Arco de la luz al bal¨®n
Tono grave y espect¨¢culo intencionadamente fragmentado por la selecci¨®n musical en la coreograf¨ªa de Dani Pannullo
Cada vez m¨¢s el universo oriental se impone en la est¨¦tica sonora de Dani Pannullo, y lo hace presente a trav¨¦s de la m¨²sica, en este caso, los apuntes de la India y de Egipto derivan la mirada de una manera gentil hacia poniente, como en un atardecer del Nilo, con las siluetas de proporciones casi alejandrinas de los cuerpos recort¨¢ndose sobre un horizonte que se antoja oscuro y dram¨¢tico. Ni siquiera la aparici¨®n de un bal¨®n de f¨²tbol aporta humor. El tono es grave, y el espect¨¢culo es intencionadamente fragmentado por la selecci¨®n musical, siempre ecl¨¦ctica y empastada por la habilidad del violonchelista Luis Felipe Serrano, que crea y recrea sobre pistas ajenas llegando a un virtuoso contrapunteo gr¨¢fico, que en Glass se materializa y empasta a la perfecci¨®n.
Avalanche
Coreograf¨ªa: Dani Pannullo; violonchelo: Luis Felipe Serrano (Martin Waschb?r); m¨²sica: J. S. Bach, M. Ravel. P. Glass y otros; luces: Lola Barroso; vestuario: Carlos D¨ªez, Adidas y M. Waschb?r. Hasta el 22 de noviembre.
El discurso mantiene su coherencia particular y a su vez los bailarines sostienen con gallard¨ªa sus individualidades y sus modos, algunos m¨¢s impostados que otros: el lirismo turbador de Alejandro Moya o el aplomo f¨ªsico de Juli¨¢n G¨®mez son buenos ejemplos. Tambi¨¦n el abundante car¨¢cter ritual aporta densidad a los contenidos y consolida las ideas coreogr¨¢ficas, que no son ostensiblemente complejas pero que exigen concentraci¨®n, acople y un elevado sentido del ritmo esc¨¦nico.
La danza es concluyente en su armon¨ªa y serenidad, no hay lugar a rupturas que no sean las propias de las figuras y la sucesi¨®n se articula a trav¨¦s de estudiados silencios.
Hay varios ballets con el tema del f¨²tbol, dos de ellos cl¨¢sicos muy revisados: El partido y El bal¨®n, ambos de Asaf Messerer. Aqu¨ª Pannullo se regodea en las posibilidades acrob¨¢ticas de Javier Sanz y lo mide al mil¨ªmetro para que no sea excesivo ni rutinario, de hecho, en un golpe de efecto, lo pone a dialogar con el violonchelo: dos mundos, dos maneras de ver (y sentir) el ritmo que consiguen embelesar al auditorio. Y eso se inserta con un obstinado y muy presente po¨¦tico en la l¨ªnea de tensi¨®n, donde no escasea la sensualidad y las referencias al universo er¨®tico del mundo antiguo. No hay nada expl¨ªcito, sino un nudo de sugerencias llevadas de la mano hacia un todo trabado de m¨²sculo y luz.
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