?A qui¨¦n beneficia una mayor participaci¨®n?
¡°No es f¨¢cil imaginar hacia d¨®nde ir¨¢ el previsible aumento de votos con un pa¨ªs afectado por la crisis, el paro y los recortes¡±
Todo hace suponer que las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas catalanas ser¨¢n las m¨¢s participativas de entre todas las celebradas desde 1980. Las expectativas generadas por la masiva manifestaci¨®n del 11-S y la perspectiva de celebraci¨®n de un refer¨¦ndum o consulta que permita que los catalanes nos definamos en torno a la soberan¨ªa as¨ª lo auguran. Por otro lado, las reacciones que todo este proceso ha suscitado en los medios de comunicaci¨®n del conjunto de Espa?a implicar¨¢, probablemente, que las elecciones del 25-N tengan un rango de atenci¨®n medi¨¢tica parangonable al que tienen habitualmente las elecciones generales. Ello puede conllevar que se movilicen para votar personas que no lo acostumbran a hacer con motivo de las elecciones auton¨®micas y s¨ª en las generales. En las ¨²ltimas elecciones catalanas vot¨® casi el 59% de los que ten¨ªan derecho a hacerlo. Por encima de ese nivel de participaci¨®n, tenemos las elecciones de 1984, que dieron mayor¨ªa absoluta a CiU, y las de 2003, que significaron la elecci¨®n de Pasqual Maragall. Las que contaron con menor porcentaje de participaci¨®n fueron las de 1992 (el 54%). En cambio, en las generales, las cifras de participaci¨®n son notablemente superiores. De hecho, en las elecciones generales, en Catalu?a se vota siempre por encima del 65% y, por ejemplo, en 2004 (tras el atentado del 11-M) se lleg¨® al 76%.
Lo esperable es que la tensi¨®n que se va arrastrando y la presi¨®n que har¨¢n sobre sus electorados todas las fuerzas pol¨ªticas ante la perspectiva de la consulta soberanista y sus consecuencias, movilicen bastantes m¨¢s electores de los habituales. Pero, ?qu¨¦ candidaturas ser¨¢n las m¨¢s favorecidas por ese aumento de la participaci¨®n? Si partimos de la hip¨®tesis que acudir¨¢n los que no acostumbran a hacerlo por motivos de lejan¨ªa de la agenda pol¨ªtica catalana, podr¨ªamos concluir que ser¨¢n partidos como el PP, Ciutadans e incluso el PSC los que podr¨ªan beneficiarse de ese aumento. A ello puede contribuir una campa?a en que expresen las dudas, m¨¢s o menos razonables, m¨¢s o menos fundamentadas, que puedan surgir advirtiendo sobre las consecuencias uno u otro resultado. Pero no debemos olvidar que en l¨®gica pol¨ªtico-electoral, toda movilizaci¨®n en un sentido acostumbra a provocar activaciones movilizadoras en sentido contrario. Un ejemplo lo tenemos en las hipercontrovertidas elecciones vascas de 2001, con Mayor Oreja y Redondo Terreros encabezando el ¡°frente constitucionalista¡± y el PNV de Ibarretxe liderando el ¡°frente nacionalista¡±. En aquella ocasi¨®n, con una tremenda presi¨®n medi¨¢tica en toda Espa?a, la participaci¨®n super¨® el 80%, con los partidos sacando electores de debajo de las piedras. El PNV lleg¨® a su m¨¢s alta cifra de votos, mientras que la batalla desencadenada por el PP de Aznar consigui¨® un p¨ªrrico diputado m¨¢s. Las lecciones que extraer pueden ser muchas, pero indica que no es f¨¢cil imaginar hacia d¨®nde ir¨¢ el previsible aumento de votos, cuando, adem¨¢s, todo el pa¨ªs est¨¢ tremendamente afectado por la crisis econ¨®mica, el paro y los recortes en pol¨ªticas sociales.
Lo significativo del precedente vasco es que el debate se jug¨® solo en el eje del nacionalismo espa?ol y del vasco, quedando anulado el otro gran eje de conflicto entre pol¨ªticas conservadoras y favorecedoras de la igualdad. Hace ya a?os que sabemos que en los sitios donde menos se vota en Catalu?a son los barrios m¨¢s pobres, los barrios con m¨¢s fracaso educativo, los barrios urban¨ªsticamente m¨¢s degradados. En las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas, entre el barrio de Tres Torres y el del Raval en Barcelona, hubo una distancia de casi 40 puntos de participaci¨®n electoral y si en el centro de Badalona vot¨® m¨¢s del 70%, en Pomar y en Sant Roc la abstenci¨®n alcanz¨® el 60%. En momentos como los actuales no es posible plantear desde posiciones de progreso una revuelta nacional sin que est¨¦ conectada con la revuelta social. No se trata solo de construir un pa¨ªs soberano; se trata de que esa soberan¨ªa sirva para mejorar los d¨¦ficits educativos, favorecer salidas econ¨®micas viables y asegurar la supervivencia social, preparando al pa¨ªs para la nueva ¨¦poca en la que estamos entrando. La ilusi¨®n y la esperanza no residen en la bandera, sino en lo que podamos hacer con un mejor control de nuestros destinos.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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