Los derechos humanos
La sociedad moderna ha incorporado la cultura de los derechos humanos, pero no tanto la de los deberes c¨ªvicos
En mis tiempos de universidad, tiempos de dictadura, fui dirigente del Grup Cristi¨¤ en Defensa dels Drets Humans. Conservo aquel impulso por defender la dignidad y la igualdad de todas las personas. Pero cada vez soy m¨¢s severo a la hora de analizar el papel que una cierta interpretaci¨®n de los derechos humanos est¨¢ desempe?ando en las sociedades desarrolladas. Los derechos humanos son fruto de las revoluciones modernas. Las sociedades anteriores al siglo XIX estaban basadas en la opresi¨®n y la explotaci¨®n. Se habla de Grecia como cuna de la democracia, pero la inmensa mayor¨ªa de los que viv¨ªan en las ciudades griegas eran personas esclavizadas o sin derechos, como los siervos en la Edad Media. La consecuci¨®n de iguales derechos para todos, hombres y mujeres, es una lucha reciente que debe continuar, ya que tiene todav¨ªa un largo recorrido.
Esto no es contradictorio con pensar que la forma como se han integrado los derechos humanos en la cultura y en los h¨¢bitos de las sociedades democr¨¢ticas y ricas es el origen de muchos de nuestros problemas y crea dificultades a la convivencia. Cito cinco aspectos:
1. Sacralizaci¨®n de la libertad. El mayor logro de la modernidad democr¨¢tica es dar al individuo su dignidad, reconoci¨¦ndolo como sujeto de derechos y garantiz¨¢ndole la libertad para ejercerlos, cosa que no ocurre en las sociedades predemocr¨¢ticas ni en las dictaduras. Pero la formulaci¨®n pol¨ªtica, y la pr¨¢ctica educativa, olvidan normalmente la definici¨®n de los l¨ªmites de la libertad, como si esta fuera un elemento sagrado. Todos hemos experimentado que la vida en comunidad pide que el ejercicio de la libertad est¨¦ regulado y condicionado a no impedir la libertad de los dem¨¢s. Pero cuesta aceptar las consecuencias pr¨¢cticas de ello.
2. Derechos sin l¨ªmites. No se puede negar a nadie el ¡°derecho a ser feliz¡±, un derecho que con raz¨®n se reivindica a menudo. Pero este derecho no da la libertad de actuar y de hacer todo aquello que uno considere que puede darle felicidad, sobre todo cuando supone utilizar unos recursos a los que todos tienen derecho. La creciente limitaci¨®n de los recursos impone l¨ªmites a los derechos, aspecto que parece haberse olvidado en la mayor¨ªa de los textos constitucionales.
3. Derechos colectivos. La focalizaci¨®n exclusiva de los derechos en los individuos hace olvidar que hay otros sujetos de derechos que son las colectividades, y que estos derechos colectivos son otra gran limitaci¨®n a los derechos individuales. Los bienes y los intereses p¨²blicos deben ser tenidos en cuenta al igual que los privados y hasta ser protegidos de forma prioritaria por los entes colectivos.
4. La justificaci¨®n del ego¨ªsmo. Desgraciadamente, en paralelo con las revoluciones modernas se formul¨® la teor¨ªa econ¨®mica de que, en una sociedad libre, si cada uno act¨²a de acuerdo con la b¨²squeda de su m¨¢ximo inter¨¦s personal, el juego de las interacciones har¨¢ que el resultado final sea el mejor para todos. La extrapolaci¨®n a la vida social de esta teor¨ªa, que puede ser cierta en algunos entornos econ¨®micos muy concretos, ha servido para tranquilizar las conciencias y para convertir el vicio del ego¨ªsmo en una virtud. El ego¨ªsmo como derecho ya no se distingue de la codicia. Los mercados financieros han dado, recientemente, una dram¨¢tica prueba de hasta d¨®nde esto nos puede llevar.
5. Derechos sin obligaciones. Los miembros de una comunidad tienen unos derechos y unas obligaciones. Los largos siglos de opresi¨®n justifican celebrar la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos y piden que exijamos su r¨¦plica en las Constituciones. Pero, ?por qu¨¦ no una paralela Declaraci¨®n de Deberes? Su ausencia desequilibra las bases de funcionamiento de nuestras sociedades. Urge elaborar c¨®digos de obligaciones c¨ªvicas e, incluso, mecanismos para asegurar que la exigencia de un derecho pueda cuestionarse ante el incumplimiento de un deber. ?D¨®nde acaba, para el defraudador fiscal, el derecho a la protecci¨®n de la intimidad personal? ?Cu¨¢l es el l¨ªmite al derecho de libertad de expresi¨®n para el propagador sistem¨¢tico de calumnias? ?Sigue teniendo el derecho a una prestaci¨®n aquel que rechaza las ofertas de trabajo? Es necesario revisar temas como estos, desde un punto de vista legal. ?Y sobre todo cultural!
Joan Maj¨® es ingeniero y exministro.
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