Oh capit¨¢n
Hoy toca oficio, Agust¨ª. Lo que te reir¨ªas vi¨¦ndome tratar de escribir estas l¨ªneas. Es que no cabes en un obituario. Qu¨¦ f¨¢cil es despedir h¨¦roes y aventureros y qu¨¦ dif¨ªcil es decir adi¨®s a un amigo. Digo amigo y la palabra se me queda corta. Somos tantos los que sentimos que contigo hemos perdido mucho m¨¢s que un amigo y un compa?ero, a un hermano, a un ser indispensable. Si un hombre vale lo que el pesar de su muerte pone en los corazones de los que lo conocieron, t¨² te acu?as en oro puro de Samarcanda. Te imagino sonre¨ªr y pedirme que ponga los pies en el suelo. Pero no puedo porque tu muerte nos deja demasiado despose¨ªdos para ser capaces de aceptarla.
Cada persona que te conoc¨ªa y te quer¨ªa ¡ªdos cosas que eran indisociables¡ª trazar¨ªa de ti un perfil distinto, pues a cada uno nos iluminabas de manera diferente. He estado a tu lado desde hace much¨ªsimos a?os, desde que entraste en EL PA?S. Nos impresionaba tu conocimiento de la m¨²sica y tu facilidad para escribir de lo que fuera con una pertinencia, una pasi¨®n y un sentido del humor extraordinarios. Siempre fuiste muy generoso y tend¨ªas a ver los valores en los dem¨¢s antes que en ti mismo. Dudabas, te juzgabas con severidad, te probabas cada vez que escrib¨ªas, y de esa manera, como quien no quiere la cosa, te convertiste en maestro. Enmarcar¨ªas una ceja: maestro era la palabra que guard¨¢bamos, ?recuerdas?, para los grandes de este oficio, aquellos a los que siempre admiramos y que parec¨ªan tener el secreto de la vida y de la escritura. Pero t¨² llegaste, Agust¨ª. Sin perder un ¨¢pice de humanidad. Sin vender un pedacito de tu alma. Conservando a Tint¨ªn.
Guardo como tesoros ¡ªcomo har¨¢n tantos¡ª los mensajes de ¨¢nimo, est¨ªmulo y apoyo que prodigabas. Ten¨ªas un conocimiento de los sentimientos que proven¨ªa sin duda de tu historial de p¨¦rdidas y que hac¨ªa de ti el mejor hombro, personal y profesional, en el que apoyarse. De muchos de nosotros, con tus consejos y ayuda, has hecho lo que somos.
Ten¨ªa talento literario, curiosidad, humor y una inmensa cultura
Admir¨¢bamos tu capacidad para armar buenas historias. Para ejercer ese periodismo s¨®lido, consistente, que deja poso, reflexivo y responsable, tan poco usual hoy. Bordabas las entrevistas, eras genial en los reportajes, qu¨¦ te voy a decir de las cr¨ªticas de ¨®peras y conciertos ¡ªyo que no tengo o¨ªdo y que cuando me llevaste aquella vez a ver a Pl¨¢cido Domingo hacer Parsifal en el Liceo me pareci¨® mucho m¨¢s interesante observar c¨®mo segu¨ªas t¨² la representaci¨®n, transportado, iluminado, que mirar al escenario¡ª. Pero en lo que eras memorable era en las cr¨®nicas, las columnas y piezas de opini¨®n, los pat¨¦s de campa?a, cuando pod¨ªas emplear a fondo todos tus enormes recursos, tu talento literario, tu curiosidad, tu inmensa cultura, tu c¨¢lida iron¨ªa y tu conocimiento de lo que impulsa y conmueve a la gente. Siempre he pensado que la palabra mayor es ¡°honor¡±; t¨² me ense?aste que hay virtudes superiores, como el respeto y la piedad. Eras comprensivo con las debilidades y r¨¢pido en el perd¨®n.
Est¨¢s saliendo muy bueno. Claro, est¨¢s muerto. Pero hab¨ªa un Agust¨ª que no debemos olvidar, incisivo, bromista, bon vivant, excesivo, que sab¨ªa de la necesidad de aprovechar la vida, ap¨®stol del carpe diem ¡ªde nuevo por esa familiaridad con la tragedia¡ª, un Agust¨ª de risas, de joie de vivre, y de no tomarse las cosas muy a pecho. Llegabas, ?te acuerdas?, por las ma?anas aquellos d¨ªas en que pens¨¢bamos que el trabajo nos desbordaba en la secci¨®n de Cultura. Mirabas mi rostro avinagrado y soltabas con voz de bar¨ªtono un desarmante ¡°?Good morning Vietnam!¡±. Siempre estabas all¨ª. Amparando en los fracasos, cubriendo en los errores, interponi¨¦ndote en las injusticias.
Conseguiste premios, te ganaste el respeto y tu opini¨®n era muy considerada. Entonces, en uno de tus grandes momentos profesional y vital, como en las tragedias y en las ¨®peras, llegaron las pruebas. El ictus y luego el c¨¢ncer que siempre hab¨ªas temido. Lo llevaste todo con una entereza de S¨¦neca y as¨ª te has enfrentado a la muerte: el ¨²ltimo ejemplo que nos dejas. Incluso hoy, sin embargo, no puedo dejar de asociarte a la vida. A la motocicleta y el aire en el rostro, a tu p¨¦niche ¡ªoh, capit¨¢n¡ª y su lento discurrir gozoso en aguas en que retozan las nutrias. La imagen que conservo no es la del compa?ero de mesa en el diario sino la del colega de canoa. Durante un tiempo sol¨ªamos remar juntos en el Canal Ol¨ªmpico de Castelldefels, los mediod¨ªas, escapando del trabajo. Habl¨¢bamos, re¨ªamos y fing¨ªamos remontar horizontes lejanos de l¨ªmpida transparencia. A lo mejor s¨ª que es este en el fondo, adem¨¢s del de un gran periodista, el obituario de un valeroso aventurero. Aventurero de la vida, explorador de los confines m¨¢s anchos y hermosos de la amistad.
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