?Por qu¨¦ no tener una guillotina a mano?
Dos activistas venden esta m¨¢quina pero sin cuchillas de cortar, para protestar por los recortes
En estos tiempos de crisis, recortes y malestar social, ?Por qu¨¦ no tener una guillotina a mano? Con esta dr¨¢stica filosof¨ªa, los due?os de la tienda 198, afincada en el c¨¦ntrico barrio de Malasa?a, han decidido poner a la venta modelos de la m¨¢quina que decapitaba a los reos de muerte en la Revoluci¨®n francesa. No se preocupen. A diferencia de aquellas, la cuchilla de estas guillotinas es de cart¨®n pluma, por lo que no se pone ninguna vida en peligro.
La idea de Eduardo Garrido y Juan Manuel del Olmo es muy simple. Lo que estos chicos buscan es visualizar el descontento de los ciudadanos ante tanto recorte a trav¨¦s de un instrumento tan simb¨®lico como lo es la m¨¢quina que acab¨® con la vida de la reina Mar¨ªa Antonieta. Bajo el lema que presenta su producto estrella ¡ªRecortes son necesarios¡ª, estos dos activistas han querido hacer una cr¨ªtica mordaz a las pol¨ªticas de austeridad del Gobierno.
¡°Los ciudadanos est¨¢n sufriendo un terrible saqueo y hay que empezar a defenderse. Para ello hay que crear s¨ªmbolos p¨²blicos que reivindiquen sus derechos¡±, explica Juan Manuel, inform¨¢tico de 28 a?os. El pasado mi¨¦rcoles abrieron en el n¨²mero 76 de la calle de La Palma (Centro) la que, seg¨²n ellos, es la primera tienda que vende guillotinas en toda Europa.
Pero antes de emprender este proyecto, estos j¨®venes ya vend¨ªan a trav¨¦s de Internet camisetas con emblemas reivindicativos bajo la firma 198, que contiene los tres d¨ªgitos comunes de la generaci¨®n que naci¨® en los a?os ochenta. ¡°Los que hemos nacido en esa d¨¦cada nos encontramos sin futuro en este pa¨ªs por culpa de la crisis y es nuestra responsabilidad ser vanguardistas y luchadores para salir de esta¡±, explican.
Lo primero que ve el cliente a la entrada del local es una guillotina de madera de pino maciza con una altura de dos metros cuyo precio ronda los 200 euros. Eduardo Garrido, dise?ador gr¨¢fico de 30 a?os, a¨²n recuerda la cara de espanto que puso el carpintero cuando le encargaron la construcci¨®n de la m¨¢quina. Pero, una vez que le explicaron la finalidad, este padre de familia acept¨® el trabajo. En menos de 24 horas los chicos ya han recibido dos encargos y el carpintero, l¨®gicamente est¨¢ encantado. Mientras no rueden cabezas¡
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