¡°Villa desahucio¡±
Ciutat Meridiana es el pol¨ªgono de viviendas, ahora barrio de Barcelona, donde m¨¢s gente ha perdido la casa
A veces, en las cosas urbanas, los errores quedan grabados en piedra. Es lo que pasa en Torre Bar¨®. Se han construido 338 pisos de protecci¨®n oficial que nadie quiere ocupar. Pisos flamantes, blancos, luminosos, con su ascensor y sus ventanas abiertas a la sierra. Torre Bar¨® es uno de esos barrios secretos de Barcelona, sumergido en una hondonada de Collserola, sin estructura y con unos pocos centenares de casas autoconstruidas de verdad, no como leyenda sino en la realidad. Quien m¨¢s quien menos tiene su huerto y su jard¨ªn: los hay que incluso tienen piscina, aunque todo el barrio est¨¢ compactado, sin demasiado espacio libre. La parte superior ya es de obra, con calles bien establecidas y sin piscinas, tambi¨¦n sin los apretones del barrio aut¨¦ntico. Es un barrio obrero como cualquier otro, con el ambulatorio y la flamante biblioteca donde los j¨®venes se conectan a Internet y un par de abuelos leen la prensa del d¨ªa. A la biblioteca se llega en ascensor, tal es el desnivel del barrio.
Los pisos vacantes est¨¢n en esta zona. Forman una especie de cuadrado pero en el centro no est¨¢ el jard¨ªn previsto, sino tierra pelada, con ese aire desolado que tienen los espacios urbanos que no est¨¢n puestos a punto. Uno de los bloques, inmenso, es ¡°creativo¡±: tiene las paredes curvadas como si lo aplastara un peso inconmesurable. Hay un edificio muy parecido, y del mismo color blanco estridente, delante de la Barceloneta, en la plaza Pau Vila, y me pregunto por qu¨¦ aqu¨ª se hacen las genialidades de dos en dos. Las ventanas de los bloques est¨¢n cegadas, los locales de los bajos tapiados. Un solo balc¨®n tiene plantas y se dice que una ¨²nica familia ocupa los bloques. Miro alrededor: Torre Bar¨® es un barrio muy vivo, muy popular, de gente que disfruta la calle, pero no en esta parte, que resulta perif¨¦rica. Escala la monta?a un autob¨²s que resopla como un caballo viejo. La Renfe est¨¢ a un tiro de piedra pero el metro es complicado, porque aqu¨ª s¨®lo llega una l¨ªnea-lanzadera que se hace esperar.
El caso es que los pisos, que se reparten entre el Consell Comarcal y Regesa, no tienen comprador. En la ventana de una casa vecina, antigua, cuelga una pancarta que pone: ¡°Caixa Catalunya patrocina este desahucio¡± y sobre el alf¨¦izar descansa un par de zapatillas. El detalle hace que la escena sea m¨¢s desolada, porque es la vida cotidiana contra el vac¨ªo del futuro. De hecho, a dos pasos est¨¢ Ciutat Meridiana, un pol¨ªgono de viviendas, ahora barrio, que es, de toda Barcelona, donde m¨¢s gente ha perdido la casa. Las asociaciones de vecinos la llaman ¡°Villa desahucio¡± y as¨ª lo dicen los carteles que anuncian nuevas operaciones, para que la gente vaya con las cacerolas a impedir la desgracia. La pr¨®xima cita es en la calle Pedraforca, a las 9 de la ma?ana. Otro cartel anuncia un acto de campa?a, de Iniciativa, que deben ser los ¨²nicos que se han acercado por aqu¨ª.
Dec¨ªa del fracaso. Llega la democracia y el Ayuntamiento progresista, que rige la cosa p¨²blica durante tres d¨¦cadas, mantiene firme el mandato franquista de hacer a la gente propietaria de su casa. La vivienda p¨²blica es de compra, contraviniendo la l¨®gica europea que establece que quien quiere y puede se compra la casa mientras el municipio va generando un parque de pisos de alquiler, barrios enteros, cedidos a perpetuidad si hace falta. Como los pisos de alquiler no desaparecen, a lo largo de los a?os crece un patrimonio p¨²blico que resulta muy eficaz para acoger inmigraciones masivas. Pero Barcelona ha puesto a la venta sus pisos a?o tras a?o, haciendo que el alquiler p¨²blico pr¨¢cticamente no exista, y nuestros trabajadores, j¨®venes e inmigrantes se tuvieron que poner a comprar. Ahora los desahucian.
Es m¨¢s, los pisos de Regesa no se venden porque salen m¨¢s caros que los que se ponen en el mercado por pura desesperaci¨®n de quienes no pueden asumir la cuota. Y porque los bancos favorecen con las hipotecas el movimiento del stock que han obtenido como una contrapartida siniestra del negocio. Y porque, puestos a comprar, la gente quiere pisos m¨¢s c¨¦ntricos, mejor comunicados. La pol¨ªtica de vivienda se ha colapsado, sin paliar la necesidad de tanta gente que sufre tanto. Habr¨¢ que volver a empezar.
Patricia Gabancho es escritora.
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