Problem¨¢tica Yerbabuena
Una p¨¦sima novillada de Yerbabuena, propiedad de Ortega Cano, muy mansa, ¨¢spera, sin clase y muy mala condici¨®n, impidi¨® el triunfo de los tres novilleros, que, a pesar del inminente peligro, salieron indemnes de la Maestranza
El ganadero Jos¨¦ Ortega Cano tiene un serio problema. Uno m¨¢s. En la noche del jueves, asisti¨® en la Maestranza a la lidia de seis novillos de su propiedad -origen Pedrajas- y sufri¨® en sus carnes el amargo sabor de la derrota. No ser¨¢ empresa f¨¢cil encontrar en el campo un grupo de animales con tan mala clase, aspereza, mansedumbre, ausencia de casta y perversa condici¨®n. El primero de ellos acudi¨® al capote del novillero y en el primer envite le dej¨® la tela para la basura, destrozada en mil pedazos, por los muchos derrotes que lanz¨®. El quinto enganch¨® a su matador por el chaleco en el embroque final, lo zarande¨® con sa?a, lo levant¨® del suelo, lo lanz¨® por los aires, y lo dej¨® desmadejado en el suelo. Afortunadamente, lo que parec¨ªa una grave cogida qued¨® en un cuerpo dolorido y solo soportable por la fuerza de la juventud, y un cuadro de distensi¨®n en la rodilla derecha de pron¨®stico leve. Por si fuera poco, el sexto no fue devuelto a los corrales de aut¨¦ntico milagro. Huidizo desde su salida, dio vueltas y m¨¢s vueltas al ruedo despu¨¦s de que el de luces lo pinchara un par de veces. Al final, cuando el reloj buscaba con precisi¨®n y alevos¨ªa la hora del tercer aviso, un bajonazo lo mand¨® al otro barrio. Y entre medias, una muy fea pelea en varas de todo el grupo, una riada de mansedumbre, miradas cargadas de mala uva, corto recorrido en las embestidas desganadas y siempre con la cara a media altura, andares cansinos, y podredumbre en las entra?as. Un problema serio tiene Jos¨¦ Ortega Cano. Uno m¨¢s, porque, despu¨¦s del sonoro fracaso de jueves, su hierro de origen Pedrajas ha quedado marcado con el signo del destierro.
YERBABUENA/ADRI?N, ANGULO, CASTRILL?N
Novillos de Yerbabuena, correctos de presentaci¨®n, muy mansos, deslucidos, sin clase, descastados y de mala condici¨®n.
Fernando Adri¨¢n: pinchazo, casi entera baja _aviso_ y dos descabellos (silencio); pinchazo, dos descabellos _aviso_ cinco descabellos y el novillo se echa (silencio).
Tom¨¢s Angulo: estocada (vuelta); media (vuelta).
Luis Miguel Castrill¨®n: estocada (ovaci¨®n); dos pinchazos, un descabello _aviso_ dos pinchazos _2? aviso_ bajonazo y tres descabellos (silencio).
Plaza de la Maestranza. 6 de septiembre. Novillada fuera de abono. Menos de media entrada.
?Qu¨¦ pueden hacer con este infame material tres novilleros modernos, con distintos niveles de valor, las ilusiones por las nubes, corta experiencia y toda la presi¨®n imaginable por hacer el pase¨ªllo en el santuario de la tauromaquia? Pues justificarse lo mejor posible, esquivar los arreones y derrotes y salir indemnes, sobre todo indemnes, de tan dif¨ªcil compromiso.
Gracias debe dar al cielo el extreme?o Tom¨¢s Angulo, pues solo un golpe de suerte evit¨® la cornada en la espeluznante voltereta que recibi¨® al volcarse sobre el morrillo de quinto y cobrar una media estocada de efectos fulminantes. El novillo lo alcanz¨® y lo zarande¨® con rabia en unos segundos interminables. El chaval se levant¨® del suelo con la tez blanca, todo el cuerpo renqueante y la mirada perdida; pero a¨²n tuvo fuerzas para darse una vuelta al ruedo por su cuenta y quitarse de encima los miedos que a¨²n lo atenazaban. Se mostr¨® precavido con su lote -no era para menos-, y consigui¨® en el segundo de la tarde un par de airosas tandas de naturales y una buena y meritoria estocada que le permiti¨® dar otra vuelta.
Aseado, -es decir, limpio y fr¨ªo- se mostr¨® Fernando Adri¨¢n ante su lote, dos ¨¢speros marrajos con los que porfi¨® in¨²tilmente y no pudo demostrar si lleva o no algo torero en sus adentros.
Por ¨²ltimo, se presentaba en Sevilla Luis Miguel Castrill¨®n, un colombiano al que apodera Jos¨¦ Antonio Campuzano, que dio a entender que tiene maneras, y que a punto estuvo de manchar su imberbe hoja de servicios con los tres avisos. Para su gracia, no fue as¨ª, y pudo marchar al hotel con el mal sabor del silencio y la satisfacci¨®n del deber cumplido.
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