Casuals: cuando la noche barcelonesa era una pesadilla
Los ¡®ultras¡¯ m¨¢s violentos del Bar?a exig¨ªan dinero y trabajo a los due?os de discotecas para evitar altercados
Marzo de 2006. Discoteca Pach¨¢ de Barcelona. Un grupo de hombres armados irrumpe en el local. Se identifican como Casuals. En cuesti¨®n de minutos, convierten la sala en un campo de batalla. Los asaltantes, de est¨¦tica skin, agreden sin miramientos a clientes y camareros con pu?os americanos y barras de hierro. Nadie denuncia. Los incidentes se repiten, semana tras semana, hasta que uno de los casuals ¡ªla facci¨®n m¨¢s violenta de los Boixos Nois, los ultras del Bar?a¡ª es contratado como jefe de seguridad de Pach¨¢.
Desde entonces y durante cuatro a?os, los Casuals convirtieron la noche barcelonesa en una pesadilla de violencia y extorsi¨®n. Ricardo Mateo, l¨ªder carism¨¢tico, dirig¨ªa con mano de hierro el grupo, que naci¨® en las gradas y se transform¨® en una banda criminal. La fiscal¨ªa pide para ¨¦l 120 a?os de c¨¢rcel por una ristra de delitos, incluidos dos intentos de asesinato. Mateo tiene numerosos antecedentes, est¨¢ en prisi¨®n provisional por estos hechos y, al mismo tiempo, est¨¢ siendo juzgado por su primera etapa al frente de los Casuals, que entonces asaltaban y torturaban a narcotraficantes.
Tras aquel primer golpe policial, los Casuals se centraron en el mundo de la noche. Dirigidos por Mateo, sus hombres de confianza y los minicasuals ¡ªm¨¢s j¨®venes, pero igual de violentos¡ª sembraron el caos en algunas de las salas m¨¢s populares de la ciudad. Cada domingo, durante 10 meses, acudieron armados a Razzmatazz a buscar pelea. Al m¨¢s puro estilo mafioso, ofrecieron al due?o del local pagar un ¡°canon¡± a cambio de restaurar la paz, seg¨²n el escrito de la fiscal, que pide elevadas penas para la mayor¨ªa de la treintena de acusados.
El l¨ªder segu¨ªa dirigiendo el grupo incluso desde la prisi¨®n
El silencio de las v¨ªctimas, fruto del miedo, fue el mejor aliado de los Casuals, que camparon a sus anchas con su peque?o ej¨¦rcito. Las palizas por encargo fueron marca de la casa. En diciembre de 2008, Mateo advirti¨® a un hombre de que no deb¨ªa participar en una subasta. Pero este no hizo caso y se present¨® a las puertas del juzgado acompa?ado por un guardaespaldas. El l¨ªder y dos de sus pandilleros aparecieron con cuchillos, gritando que iban a matarles. El subastero recibi¨® una pu?alada en la cabeza.
Casi un a?o despu¨¦s, Mateo orden¨® matar al guardaespaldas, que trabajaba como portero en el parque acu¨¢tico Isla Fantas¨ªa. ¡°Baja, chivato, que te vamos a matar¡±, le dijeron. El hombre se salv¨® por el auxilio de sus colegas. Los Casuals quer¨ªan evitar que declarara en su contra. Y los responsables del parque aceptaron, seg¨²n la fiscal, retirar la denuncia. Incluso despu¨¦s de las detenciones (febrero de 2010) sigui¨® el acoso sobre el vigilante. Mateo, que antes daba las instrucciones desde el bar Virginia ¡ªpr¨®ximo al Camp Nou¡ª, las transmit¨ªa ahora desde la c¨¢rcel. El portero recibi¨® una ¡°visita¡± para recordarle que deb¨ªa guardar silencio. ¡°Lo tuyo con los Casuals es de por vida. Cualquier ni?ato con ganas de quedar bien con Ricardo se te puede aproximar en cualquier momento, pegarte cuatro pu?aladas y matarte¡±.
¡°Cualquier ni?ato se te puede acercar y pegarte cuatro pu?aladas¡±
M¨¢s de uno sucumbi¨® a la presi¨®n. En septiembre de 2009, algunos casuals se presentaron en la discoteca Opium, junto al puerto ol¨ªmpico, y provocaron el caos habitual. ¡°No sabes qui¨¦n soy yo. D¨¦jame entrar, que te va la vida¡±, dijo David Rodr¨ªguez, que acab¨® en prisi¨®n provisional por asestar un navajazo en el muslo a un portero. Pero la banda se moviliz¨® para acortar su estancia en la Modelo. Los trabajadores de Opium aceptaron retractarse. En una conversaci¨®n telef¨®nica, uno de los acusados reconoce haber pactado su silencio. ¡°Se han confundido. Pensaban que era ¨¦l, pero no. Que ha sido un moro, ?vale? He visto las declaraciones¡±. El mismo d¨ªa en que declararon los testigos, Rodr¨ªguez fue puesto en libertad. En la calle le esperaba Mateo, que le impuso una multa ¡ªa veces, los castigos no eran f¨ªsicos¡ª por haberles puesto en riesgo a todos con aquel incidente.
Adem¨¢s de las palizas y extorsiones, el grupo obten¨ªa sus ingresos del tr¨¢fico de drogas, que le permit¨ªa comprar armas de fuego y coches de lujo. Mateo (alias Lucho, 40 a?os) resolv¨ªa los problemas en persona cuando era preciso. ¡°No vuelvas a tocar a los ni?os o tendr¨¢s problemas¡±, le dijo a un hombre que hab¨ªa tenido una disputa con minicasuals. Para que no lo olvidara, le dej¨® una cicatriz de cinco cent¨ªmetros en el rostro.
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