Doloroso concierto de Navidad de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia
El acto estuvo dedicado a Simon Levey, principal de percusi¨®n y timbalero de la formaci¨®n, fallecido repentinamente horas antes de su comienzo
El Concierto de Navidad de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia (OSG) para Uni¨®n Fenosa tuvo unos proleg¨®menos nada habituales en los de abono de los viernes. A la llegada al Palacio de la ?pera destacaba visualmente la total ausencia de coches aparcados en la acera izquierda de la calle Uruguay y la masiva presencia de miembros de la Polic¨ªa Municipal, Polic¨ªa Nacional y coches y furgonetas de ambos cuerpos estacionados sobre la acera del Palacio. La causa de este raro ambiente fue la abundancia de personalidades pol¨ªticas y econ¨®micas, destacando la del presidente de la Xunta, Alberto N¨²?ez Feijoo y el alcalde de A Coru?a, Carlos Negreira entre las primeras y la del Presidente de Gas Natural Fenosa, Salvador Gabarr¨®, y su consejero delegado, Rafael Villaseca, entre las segundas.
Acomodados en sus asientos personalidades y p¨²blico ¨Caunque a buena parte de este se le permiti¨® entrar ruidosamente m¨¢s tarde, incluso sonando la m¨²sica-, V¨ªctor Pablo P¨¦rez, titular de la OSG hasta el final de esta temporada, anunci¨® por megafon¨ªa desde el podio que la orquesta dedicaba el concierto a su principal de percusi¨®n y timbalero habitual Simon Levey, fallecido pocas horas antes. En su homenaje, el programa se iniciar¨ªa con la interpretaci¨®n de una versi¨®n orquestal de Negra sombra de Juan Montes
Luego, la orquesta afront¨®, con la soberbia profesionalidad que la caracteriza, el programa previsto: adecuado a la previsi¨®n, era festivamente ligero, como bien se?alaba en sus notas al programa el maestro Maximino Zumalave. En la tensi¨®n del duelo que se viv¨ªa, la Suite de jazz n? 2 de Shostak¨®vich result¨® hiriente como una daga para los o¨ªdos de quienes conoc¨ªamos a Levey; la Suite sinf¨®nica de Porgy and Bess de Gershwin, tocada con una sorprendente regularidad r¨ªtmica ¨Cincluso en piezas como I ain¡¯t necesarily so-, solo tuvo sentido en sus momentos m¨¢s dram¨¢ticos, como My man¡¯s gone now.
Tras el descanso, el triunfal crescendo del Bolero de Ravel ¨Cmuy escalonado en la versi¨®n de P¨¦rez- devino escalada hacia una explosi¨®n final de dolor y solo la limpia voz de los peque?os cantantes del Coro de ni?os de la OSG, protagonistas primeros de una llamada Suite Disney del arreglista Peter Hope, fue b¨¢lsamo apropiado para tanto sentimiento doloroso.
Interpretar esa m¨²sica con el esp¨ªritu taladrado por la noticia de la inesperada muerte de quien fue su compa?ero por d¨¦cadas requiri¨® un esfuerzo que solo los m¨¢s allegados pudieron comprender. Dar bises fuera de programa como los villancicos Vinde galegui?o, vinde y Adeste fideles- pudo ser demasiada exigencia para los m¨²sicos. Tocar la Marcha Radetzki con esas palmas festivas y mal acompasadas de la concurrencia fue a todas luces excesivo. En un concierto sinf¨®nico cabr¨ªa esperar una sensibilidad mayor o al menos igual que la de los futbolistas, que no celebran los goles marcados a sus exequipos.
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