Un manifiesto para Robert Wilson

La c¨¢mara lenta va a velocidad de v¨¦rtigo, comparada con la parsimonia con que Robert Wilson, vestido de institutriz victoriana, camina hasta la mesita, llena un vaso de leche, se lo lleva a su pupilo, saca un cuchillo y lo apu?ala. Una tensa hora y cuarto duraba esta sencilla secuencia de La mirada del sordo, que Anne Bogart evoca en la primera escena de Bob, su espect¨¢culo homenaje al director tejano, interpretado por Will Bond. La admiraci¨®n, no empa?a la mirada de Bogart: ¡°En los ¨²ltimos 12 meses estren¨¦ 10 funciones, muchas de ellas no s¨¦ porqu¨¦¡±, le hace decir a Wilson, cuyos picos de productividad no han coincidido con los de calidad: el arte necesita tiempo.

Sin parec¨¦rsele f¨ªsicamente, Will Bond se mueve con la serena elegancia del personaje que encarna, imita sus tartamudeos de otrora (¡°?Qu¨¦ quieres ser?¡±, le pregunt¨® de ni?o un profesor: ¡°Rey de Espa?a¡±), explica su manera de entender la vida y el teatro, y cuenta algunas an¨¦cdotas divertidas, usando siempre palabras textuales del homenajeado. La puesta en escena de Bogart y la interpretaci¨®n son un puro gui?o a la manera de hacer de Wilson: consiguen pasar un c¨²mulo de informaci¨®n sin incurrir en didactismos, y mostrar a la vez de manera pr¨¢ctica la extra?a tensi¨®n entre espacio y tiempo que caracteriza su obra. Entre lo que se nos dice, nada hay que no le hayamos le¨ªdo u o¨ªdo al director de Einstein on the Beach en sus divertidas conferencias (en la que dio en el Congr¨¦s del Teatre de Barcelona, en 1985, se puso a gritar alegremente mientras se solucionaba la aver¨ªa del micro), pero el espect¨¢culo sintetiza su discurso art¨ªstico, lo reordena a la manera de un manifiesto informal, trufado de acontecimientos biogr¨¢ficos; y lo traduce en acciones demostrativas y en im¨¢genes elocuentes.

Bogart resuelve con ¨¦xito el dif¨ªcil empe?o de convertir el mon¨®logo confeccionado por Jocelyn Clarke en un espect¨¢culo con empaque visual, apoy¨¢ndose en el excelente trabajo de Bond, actor con precisi¨®n de bailar¨ªn, y en la luz expresionista de Mimi Jordan Sherin, calcada a ratos de la que el propio Wilson dise?a. ¡°Marlene Dietrich era Liza Minnelli, sin sudoraci¨®n. Estando en Par¨ªs, fui a verla a actuar 17 veces: nunca mostraba cu¨¢n dif¨ªcil es hacer lo que hac¨ªa. Su expresi¨®n estaba disociada del sentido de lo que cantaba¡±, cuenta el protagonista de Bob a trav¨¦s de su m¨¦dium. Tal disociaci¨®n entre lo que se dice y lo que sucede es el meollo de su teatro. Entre tiradas de teor¨ªa esc¨¦nica, por la funci¨®n asoma de cuando en cuando la figura humana agazapada detr¨¢s del artista, y la chispa de alg¨²n rel¨¢mpago ir¨®nico o humor¨ªstico prende una emoci¨®n donde el p¨²blico menos se lo espera.