba, era un sitio sin mucha luz y m¨¢s tranquilo, donde pudo escuchar conversaciones variopintas entre grupos pol¨ªticos en las que se escenificaba ¡°el cristo¡± que iban a tener inmediatamente despu¨¦s. ¡°No voy a decir qui¨¦nes eran, pero me acuerdo muy bien¡±.
Muchos pensaban que iba a llegar al Congreso como un ¡®basajaun¡±
Considerado un raro y presentado por la prensa como una persona estramb¨®tica, se le tilda, en cambio, de buen comensal. En un restaurante alem¨¢n sito entonces enfrente de las Cortes, a veces parlamentarios del PSOE se acercaban a preguntarle d¨®nde se com¨ªa bien en Madrid. ¡°Hombre, os puedo hablar de Donostia o Bilbao, pero convertirme en referencia culinaria en Madrid es un poco exagerado¡±, les contestaba.
Hace memoria igualmente con afecto de Enrique Tierno Galv¨¢n, ¡°una persona formidable¡±. La ¨²nica de sus enmiendas que lleg¨® a prosperar en el Congreso, en defensa del ejercicio de la sexualidad de los presos, tuvo el apoyo el Viejo Profesor. ¡°En la prensa de derechas dio lugar a muchas cuchufletas y bromas de mal gusto. Tierno, entonces en el PSP, le dio la forma, me ayud¨® a redactarla y se aprob¨®¡±, reconoce.
En octubre de 1977 se plantea la ley de Amnist¨ªa. Ortzi se abstiene, porque ¡°no supone un reconocimiento de la lucha que hab¨ªa llevado el Pa¨ªs Vasco¡±. Luego llegar¨¢n las enmiendas a la Constituci¨®n, trabajo de un grupo del que forma parte con Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s y que se preparan a conciencia. Vota en contra del texto constitucional, pero con una postura ¡°responsable¡±, ya que presentan muchas enmiendas para intentar modificarlo. ¡°Era distinto a pasar del tema, postura que manten¨ªan algunos del PNV o dentro de HB¡±, indica. Y detalla que muchos dirigentes del PNV, como Juan Ajuriaguerra o Julio J¨¢uregui, estaban entonces a favor de votar la Constituci¨®n, que abrir¨¢ el camino al Estatuto vasco. ¡°Eso hay que recordarlo¡±.
En el PNV mandaba Arzalluz y en el Congreso no quer¨ªa ni verme¡±
Trabaja mucho en casa de su primo y sale muy poco, convirti¨¦ndose en uno de los diputados que m¨¢s enmiendas presenta en la Comisi¨®n Constitucional.
Surge en la conversaci¨®n la an¨¦cdota de una charla con el hermano de Rodolfo Mart¨ªn Villa, quien se le acerca con ocasi¨®n de los graves incidentes de los sanfermines de 1978:
¡ª ¡°Oye estamos acojonados. ?T¨² qu¨¦ crees que tendr¨ªamos que hacer?¡±
¡ª ¡°Vosotros sabr¨¦is¡±, le dice.
La conclusi¨®n que saca es que la cuesti¨®n se les hab¨ªa escapado de las manos. ¡°En ese momento, ¨¦l me dijo: ¡®Si quieres, te damos protecci¨®n policial¡¯. ¡®Mejor no¡¯, contest¨¦. Ellos sab¨ªan que ya estaba recibiendo amenazas de muerte, algunas en casa. De todas maneras, era bastante inconsciente. En esa ¨¦poca andaba mucho solo y volv¨ªa al Prado en mis ratos libres¡±, abunda.
Cuatro meses antes de que finalizara la legislatura, el 8 de noviembre de 1978, llega ¡°la bronca final¡±. Ya se encontraba en una posici¨®n ¡°falsa¡± y rechazaba la v¨ªa de EE de apoyar el Estatuto. Letamendia explica aquel momento: ¡°Era una decisi¨®n, perfectamente discutible, que tom¨¦ y que mucha gente discuti¨® con pleno derecho. Pensaba, y no me equivoqu¨¦, que eso iba a conducir a medio plazo a la desaparici¨®n pr¨¢ctica de EE. Yo optaba por reagrupar a las fuerza abertzales de izquierda. De hecho, ya estaba yendo a m¨ªtines de HB, pero era una posici¨®n insostenible en el Grupo Mixto¡±.
Felipe Gonz¨¢lez se me acercaba y me dec¨ªa: ¡®Tranquilo Letamendia¡±
Y prosigue: ¡°Como mis interpelaciones y mis protestas segu¨ªan funcionando, la UCD decidi¨® enviar a dos diputados al Grupo Mixto para que hubiera un qu¨®rum suficiente y se me impidiera hablar. En aquel momento ya no ten¨ªa nada que hacer, pero una vez m¨¢s Fraga, que me hab¨ªa tildado de ¡®jabal¨ª del terrorismo¡¯, me sac¨® las casta?as del fuego. No sab¨ªa qu¨¦ hacer y de hecho fui con una arm¨®nica dispuesto a tocar en el pleno el himno de San Ferm¨ªn. Entonces, Fraga se meti¨® conmigo y eso me permiti¨®, por el derecho de r¨¦plica, intervenir. Se vio que no estaba improvisado, porque present¨¦ una hoja escrita, y es cuando grit¨¦ ¡®Gora Euskadi askatuta, Gora Euskadi socialista¡¯. Baj¨¦ de la tribuna y entregu¨¦ mi dimisi¨®n¡±.
Reelegido diputado en 1979, esta vez por HB, no pisa el Congreso, porque la formaci¨®n abertzale decide no acudir a las Cortes. En 1982 se retira de la pol¨ªtica, se marcha ¡°al exilio¡± a Par¨ªs para evitar varios procesos judiciales abiertos, y all¨ª, donde lo pasa ¡°bastante mal¡±, se produce su distanciamiento de HB, que termina por abandonar. Desde su regreso, en 1985, se dedica a la docencia como profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la UPV.
Cuando ETA mat¨® a Lluch me llev¨¦ un gran disgusto y lo denunci¨¦¡±
¡ª Han pasado 27 a?os, y tras numerosas muertes, atentados y sufrimientos, con el anuncio del cese de la violencia por parte de ETA algo parece estar cambiando en Euskadi. Despu¨¦s del 21-O, la izquierda abertzale volver¨¢ al Parlamento vasco. ?Qu¨¦ supondr¨¢ este regreso?
¡ª ¡°Es un gran paso adelante en la v¨ªa de la normalizaci¨®n democr¨¢tica de este pa¨ªs. Va a tener consecuencias internas indudables: no hay que olvidar que un Parlamento no es solo una instituci¨®n representativa, sino un lugar donde conviven personas durante largos per¨ªodos de tiempo, lo que, por distintas que sean las posturas mantenidas, obliga a un trato cotidiano y hasta a una cooperaci¨®n de contrarios en multitud de temas por los que no pasan los conflictos primordiales¡±, responde.
Y a?ade: ¡°Esto es importante: la estrategia rec¨ªproca de la transformaci¨®n del adversario en enemigo tiene siempre como presupuesto la ausencia del adversario y la falta absoluta de contactos. Es muy dif¨ªcil ver a Lucifer en una persona con la que te codeas todos los d¨ªas¡±.
¡ª Nadie obtendr¨¢ en las urnas mayor¨ªa absoluta. ?Qu¨¦ tipo de alianzas se pueden dar?
¡ª ¡°Teniendo en cuenta que, como indican todos los sondeos, va a ser impensable un Gobierno monopartidista de mayor¨ªa absoluta, emerge para todas las fuerzas, y tambi¨¦n para EH Bildu, la l¨®gica de la pol¨ªtica de alianzas en sus dos dimensiones: la num¨¦rica y la ideol¨®gica. Desde el punto de vista num¨¦rico, siempre seg¨²n los sondeos, hay dos evidencias: primera, la ¨²nica alianza descartable para la formaci¨®n de Gobierno ser¨ªa la de la repetici¨®n de la f¨®rmula PP-PSE. Segunda, dado que el PNV y la izquierda abertzale vienen en cabeza, toda alianza de gobierno va a exigir la presencia en ella de una formaci¨®n nacionalista vasca¡±, considera.
En su opini¨®n, ¡°el PNV ha manifestado a trav¨¦s de su candidato Urkullu que no descarta ninguna f¨®rmula. Lo mismo ha dicho la candidata de EH Bildu, Laura Mintegi. Teniendo en cuenta lo surrealista de una coalici¨®n izquierda abertzale-PP ¡ªno olvidemos, sin embargo, en un futurible a¨²n lejano el referente de la coalici¨®n norirlandesa unionistas de Paisley-republicanos del Sinn F¨¦in¡ª, Bildu podr¨ªa optar por una alianza nacionalista con el PNV o por otra de izquierdas con el PSE. Pero este partido, sin duda por presiones de Madrid, ha descartado tal f¨®rmula por el momento¡±.
Y concluye: ¡°La decisi¨®n queda pues en manos del partido bisagra PNV: o con el PP, con los riesgos enormes que ello acarrear¨ªa para su electorado; o con el PSE, lo cual ser¨ªa visto por este como m¨¢s de lo mismo; o con la izquierda abertzale, opci¨®n preferida por sus electores, pero no por los poderes f¨¢cticos/econ¨®micos vascos. Hay que a?adir a estas f¨®rmulas la de un Gobierno en minor¨ªa del partido m¨¢s votado apoyado desde fuera, posibilidad abierta para el PNV, pero no, por las razones expuestas, para EH Bildu, salvo que el PNV decidiera apoyarla¡±.
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