Un monstruo raro y ¨²nico
Si Diego Amador jugara al f¨²tbol, estar¨ªamos hablando de un crack de esos que se pelean por las botas doradas. Pero no juega al f¨²tbol, como m¨ªnimo que se sepa: su actividad profesional se centra en el flamenco, as¨ª que, para utilizar una jerga m¨¢s adecuada, tendr¨ªamos que hablar de monstruo. Claro que tampoco se trata de un monstruo al uso porque el menor de los Amador toca el piano, y eso, en cosas de flamenco, ya le convierte en un monstruo algo raro, y como adem¨¢s le gusta el jazz y lo demuestra constantemente, es un ejemplar ¨²nico en su especie.
Un m¨²sico como Diego Amador ¡ªlo de El Churri es ya cosa del pasado¡ª tendr¨ªa que llenar polideportivos, pero tal como est¨¢n las cosas, se tiene que conformar con actuar en peque?os locales. Eso s¨ª, cuando enciende la mecha aquello explota en mil pedazos y no hay aficionado (o no) al flamenco o al jazz que pueda resistirse.
DIEGO AMADOR
El Tablao de Carmen, 14 de septiembre.
El viernes por la noche, en El Tablao de Carmen, Diego Amador lo puso todo patas arriba con uno de los conciertos m¨¢s incendiarios que se recuerdan por estos pagos. ?Flamenco, jazz, m¨²sica contempor¨¢nea...? Tanto da, Amador se sienta ante el piano de cola y todo cambia a su alrededor. Una t¨¦cnica sumamente personal (el sevillano es autodidacta) le permite exponer y compartir sin complejos todo lo que lleva dentro, huyendo de cualquier etiqueta. Puede permit¨ªrselo todo y se lo permite. El sentimiento m¨¢s profundo, jondo muy jondo, es flamenco, totalmente flamenco, pero puede meter a Duke Ellington en una buler¨ªa, mezclar a Charlie Haden con Camar¨®n, profundizar en la m¨¢s pura de las tarantas, mecerse en un swing latino o recurrir a Cecil Taylor en una sole¨¢ por buler¨ªas impecable.
Y adem¨¢s, Amador es un buen cantaor, de sentimiento desgarrado. No abusa de la voz, pero sabe colocarla en el momento adecuado: magia, magia pura.
En el local del Poble Espanyol, Amador prescindi¨® de bater¨ªa y se acompa?¨® por un bajo el¨¦ctrico y su hijo a la percusi¨®n (esos Amador... 19 a?itos y ya planta cara). Un tr¨ªo perfectamente cohesionado al que se a?adieron en dos temas dos de los bailarines habituales del local y, sobre todo, Pira?a, que acab¨® haciendo diabluras con el caj¨®n mientras Amador golpeaba las cuerdas del piano con dos macillos, un poco a lo Chick Corea pero sin perder nunca la buler¨ªa sobre la que caminaba.
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