Los enemigos de Oriol Junqueras
En la vida privada no me parece que sea lo mejor para nadie sacarse de encima las responsabilidades propias y endilg¨¢rselas a otros. No es bueno para su salud mental ni ¨¦tica, adem¨¢s de ser horrible para el que sufre semejante irresponsabilidad, pero bueno, estamos ante un hipot¨¦tico caso privado y cada uno hace con su vida lo que considere mejor para ¨¦l, aunque sea en detrimento de un tercero. Pero en la esfera p¨²blica las cosas cambian bastante. Un pol¨ªtico no puede escurrir el bulto de sus irresponsabilidades o errores y atribu¨ªrselos a otros. Un pol¨ªtico no puede hacer de esa estrategia innoble un sistema. O un cap¨ªtulo importante del programa pol¨ªtico de su partido. Sin embargo, esos pol¨ªticos existen. Incluso algunos de todav¨ªa exigua trayectoria, de flamante participaci¨®n en la arena pol¨ªtica de nuestro principado, esgrimen ya la inagotable cantinela de la estigmatizaci¨®n.
He le¨ªdo estos d¨ªas una colecci¨®n de art¨ªculos de prensa de Umberto Eco. El que presta su t¨ªtulo al volumen, Construir al enemigo, nos regala estas reflexiones que no tienen desperdicio: ¡°Cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo. V¨¦ase la generosa flexibilidad con la que los naziskins de Verona eleg¨ªan como enemigo a quienquiera que no perteneciera a su grupo, con tal de reconocerse como tales. Pues bien, en esta ocasi¨®n no nos interesa tanto el fen¨®meno casi natural de identificar a un enemigo que nos amenaza como el proceso de producci¨®n y demonizaci¨®n del enemigo¡±.
Algunas expresiones de los partidos independentistas conducen, de forma imprudente, a perfilar un enemigo
En los partidos independentistas, con todo el respeto que me merecen, algunas palabras usadas con una descontrolada imprudencia conducen desafortunadamente a perfilar un enemigo. No dejar, por ejemplo, de llamar expolio a un discutible tratamiento fiscal por parte del Estado respecto a Catalu?a, no deja de ser otra manera de construir un enemigo. Llamar sistem¨¢ticamente expoliador al Estado, adem¨¢s de inapropiado insulto, muestra el camino m¨¢s intransitable para alcanzar un acuerdo en una materia tan delicada, compleja y tan cierta como es el desencuentro fiscal entre Espa?a y Catalu?a. Y ya no digamos lo inapropiado y ofensivo que resultan frases del tipo ¡°Espa?a nos roba¡±. Todo con el empe?o casi infantil de hacernos un enemigo a nuestra medida. Pero uno es due?o de creerse o no estas invectivas. Yo no las creo. Y cuando vienen seg¨²n de qui¨¦n, mucho menos. Insisto, eso no significa que Catalu?a no deba reclamar su parte de raz¨®n en un asunto tan vital para el mejor bienestar de sus ciudadanos como es el tratamiento fiscal. Pero una cosa es eso y otra muy distinta echar le?a a un fuego que, una vez encendido, no sabremos c¨®mo apagar.
Una prueba de lo que digo la podr¨¢ encontrar el lector en el Punt Avui de este ¨²ltimo domingo. Se trata de la entrevista que le hace el diario al presidente de Esquerra Republicana y jefe de la oposici¨®n Oriol Junqueras. Cuando se le pregunta sobre los presupuestos de la Generalitat de este a?o y sobre el alcance de sus recortes, no tiene ning¨²n inconveniente en repetir el consabido sonsonete: ¡°Los presupuestos ser¨¢n terribles por culpa del Estado¡±. O sea, si no he entendido mal, Junqueras nos dice que el equipo econ¨®mico de la Generalitat no tendr¨¢ ninguna responsabilidad en que esos presupuestos sean tan terribles, que lo ser¨¢n sin lugar a dudas. Parece ser que el mete¨®rico avance de las desigualdades sociales en Catalu?a tambi¨¦n se debe solo al Estado y no a las brutales pol¨ªticas de ajuste del Gobierno de Artur Mas. Y tambi¨¦n parece que la no menos brutal reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico es una particular obsesi¨®n de Montoro y no del magn¨¢nimo timonel Artur Mas.
?He de creerle a Oriol Junqueras? Hace unos a?os, tuve la oportunidad de escuchar una conferencia suya sobre la batalla del Ebro en uno de sus legendarios escenarios, la cota de Santa Magdalena, a tiro de piedra de Gandesa. Acabada la charla, repar¨¦ en el hecho de que en ning¨²n momento Junqueras hab¨ªa mencionado al general Vicente Rojo, algo as¨ª como disertar sobre la batalla de Waterloo y no citar a Napole¨®n. No es de fiar, me dije, y lo sigo pensando.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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