Diecis¨¦is a?os despu¨¦s de ¡®La noche XII¡¯

?Qu¨¦ hermosa comedia! En Twelfth Night (literalmente: La duod¨¦cima noche, contadas desde nochebuena; o Noche de reyes, como suele traducirse), Shakespeare utiliza el argumento de una de las Novelle de Mateo Bandello para, mediante una trama donde se entrecruza la farsa con el drama, mostrar la transfiguraci¨®n que sufren sus protagonistas, emocionalmente desnortados por haber amado a quien no les ama o por haber arrostrado la muerte de sus seres queridos (cierta en el caso de los de Olivia, supuesta en la del hermano gemelo de Viola).

En Madrid, en los ¨²ltimos a?os la hemos visto puesta en escena por Adri¨¢n Daumas, Consuelo Trujillo, Declan Donnellan¡­ Este montaje de Eduardo Vasco, representado bajo la c¨²pula de La Abad¨ªa y con Beatriz Arg¨¹ello en el papel de Viola, nos hace pensar a menudo en el que Gerardo Vera dirigi¨® en 1996, en id¨¦ntico escenario con la misma actriz. Vasco ha vestido la acci¨®n a principios del siglo XX, con luces de candilejas que dan a la escena un aire de music-hall: en lugar de la canci¨®n original de Thomas Morley, se interpretan otras m¨¢s acordes con la nueva ambientaci¨®n.

Su puesta, que gira en torno a la idea del escenario como universo donde la ficci¨®n unas veces es espejo de la vida, y otras, burla y comentario distanciado, est¨¢ salpicada de golpes de teatro que dan en el clavo en ocasiones y otras en los dedos que lo sujetan. Vasco anda sobrado de imaginaci¨®n y de teatralidad, pero no siempre est¨¢ fino en la direcci¨®n de actores: en varias escenas c¨®micas de los dos primeros actos quienes parecen divertirse realmente son sus int¨¦rpretes, mientras el p¨²blico guarda un silencio respetuoso. Ni los juegos de palabras de la versi¨®n est¨¢n afinados con gracejo suficiente ni la interpretaci¨®n encuentra el tono justo de la burla hasta el cuadro donde Don Tob¨ªas y compa?¨ªa se arrancan con un par de jotas bien tra¨ªdas, y el subsiguiente del choteo general a costa de Malvolio, donde int¨¦rpretes, direcci¨®n y versi¨®n encuentran por fin su justo centro.

Entre los actores (todos anduvieron con Vasco en la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico, y de all¨ª se los trajo), destacan Maya Reyes, por la vivacidad que imprime a Mar¨ªa; el Orsino de Daniel Albaladejo, tan sensible a la belleza de Viola en la preciosa escena donde se acercan alma con alma; los destellos de humanidad del Feste de Arturo Querejeta, y, sobre todo, la encantadora Viola de Arg¨¹ello, qui¨¦n, porque los a?os no pasaron por ella, cuando hace su papel nos recuerda sin pretenderlo c¨®mo lo hac¨ªa en el montaje de Vera y a qui¨¦nes le daba la r¨¦plica entonces. Vi¨¦ndola, el tiempo hace un bucle. Emocionante, el final de la funci¨®n, cuando cada personaje encuentra su cauce s¨²bitamente, despu¨¦s de a?os de torrentera, y se instala una secreta armon¨ªa entre todos, se?al de que el ciclo que empieza ser¨¢ mejor.