Un trotamundos de manual
Antonio Cancela tiene en la Costa da Morte la mayor colecci¨®n de gu¨ªas Michelin del mundo
La Royal Geographical Societyhab¨ªa designado a Livingstone para delinear el ?frica colonial cuando ¨¦ste crey¨® ver nacer al Nilo. Aquellas expediciones acabaron confeccionando mapas que dejaban un terreno imposible a la intemperie. No era la Gran Breta?a victoriana la ¨²nica que pujaba por dominar grutas y restingas. A?os m¨¢s tarde, al inicio de la I Guerra Mundial, la gu¨ªa Michelin sac¨® una edici¨®n en franc¨¦s de la Alemania occidental, con p¨¢ginas que evitaban los frecuentes consejos sobre neum¨¢ticos. Por aquel entonces, se cre¨ªa que Francia usar¨ªa el ejemplar para invadir a los germanos. Pese a que fue su editor, Michelin quiso desentenderse de la gu¨ªa, y le retir¨® todo atisbo de consideraci¨®n oficial. En 1944, el mando de aviaci¨®n americano pidi¨® a la empresa de ruedas la informaci¨®n de su gu¨ªa francesa de 1939. Los oficiales llevaron una copia del manual de viajes para su desembarco en Normand¨ªa. Y en la dificultad del silencio, los senderos aliados se volvieron pan comido. Aunque en la otra batalla, la del hambre, poco import¨® que cuantificaran sus estrategias a escala, la metralla de ambos flancos confin¨® a los civiles, sin discriminar, a una muerte segura.
La publicaci¨®n norteamericana era m¨¢s gruesa que el original, por el espesor de su papel, pero adem¨¢s prescindieron del estricto color rojo de la gu¨ªa francesa. Por lo dem¨¢s, las disposiciones intestinas eran las mismas: reposter¨ªa, reposo y reparaci¨®n. Antonio Cancela tiene una edici¨®n de cada. De hecho, tiene todas las que public¨® Michelin, menos una: la de Marruecos de 1919. Har¨¢ un trueque, por una repetida en sus anaqueles. ¡°Sin embargo, es una gu¨ªa de tercera divisi¨®n¡±, defiende. El suyo es el muestrario m¨¢s grande de este g¨¦nero que existe en el mundo, y tiene sede en Carballo, en la Costa da Morte.
Eran los setenta y en algunas familias comenzaba a instaurarse el turismo. A Antonio Cancela el apogeo lo pill¨® en plena adolescencia. En recepci¨®n, iba moldeando su despojo. Lo que primero cay¨® en sus manos fue un folleto sobre paradores. Hoy tiene 10.500 con una constituci¨®n gemela de hoteles y viajes. Llegados los ochenta comenz¨® su inter¨¦s por las gu¨ªas, y encontr¨® la que para ¨¦l es, ¡°sin duda¡±, la biblia: la gu¨ªa Roja. El dise?o del franc¨¦s Andr¨¦ Michelin de 1900 era un recetario para no extraviarse en coche. Una ruta de talleres y gasolineras, que en sus primeras versiones sobre Francia anunciaba tambi¨¦n a cirujanos prestigiosos. La gu¨ªa era de balde para los que estrechaban lazos con la empresa a base de pedalear o sortear baches con el volante. Pero eso solo fue hasta 1920. Ese a?o, de visita en un taller, Michelin comprob¨® que sus libros se empleaban para calzar un banco. Enojado, trat¨® de salvar su devaluaci¨®n y les asign¨® un precio, que en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica fue de cinco pesetas por ejemplar.
Todos los a?os, Cancela saca su directorio de librer¨ªas de ocasi¨®n y marca 300 n¨²meros de tel¨¦fono. Se deja ver por ferias de libros y ojea sus lomos por si alguno se le escurre. Cada vez quedan menos, ya que de las primeras ediciones se sacaron pocas copias. La gu¨ªa de Espa?a y Portugal de 1910 no lleg¨® a las mil. Como resultado, algunas publicaciones se subastaron en Francia por 15.000 euros. Pero tambi¨¦n est¨¢ curtido en el arte del canje. Sus dotes le han llevado a hacerse con 709 gu¨ªas Michel¨ªn, de las 710 ediciones que han salido de la imprenta a lo largo de su historia. Por su valor, 40 de ellas est¨¢n bajo cerrojo en alguna caja fuerte de A Coru?a. Su vocaci¨®n de trotamundos no se reduce a las hojas de inter¨¦s tur¨ªstico. Ha urdido un sinf¨ªn de historias a base de hiperv¨ªnculos en la p¨¢gina web que lleva su apellido, y desde ah¨ª hace sus c¨¢balas de gastr¨®nomo consumado. En la ciudad de Budapest palade¨® un caf¨¦ en Gerbeaud con gusto a?ejo, por el contagio de su marqueter¨ªa del siglo del Art Nouveau. Y en Oporto, hizo lo propio en alguna mesa del Majectic, en la que antes el tema hab¨ªa sido la pol¨ªtica. Tambi¨¦n se conoce al dedillo la tradici¨®n culinaria del pa¨ªs. ?El mejor cocinero? ¡°El de la Casa Marcelo, en Santiago¡±. Pero en su lista enumera la Casa Solla, que logr¨® la preciada estrella Michel¨ªn en 1980, Culler de Pau, en O Gove, que, seg¨²n los c¨¢lculos de Cancela, ser¨¢ el pr¨®ximo en Galicia que logre el reconocimiento al chef, o As Garzas, en Malpica.
Mientras, la literatura de viajes, que sali¨® de los altos hornos de Clermont-Ferrand y acab¨® en poder de Antonio Cancela, con la ayuda de su hermano Juan, se escapa, de vez en cuando, a alguna exposici¨®n. Incluso el chef Ferran Adri¨¤ reclam¨® su tesoro para la reapertura del Bulli. Con tal esmero, el almac¨¦n de Cancela cobr¨® el color de la geograf¨ªa: la tierra ¨¢rida del sur, en alm¨ªbar; el fr¨ªo del norte en azul; y el oasis marroqu¨ª con su alfombra verde. Pero a la postre todas se volvieron rojas, como la primera que empez¨® a viajar por los estantes del mundo.
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