El morabito de la marihuana
La Santa le club es una asociaci¨®n legal de defensa del cannabis donde se fuma y se vende Un juez le devuelve la droga incautada en una redada por no ser un peligro para la salud p¨²blica
Pedro P¨¦rez es un morabito del cannabis. Un monje guerrero entregado a la causa de la normalizaci¨®n de las drogas blandas. Porque le gustan y porque lo considera un derecho civil por el que hay que pelear, igual que otros muchos. Y como a la guarida de todo morabito, no resulta sencillo acceder a la sede de La Santa le club, la asociaci¨®n que preside P¨¦rez y en la que se compra y fuma marihuana libremente porque a sus socios les apetece y porque pretenden que sea el detonante de un debate m¨¢s amplio.
La Santa se ubica en un antiguo bar del centro de Madrid, en una direcci¨®n que no se puede desvelar, tras una an¨®nima puerta de acero. Una vez rebasada esta, viene una segunda con una cerradura de huella biom¨¦trica que garantiza que solo los socios accedan a la peque?a sala con una barra de bar tras la que reposan tupperwares llenos de marihuana y frigor¨ªficos con bombones de canabis. El blindaje evita visitas indeseadas, pero tambi¨¦n es culpable de que la polic¨ªa, ofuscada al no conseguir entrar, reventara la puerta en una de las cuatro redadas que ha protagonizado all¨ª en un a?o. Los agentes echaron la puerta abajo y cayeron de bruces a los pies del par de socios que los miraban atonitos. ¡°?D¨®nde est¨¢ el resto de la droga? ?La hab¨¦is destruido?¡±, cuentan en La Santa que gritaban los polic¨ªas mientras se sacud¨ªan el polvo y se encontraban con un plato de bombones.
¡°Aqu¨ª no se destruye nada. y no nos escondemos. Es que queremos ser discretos. Nuestro objetivo es que se normalice el consumo, no dar numeritos¡±, cuenta Pedro. La asociaci¨®n defiende el uso l¨²dico, m¨¦dico y la investigaci¨®n con cannabis. En su lucha logr¨® un hito este 10 de enero, cuando un juez fij¨® la devoluci¨®n del material incautado en la ¨²ltima intervenci¨®n policial: 200 gramos de marihuana, bombones, galletas y 275 euros en efectivo. El argumento legal que concedi¨® el magistrado fue que el club, en el que la edad media es de 37 a?os y nadie se lucra dispensando la droga, no supone un atentado a la salud p¨²blica.
Un club con normas particulares
- La Santa le club es una asociaci¨®n cultural legal que defiende la normalizaci¨®n del consumo de cannabis con usos recreativos y terap¨¦uticos.
- Los socios recreativos pagan 10 euros mensuales m¨¢s el cannabis que consuman (hasta 60 gramos al mes).
- Los socios medicinales (en su mayor¨ªa, enfermos de c¨¢ncer) no pagan cuota.
- La edad media es de 37 a?os.
P¨¦rez ha intentado que la devoluci¨®n se hiciera en la comisar¨ªa de Leganitos, ¡°la peor para trabajar y para alojarse¡±, cuenta con iron¨ªa. Su prop¨®sito era transmitir el mensaje del juez a los agentes que lo mantienen retenido tres noches de media despu¨¦s de cada una de sus visitas, pero finalmente tendr¨¢ que ir a buscar el material a un centro toxicol¨®gico de Las Rozas.
Se oyen ruidos en el club. Alguien apoya el pulgar sobre el lector de huellas de la cerradura. Las puertas se abren. Pipo, un socio, entra y le se?ala a Pedro uno de los tupperwares tras la barra:
¡ªQuiero 20 gramos de White widow.
El precio es fijo: seis euros por gramo de cannabis de cualquier tipo y formato, todo autoproducido. Cuentan con un l¨ªmite de 60 gramos mensuales, el equivalente a dos diarios. Cada vez que se dispensa una m¨ªnima cantidad, queda consignado en un diario.
Una asociaci¨®n legal
La Santa es una asociaci¨®n cultural sin ¨¢nimo de lucro legalmente constituida en junio de 2011. Est¨¢ inscrita en el Ministerio de Interior, paga alquiler y ya ha abonado m¨¢s de 4.000 euros en impuestos. Tiene asesor¨ªa legal y 212 socios que deben registrarse con DNI y haber cumplido los 21 ¡ª¡°para alentar el consumo responsable y evitar la chiquiller¨ªa¡±¡ª.
La implicaci¨®n de Pedro en la lucha fue progresiva. ¡°Primero abr¨ª un growshop por pura rabia. Me acababan de desperdir de Iberia porque en una prueba me detectaron marihuana. Y yo me preguntaba: ?Lo que fume en casa me hace menos apto para trabajar?¡±. Tras un tiempo gestionando el growshop, que quedaba cerca del hospital Gregorio Mara?¨®n, lanz¨® la asociaci¨®n porque le deprim¨ªa el goteo de enfermos de c¨¢ncer y onc¨®logos que preguntaban por la posibilidad de conseguir cannabis evitando los narcotraficantes. Esa es la raz¨®n de que La Santa distinga dos modalidades de socio: el recreativo (10 euros al mes, m¨¢s su consumo de cannabis) y el medicinal (sin cuota). ¡°No es demagogia¡±, cuenta Pedro tomando un botell¨ªn de agua de una de las m¨¢quinas de vending del club ¡ªest¨¢ prohibido el alcohol para no hacerle la competencia a los bares de la zona¡ª, ¡°pero es que la situaci¨®n en la que llegan algunos enfermos es muy dura: buscando un alivio muchas veces han acabado el mundo del trapicheo, que puede ser muy desagradable¡±.
La actitud de los abonados respecto a la polic¨ªa es comprensiva. ¡°Yo lo entiendo¡±, dice Pedro: ¡°Ven un lugar donde se fuma y se compra y se les enciende el piloto, pero suelen ser correctos¡±. Una socia que acaba de llegar para aprovisionarse explica c¨®mo en una redada se le escap¨® el perrito y un agente tuvo que salir tras ¨¦l a la calle: ¡°Se le ve¨ªa avergonzado al hombre, la verdad: asustando a se?oras con perrito¡±.
En La Santa conocen de la existencia de unas 500 asociaciones de corte similar, la mayor¨ªa en el Pa¨ªs Vasco. ¡°Es un movimiento que no se puede parar¡±, opina convencida la misma socia: ¡°Cuantas m¨¢s haya, m¨¢s se extender¨¢ el debate, y deber¨¢n legislarlo¡±. Pedro le da la raz¨®n: ¡°Tenemos fe en el Estado de derecho. Queremos que esto represente un ingreso p¨²blico, con un impuesto que financie la sanidad¡±.
P¨¦rez insiste en que el problema no es policial, sino que hay que legislar con menos hipocres¨ªa. Aunque reconoce las incomodidades de su situaci¨®n. ¡°Para resaltar el car¨¢cter privado de la asociaci¨®n ante la polic¨ªa, lo que hice en marzo fue instalarme aqu¨ª¡±, dice se?alando un sof¨¢ con aspecto de no ser demasiado confortable. El local, con sus paredes verde hospitalario y sin m¨¢s alimento que el de las dos m¨¢quinas, dista mucho de un palacio. ¡°Te aseguro que es mejor que la comisar¨ªa¡±, objeta con una sonrisa el presidente. ¡°Estoy durmiendo aqu¨ª chungo, pero qu¨¦ quieres: son las trincheras¡±. Nadie dijo que lo de monje guerrero fuera sencillo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.