La escuela en la copa del ¨¢rbol
Un cuentacuentos crea un aula para familias sobre un carballo y un casta?o
Despu¨¦s de aquel verano de 2006 en que el fuego se contagi¨® de monte en monte hasta arrasar media Galicia, una bellota cay¨® en la bota abandonada de un peregrino y naci¨® un nuevo roble. Desde entonces, el carballo con botas recorre a saltos los colegios de toda la comunidad, adem¨¢s de los del Bierzo, Asturias y el norte de Portugal, divulgando a trav¨¦s de sus cuentos la conciencia ambiental entre ni?os que a lo peor sienten que van de safari cuando pasan en coche por delante de una vaca o que no han visto m¨¢s bosques que los que recrea su videoconsola. Ahora, el arbolito (en realidad ya son varios los que han germinado en diferentes zapatos) recibe tambi¨¦n en su domicilio. Empez¨® el curso y con ¨¦l, el padre de la planta, el cuentacuentos Anxo Moure, ha abierto a todos los centros educativos y a todas las familias la casa que construy¨® el invierno pasado entre las copas de un carballo y un casta?o en su finca de Garabelos, un lugar de nombre de cuento que en realidad existe en Chantada.
Es la Escola na Casa das ?rbores, con capacidad para 14 personas y armada ¡°sin clavar una sola punta¡± en las ramas por otro vecino, el carpintero Fernando Ibarra, constructor de h¨®rreos, carros del pa¨ªs y embarcaciones de r¨ªo tradicionales. Los ni?os suben y descubren que en realidad el casta?o y el carballo dan durante todo el a?o una suculenta fruta llamada libro. En la copa de los ¨¢rboles hay una biblioteca en la que uno tambi¨¦n puede quedarse a dormir, y una terraza en la que Moure toca su flauta de buxo y cuenta cuentos con su beb¨¦, Teixo, sentado entre sus piernas.
El lugar lo habitan, adem¨¢s del carballo con botas, el lobo Garabelos, pacifista y solidario; Xacia Luvi?as, de profesi¨®n acariciadora; Coureli?a, la ni?a que borra de los dibujos a los hombres que destruyen la naturaleza; los jinetes que cabalgan sobre los ¨¢rboles para ayudarlos a escapar del fuego; o los seres de la Fraga de Don Sim¨®n, que trabajan cribando el amor para librarlo de los granos de ego¨ªsmo. As¨ª hasta un centenar de personajes creados por Moure en los 20 a?os que lleva recorriendo los colegios para arraigar en los escolares su pasi¨®n por los bosques y el compromiso con los que no tienen nada. Arriba, en la Casa das ?rbores, echan ¡°unos 40 minutos¡±. Luego bajan, conocen ¡°m¨¢s de 30 especies¡± arb¨®reas, las abrazan como les ha ense?ado Fermina Doade (una curandera de Sober que huy¨® de los pantanos del Sil y acab¨® de fantasma en la Alameda de Santiago), juegan, meriendan, si se tercia pasean en barca y se ganan un libro.
El cuentacuentos ofrece una tarde de educaci¨®n ambiental por cinco euros, pero asegura que prefiere ¡°el trueque¡±: relatos y ense?anzas a cambio de ¡°una lechuga, unos huevos, mermelada hecha en casa¡±. Con lo que va sacando alimenta los proyectos generosos que lleva a cabo con otros chantadinos. Est¨¢n, por ejemplo, los cuentos solidarios que ha dejado de subvencionar la Xunta (www.contosolidarios.org), las ciclobibliotecas que reparten literatura por los pueblos, aqu¨ª y al otro lado del charco, la plantaci¨®n de especies aut¨®ctonas en zonas arrasadas por el fuego y la ONG Bicis pola Paz. ¡°Para llegar a esta aldea, siempre necesit¨¦ una bicicleta. As¨ª que de las bicis pasamos al ecologismo \[a trav¨¦s del colectivo Xevale, tambi¨¦n de Chantada\] y del ecologismo a la cooperaci¨®n¡±, relata Moure. ¡°Hay muchos lugares del mundo donde la bicicleta es una herramienta de trabajo imprescindible¡±.
En la web de Contos Solidarios se pueden ver algunos de los orgullosos beneficiarios de los veloc¨ªpedos que desde 1989 se han pagado desde Chantada. Desde carteros palestinos hasta maestros en Bolivia y ribere?os del Amazonas. Y as¨ª ya van m¨¢s de 1.000 bicis, tantas como colegios ha visitado Moure desde que cuenta cuentos por las aulas. Logra vivir de esto porque trabaja ¡°mucho¡±. El pasado curso acad¨¦mico alcanz¨® las 480 sesiones. Dice que suma ya 6.200 desde que puso por primera vez los pies en una clase llena de ni?os.
Ahora, lamenta, muchas de aquellas aulas que estaban repletas han desaparecido o est¨¢n a punto de echar el cierre. ¡°Cuando empec¨¦, hace 20 a?os, en el colegio de Calvos de Rand¨ªn eran 300 alumnos y ya solo quedan 11. En el de Manzaneda eran 400; ahora son 22¡±, describe. ¡°Es un drama¡±, los peque?os se extinguen del paisaje rural y cada vez est¨¢n m¨¢s lejos de la naturaleza. ¡°Es un derecho de la infancia: ning¨²n ni?o puede crecer sin pasar una tarde subido a los ¨¢rboles¡±. De todo esto brot¨® la semilla de la Escola na Casa das ?rbores. De esto, de la visi¨®n ¡°de esos hoteles en los ¨¢rboles que hay en Francia¡± para ¡°enamorados¡± y de una lectura de El Bar¨®n Rampante con su mujer, Marta, subidos a un ¨¢rbol. La casa que vuela entre un casta?o y un carballo en Garabelos ¡°seguir¨¢ ampli¨¢ndose¡±, promete el cuentacuentos, cuando se hagan fuertes las ramas nuevas.
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