F¨¢bula sobre el poder y el arte
Miguel ?ngel Sol¨¢ y Daniel Freire protagonizan un duelo al sol en un sugestivo montaje de ¡®El veneno del teatro¡¯, dirigido por Mario Gas
Josep Maria Benet i Jornet, en su pr¨®logo a la versi¨®n original en catal¨¢n, dec¨ªa que El veneno del teatro es un refinado di¨¢logo dram¨¢tico, a la manera ilustrada, sobre la frontera entre ficci¨®n y realidad, entre sinceridad y artificio. Tambi¨¦n puede leerse como una par¨¢bola de las relaciones entre arte y poder, y de la manipulaci¨®n del artista, a menudo consentida. Pero su ¨¦xito entre todo tipo de p¨²blico se explica porque Rodolf Sirera, su autor, enhebra tales reflexiones con el hilo argumental de un thriller, en cuyas mutaciones y vueltas de tuerca palpita el esp¨ªritu juguet¨®n de La huella, cl¨¢sico escrito por Anthony Shaffer nueve a?os antes.
En el montaje estrenado anteanoche, Mario Gas ha tra¨ªdo a fecha actual la acci¨®n, situada en 1784, y a sus protagonistas, un actor infatuado y servil; y un marqu¨¦s, inspirado en De Sade, que cita a su antagonista para que represente, solo para ¨¦l, una obra experimental, que acaba de escribir. Ambos, abren un debate sobre el oficio del actor, en el que se contraponen el comediante que mantiene sus emociones a distancia, siguiendo a Diderot, y el que se compromete en cuerpo y alma con su personaje.
El veneno del teatro
Autor: Rodolf Sirera. Traducci¨®n: Jos¨¦ Mar¨ªa Rodr¨ªguez M¨¦ndez. Int¨¦rpretes: Miguel ?ngel Sol¨¢ y Daniel Freire. Sonido: Orestes Gas. Vestuario: Antonio Belart. Escenograf¨ªa: Paco Azor¨ªn. Direcci¨®n: Mario Gas. Teatros del Canal. Hasta el 10 de diciembre.
En la memoria de todos est¨¢ la espectacular puesta en escena de Emilio Hern¨¢ndez (1983, con Jos¨¦ Mar¨ªa Rodero y Manuel Galiana), que conduc¨ªa al p¨²blico de sorpresa en sorpresa. Los giros de la acci¨®n resultan m¨¢s previsibles (o no est¨¢n tan minuciosamente administrados) en esta de Gas, que, no obstante, resulta sugestiva, entretenida e inquietante. Aqu¨ª, el misterio est¨¢ en la atm¨®sfera, creada por la escenograf¨ªa de Azor¨ªn y por la luz de G¨®mez Cornejo, y en la extra?eza que producen la m¨²sica concreta y la ca¨ªda de un foco inmenso, con forma de tap¨®n de ba?o (visto desde la derecha del espectador), en medio del escenario. Es un signo cr¨ªptico, de una fuerza pl¨¢stica equivalente a la de la grieta monumental que se abr¨ªa en la pared en el montaje que Gas hizo de El tiempo y los Conway.
Que el personaje bomb¨®n es el del hombre poderoso, se intuye antes de que Miguel ?ngel Sol¨¢, su int¨¦rprete, abra la boca. La composici¨®n que de ¨¦l hace es impecable, contenida, aunque echo en falta alguna de las radicales inflexiones que el autor propone, para que resulte m¨¢s terrible todav¨ªa. Daniel Freire afronta su papel con sobrada solvencia, pero su versi¨®n del Actor interpretando la muerte de S¨®crates es tan subrayadamente angustiosa, que no nos extra?a que obtenga la desaprobaci¨®n de su interlocutor. Sirera coloca a sus criaturas a puerta cerrada, para que el Actor no tenga escapatoria: sobran esa llave que Mario Gas se ha sacado de la chistera, la consiguiente salida de Sol¨¢ de escena y la inacci¨®n de su invitado en ese instante.
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