Un lugar en la historia
Lleno en la Joy Eslava para recibir a 'The Jayhawks' Las visitas del quinteto de Minneapolis adquieren rango de acontecimiento
El tiempo solo le sienta bien a los grupos muy grandes. The Jayhawks, por ejemplo. El quinteto de Minneapolis nunca conoci¨® grandes laureles, ni en su pa¨ªs ni mucho menos por estos lares, pero sus visitas adquieren rango de acontecimiento. Puede que la banda haya atravesado momentos a¨²n m¨¢s finos, pero en el escenario est¨¢n todos los que son y, sobre todo, el repertorio incluye dos docenas de t¨ªtulos quintaesenciales del folk-rock vaquero. Por eso la Joy Eslava registr¨® un lleno apote¨®sico: la ocasi¨®n lo requer¨ªa y con Louris y Olson nunca se sabe si habr¨¢ pr¨®xima vez.
Casi tan dif¨ªcil como escribir una canci¨®n grandiosa es gestionar el ego de sus autores. En los Jayhawks se les da mejor lo primero que lo segundo. El retorno de Mark Olson a la izquierda de Gary Louris ha restituido el orden original, pero a costa de algunas suspicacias. La banda solo interpreta dos temas (Angelyne, Tampa to Tulsa) de sus discos sin Mark, y privar al p¨²blico de Save it for a rainy day o Big star suena cicatero. A cambio, se conceden otras dos piezas de Olson en solitario. Equilibrio inestable, digamos.
En cualquier caso, las voces de los dos l¨ªderes siguen empastando maravillosamente, aunque la de Olson, algo desastrada, envejezca peor. Y puede que el disco de regreso, Mockingbird time, no sea tan brillante como so?¨¢bamos, pero incluye Closer to your side y She walks in so many ways, tan superlativa como si David Crosby y Roger McGuinn volvieran a tener veinte a?os. Hasta las gafas de Roger y Gary se parecen, caramba. Ahora se avecina un "largo descanso", avis¨® Louris, pero su lugar en la historia es incontestable. Justo a continuaci¨®n de The Band y Wilco. Bastaba escuchar Blue, emocionante como un aullido colectivo, o I'd run away, con Olson pulverizando una cuerda de su guitarra, para comprender por qu¨¦.
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