El Triciclo cierra un ciclo
En ¡®Bits¡¯ el humor surreal, la observaci¨®n aguda y la capacidad para hallar lo ins¨®lito se entretejen, con resultados desternillantes
Joan Gr¨¤cia, Paco Mir y Carles Sans son de Barcelona, pero a trav¨¦s de sus actuaciones podemos hacernos idea de la p¨¦rdida de espacios teatrales hist¨®ricos que ha sufrido Madrid en los 30 ¨²ltimos a?os: a principios de los ochenta, Tricicle debut¨® en la desaparecida Cadarso, precursora de las salas alternativas de ahora; en 1985, hizo temporada en el Mart¨ªn, antiguo para¨ªso de la revista, demolido en aras de la especulaci¨®n inmobiliaria una d¨¦cada despu¨¦s ante la general indiferencia; fue luego asiduo del Alb¨¦niz, teatro del que el gobierno regional acab¨® desprendi¨¦ndose (y cerrado sigue) para construir otros de m¨¢s post¨ªn.
BITS
Guion y direcci¨®n: Tricicle. Teatro Compac Gran V¨ªa.
Felizmente, Tricicle sigui¨® encontrando acomodo en los teatros comerciales: tiene un tir¨®n enorme. Bits, su ¨²ltimo espect¨¢culo, el universo de las unidades m¨ªnimas de informaci¨®n binaria es un mero pretexto para que estos tres c¨®micos espl¨¦ndidos empalmen un rosario de sketchs poco o nada relacionados con el tema de partida, pero en los que el humor surreal, la observaci¨®n aguda y la capacidad para hallar la aguja de lo ins¨®lito en el pajar de la rutina se entretejen, con resultados desternillantes. El entrem¨¦s mudo del entrenador de f¨²tbol, interpretado por Carles Sans, es un ejemplo de ritmo, de precisi¨®n expresiva y de creaci¨®n de un contexto imaginario a partir del gesto, y una magn¨ªfica obertura. La parodia de la carrera de abuelos residentes en un geri¨¢trico, en cambio, es m¨¢s obvia y de trazo m¨¢s grueso.
El espect¨¢culo vuelve a picar alto cuando Paco Mir, en funciones de Mortadelo, se transforma sin disfraz, a base de mutaciones gestuales instant¨¢neas, en tibur¨®n humano, hombre pulpo, caracol tirando a babosa y una docena larga de criaturas h¨ªbridas entre animal y b¨ªpedo implume a la caza de mozas en la disco, s¨¢bado noche. En la parodia de las protestas callejeras, tiene gracia la inesperada confraternizaci¨®n entre el manifestante caricaturizado y el polic¨ªa antidisturbios.
La extensa pantomima de los dos pescadores y el sketch del automovilista perdido en el quinto pino, acosado por la fauna, la flora y las autoridades, est¨¢n veteados de momentos antol¨®gicos: la impotencia de Mir ante la p¨¦rdida irremediable de la cometa, la aparici¨®n del inuit, el genial gag de la venta del abrigo de pieles¡ Muy inspirado tambi¨¦n, el mimodrama que el tr¨ªo monta sobre un audio donde Les Luthiers hablan de los hijos de Mastropiero y de su c¨¦lebre canci¨®n ovalada (¡°canci¨®n o balada¡±, aclaran).
El n¨²mero del super, en cambio, est¨¢ dado de s¨ª, y el del casting para c¨®micos de variedades, a¨²n con momentos tan sobresalientes como la pantomima que Joan Gr¨¤cia hace con esa maleta que parece clavada en el aire por arte de magia, no resulta lo bastante rotundo como cierre del espect¨¢culo. Leo que quiz¨¢ sea el ¨²ltimo que hagan juntos, pero, vi¨¦ndoles en tan perfecta forma y recordando que Marcel Marceau alcanz¨® su plenitud expresiva cuando frisaba los ochenta a?os, me pregunto si no estar¨¢n precipitando su despedida.
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