El ¨¦xito que no cesa
De nuevo, como ya ocurri¨® con 'El holand¨¦s', el Liceo puesto en pie desga?it¨¢ndose
Lohengrin, segunda entrega del Festival de Bayreuth en Barcelona. De nuevo, como ya ocurri¨® con El holand¨¦s, un ¨¦xito clamoroso: el teatro puesto en pie desga?it¨¢ndose y los artistas abandonando la escena cuando el agasajo pod¨ªa haberse alargardo todav¨ªa algunos minutos m¨¢s. La clave del ¨¦xito por supuesto estuvo en el estratosf¨¦rico coro: es la ¨®pera de Wagner que mayores exigencias le plantea y hay que ver con qu¨¦ aparente facilidad las supera el conjunto que dirige Eberhard Friedrich.
Lohengrin
De Richard Wagner. Int¨¦rpretes: Wilhelm Schwinghammer, Klaus Florian Vogt, Annette Dasch, Thomas J. Mayer, Susan Maclean, Ralf Lukas. Orquesta y coro del Festival de Bayreuth. Direcci¨®n musical: Sebastian Weigle. Barcelona, Liceo, 2 de septiembre.
El coro es un personaje m¨¢s en esta ¨®pera, no un simple refuerzo de los solistas, de modo que debe marcar personalidad propia. Lo que asombra de estas voces es la cantidad de matices que son capaces de introducir entre el canto expectante, apenas susurrado, y el canto a plena voz, celebratorio o horrorizado seg¨²n las ocasiones. Y ello sin descuadrarse nunca, con la misma unanimidad con que se levantan o se sientan. La especialidad es obviamente un grado.
No menos di¨¢fana result¨® la orquesta, aunque en alg¨²n momento, como el concertante final del primer acto, el volumen se le escap¨® de las manos a Sebastian Weigle y se produjo una cierta cobertura de los solistas, obligados a forzar por encima de lo deseable. Seguramente eso es consecuencia de la peculiar estructura del teatro de Bayreuth, donde los m¨²sicos se colocan en un plano inclinado por debajo del escenario, precisamente para tocar sin constricciones, seg¨²n deseaba Wagner, es decir sin miedo a tapar, como puede ocurrir en los teatros a la italiana, con el foso adelantado con respecto a los solistas, o en las versiones de concierto, en los que ambos ocupan el mismo plano.
Pero son detalles menores: la seguridad y el aplomo del metal en el tercer acto o del registro grave de la cuerda en el segundo te descubren una obra nueva respecto a otras versiones escuchadas anteriormente, en las que has estado pendiente, y solo ahora caes en la cuenta, del momento en que la fanfarria desafinar¨¢ sin remedio, dando al traste con la solemnidad que el momento dram¨¢tico requiere, o del pasaje en el que el registro grave vacilar¨¢ y se perder¨¢ la oscuridad t¨ªmbrica exigida. Fiabilidad absoluta, esa es la divisa de esta orquesta que se monta y desmonta cada a?o (aunque con la mayor¨ªa de int¨¦rpretes que repiten).
En cuanto al reparto de solistas, se verific¨® lo que ya se apunt¨® en una cr¨®nica anterior: Bayreuth, hoy, est¨¢ a expensas del mercado globalizado de voces, por m¨¢s que imponga su draconiano plan de ensayos. Y es as¨ª como este reparto es correcto, pero no especialmente brillante, con una sola excepci¨®n: la del rutilante Lohengrin de Klaus Florian Vogt, que ya encandil¨® al Liceo hace unos meses con un Parsifal de primera l¨ªnea. Posee este tenor un vibrato natural, una transparencia de sonido y una homogeneidad en la l¨ªnea que le convirtieron, tambi¨¦n vocalmente, en lo que es el personaje en la obra: un extraterrestre, un esp¨ªritu puro muy por encima de los miserables terr¨ªcolas con los que viene a toparse. Su racconto son¨® desde otra galaxia. Derroch¨® emoci¨®n.
Del resto, destacar¨ªamos a los malos, un Telramund (Thomas Mayer) correcto y una Ortrud (Susan Maclean) poderosa, aunque con cierta tendencia al grito. Cumplidora sin mayor relieve la Elsa de Annette Dasch y por debajo del aplomo demandado por la parte el Rey Heinrich de Wilhelm Schwinghammer.
Una curiosidad, para acabar. Durante la ovaci¨®n final, desde el cuarto piso se despleg¨® una bandera independentista. ?Tambi¨¦n el Liceo est¨¢ a favor de la secesi¨®n o es cosa de la proximidad del 11 de setiembre? No les extra?e que haya un poco de cada.
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