Escuela p¨²blica laica
"La escuela p¨²blica es un espacio com¨²n regido por los valores c¨ªvicos compartidos por todos; las creencias religiosas son una opci¨®n personal"
Aplicar a escuela los adjetivos p¨²blica y laica tal vez sea una redundancia de la que, desgraciadamente, todav¨ªa no podemos prescindir. Ve¨¢moslo.
Estamos acostumbrados a ver p¨²blico acompa?ando a muchos sustantivos diferentes: poder, dinero, opini¨®n, salud, empresas, administraci¨®n, servicios, gesti¨®n, instituciones, sanidad... En todos estos usos, p¨²blico significa que no es de titularidad privada sino que es de todos o para todos. En los estados democr¨¢ticos modernos la gesti¨®n de lo p¨²blico constituye una de las tareas fundamentales de los gobiernos y las distintas posiciones ideol¨®gicas generan tratamientos muy dispares. En Espa?a hemos estado asistiendo durante las ¨²ltimas d¨¦cadas a un progresivo debilitamiento de lo p¨²blico.
El capitalismo y los sucesivos gobiernos a su servicio han mostrado un insaciable af¨¢n privatizador que suelen justificar con la afirmaci¨®n de que la propiedad y gesti¨®n privada de los servicios garantizan un menor coste y una mayor eficiencia. Aunque los datos de que disponemos desmienten rotundamente dicha afirmaci¨®n -recordemos el caso del Reino Unido-, el Gobierno ha hecho de ella una machacona consigna publicitaria que s¨®lo el sector m¨¢s incauto de la ciudadan¨ªa toma como verdadera. Lo bien cierto es que los gobiernos -central y auton¨®mico- que son quienes habr¨ªan de gestionar y salvaguardar los servicios p¨²blicos, parecen empe?ados en deshacerlos; solo ven en ellos una fuente de negocio.
En todo el Estado espa?ol muchas personas, organizaciones y distintas plataformas han comprendido la trascendencia de las medidas gubernamentales y llevan mucho tiempo movilizadas para salvaguardar la escuela p¨²blica. Pero aunque la titularidad, la gesti¨®n y la calidad de los servicios p¨²blicos sea una reivindicaci¨®n irrenunciable, hay otro matiz en el concepto p¨²blico que con frecuencia se olvida y cuya relevancia se hace m¨¢s patente al aplicar el concepto a la escuela.
Se trata de la aspiraci¨®n democr¨¢tica de construir un espacio com¨²n a todos los ciudadanos, independientemente de las diferencias que puedan darse entre ellos. Uno de los rasgos definitorios de la sociedad democr¨¢tica es el compaginar el derecho individual a construir la propia conciencia y dise?arse el plan de vida que cada uno considere conveniente, con la aspiraci¨®n de crear un marco de convivencia en el que todos compartan los mismos valores c¨ªvicos.
En otras palabras, la organizaci¨®n democr¨¢tica de la sociedad tiene la enorme ventaja de hacer compatibles el derecho a las diferencias individuales (libertad de conciencia con todas sus variantes: pensamiento, informaci¨®n, creencias, etc) con la obligaci¨®n de compartir un espacio com¨²n que s¨®lo puede regirse por el principio de igualdad. Por consiguiente, una organizaci¨®n social que no garantice el respeto a la pluralidad y diversidad en un marco de igualdad, no ser¨¢ del todo democr¨¢tica.
Pues bien, en lo que solemos llamar escuela p¨²blica hay un d¨¦ficit democr¨¢tico que hace que no sea p¨²blica: no es laica. El hecho m¨¢s relevante que hace que sea as¨ª es la asignatura de religi¨®n. Su sola presencia en el curriculum escolar dinamita cualquier pretensi¨®n de ser p¨²blica y ello por muchas razones de las que destacaremos solo algunas: Una es porque establece una discriminaci¨®n en el alumnado en funci¨®n de su ideolog¨ªa o la de su familia. La escuela p¨²blica es un espacio com¨²n regido por los valores c¨ªvicos compartidos por todos. Las creencias religiosas, por el contrario, son una opci¨®n personal, privada, incompatible con lo com¨²nmente compartido. Una segunda raz¨®n es porque sus contenidos son ¨¦tica e intelectualmente insostenibles: algunos son contrarios a los derechos humanos (autonom¨ªa personal, igualdad entre varones y mujeres, libertad personal...) y, por tanto, ¨¦ticamente injustificables y otros son contrarios a lo que la raz¨®n y la ciencia sostienen.
Es decir, esta materia aborda contenidos irreconciliables con las funciones educativa -valores comunes, universales- y formativa -contenidos racionales, cient¨ªficos- de la escuela p¨²blica; se trata de un descarado adoctrinamiento pagado con dinero de todos. Pero es que, adem¨¢s, el conjunto de sus contenidos tienen un defecto de origen al ser establecidos por la jerarqu¨ªa de una confesi¨®n y no por el poder leg¨ªtimo. Tambi¨¦n hay otras razones de ¨ªndole menor como la complicaci¨®n que genera en la organizaci¨®n escolar, el dinero sustra¨ªdo de los recursos p¨²blicos para pagar un adoctrinamiento particular, las horas lectivas que podr¨ªan emplearse en otras cosas, la selecci¨®n sectaria de un profesorado -m¨¢s bien catequistas- sin concurrencia p¨²blica aunque se les paga con fondos p¨²blicos, etc.
En definitiva, la escuela p¨²blica es un espacio de integraci¨®n de personas muy diferentes entre si y que provienen de familias con diferentes ideolog¨ªas, creencias, posiciones pol¨ªticas etc. Si no es laica, si la organizaci¨®n y desarrollo de la funci¨®n educativa no se hace al margen de la religi¨®n, se est¨¢ segregando por creencias y se desvirt¨²a la funci¨®n de la escuela.
En realidad, en los ¨²ltimos setenta a?os no ha habido en Espa?a escuela p¨²blica propiamente dicha. Es cierto que tras la muerte de Franco se vivi¨® muy intensamente la aspiraci¨®n de conseguir una escuela p¨²blica aut¨¦ntica: universal e igual para todos, rigurosa y cient¨ªfica en sus m¨¦todos y contenidos y absolutamente neutral en cuesti¨®n de creencias e ideolog¨ªas. Aquella ilusi¨®n se ha visto truncada por el absurdo y abusivo concordato con el Vaticano y la pol¨ªtica que han seguido los sucesivos gobiernos a favor de la ense?anza privada cuyo principal instrumento ha sido la concertaci¨®n.
Pese a las constantes reformas educativas de las ¨²ltimas d¨¦cadas, no se ha dado ni un solo paso hacia la laicidad de la escuela y, para rematarlo, la LOMCE del se?or Wert todav¨ªa agrava m¨¢s la situaci¨®n ya que su principal caracter¨ªstica -por encima, incluso, de no pretender resolver ning¨²n problema del sistema educativo- es que establece la discriminaci¨®n y segregaci¨®n del alumnado como categor¨ªa del sistema: aumenta la discriminaci¨®n por las creencias al mejorar el estatus de la religi¨®n, introduce discriminaci¨®n social con las rev¨¢lidas, con el tratamiento de los programas de mejora del aprendizaje, con el procedimiento de clasificaci¨®n de centros, con el sistema de admisi¨®n del alumnado o al autorizar centros segregados de chicos y chicas. Osea, nos estamos alejando de la escuela p¨²blica sin haber llegado nunca a alcanzarla.
Pero aunque democr¨¢tica, p¨²blica y laica son sin¨®nimas en el sentido que hemos se?alado -construcci¨®n y disfrute de un espacio com¨²n compartido, integrador, igualitario-, con frecuencia se reivindica la escuela p¨²blica atendiendo s¨®lo a su titularidad y se olvida el matiz que explicita el concepto laica. No es posible una escuela democr¨¢tica y p¨²blica si no es laica, si no recoge la moderna y a la vez vieja aspiraci¨®n ilustrada de separar estrictamente los ¨¢mbitos p¨²blico y privado: los contenidos cient¨ªficos, los valores c¨ªvicos, los derechos humanos pertenecen a lo p¨²blico y las opciones religiosas o ideol¨®gicas pertenecen a lo privado. Pero tampoco puede ser una escuela de calidad mientras lo privado, el credo individual de algunos, contamine el espacio com¨²n, lo p¨²blico, e introduzca discriminaci¨®n. No habr¨¢, desde luego, calidad pedag¨®gica y cient¨ªfica, pero tampoco, y no es menos importante, calidad democr¨¢tica.
Todo lo dicho plantea una exigencia inaplazable para quienes defienden una ense?anza p¨²blica de calidad: si quieren ser coherentes con su aspiraci¨®n habr¨¢n de incluir siempre, siempre el concepto de laica y, por supuesto, reivindicar con constancia y total contundencia que la religi¨®n salga de la escuela.
Rafael Cuesta es miembro de Europa-Valencia Laica
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