La consabida correcci¨®n
Cuentan que este verano en M¨¦rida, antes de encarnar cada noche a Electra, Ana Bel¨¦n repasaba a capela alguna de las canciones de A los hombres que am¨¦. La gran dama de Embajadores ha preparado con tes¨®n, sin duda, este regreso discogr¨¢fico que ayer desembarcaba en el teatro Espa?ol para la primera de sus cinco noches consecutivas. Pero reincidir en el repertorio m¨¢s trillado de autores a los que ya antes visit¨® profusamente, desde Sabina a Miguel R¨ªos, Aute o Milan¨¦s, no parece la mejor declaraci¨®n de coraje art¨ªstico. Y de tanto cuidar a los suyos, Ana puede acabar pareciendo, qu¨¦ cosas, profundamente conservadora.
Mar¨ªa del Pilar Cuesta, ya lo dice la canci¨®n, naci¨® en el 53 y se acerca a la sexta d¨¦cada con su torrencial voz en perfecto estado, pero aferrada a un cierto inmovilismo. Las interpretaciones se suceden con la correcci¨®n deseable y consabida, pero sin apenas espacio para la aventura, el atrevimiento, lo inesperado.
Hay ocasionales inyecciones de alma: la voz que se quiebra en A la sombra de un le¨®n, el pegadizo ardor de Si me nombras, el razonable efectismo de Ahora o, claro, El hombre del piano. La sensaci¨®n general, en cambio, es de asepsia, de aton¨ªa. Ana cumple con su cometido, pero resulta improbable la conmoci¨®n, por ejemplo, con una lectura tan maquillada como la de Ojal¨¢ que te vaya bonito. Por mucho que Jos¨¦ Carlos Plaza siente a nuestra artista frente a una botella de vino.
Los arreglos de David San Jos¨¦ son lineales, planos. Reiterativos en sus coros et¨¦reos o en esas l¨ªneas de saxo timoratas. A menudo excesivos y casi siempre renuentes a la sorpresa. El resultado es tan est¨¢ndar y ligero como para amenizar una cena de gala. Ana se aplic¨® durante 25 temas, pero renunci¨® a tres m¨¢s que anunciaba el programa. Y nadie insisti¨® demasiado.
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