Seis propinas, seis

Dec¨ªamos ayer¡­ El regreso de Sokolov a Madrid vuelve a poner de manifiesto que hay valores que permanecen por muchas crisis, musicales y de las otras, que revoloteen amenazadoras en los alrededores. El mismo ritual, los mismos gestos, la misma sobriedad, la misma manera de andar y de enfrentarse al piano. Cambia, claro, el programa b¨¢sico, pero manteniendo las exigencias interpretativas. Bach y Schumann, los compositores elegidos hace un par de a?os, cedieron su sitio esta vez a Schubert y Beethoven. El primero, con cuatro impromptus y tres piezas para piano de su etapa final. Con versiones m¨¢s cercanas al dolor que a la contemplaci¨®n, a la fuerza rebelde que al ensimismamiento mel¨®dico. Beethoven, con su sonata m¨¢s desmesurada, la 29, temible para casi todos los pianistas, un paseo para Sokolov. Escalofriante adagio, imponente fuga.

Con el pianista ruso el espectador se enfrenta tambi¨¦n a un ejercicio de resistencia. En el programa oficial, desde luego, pero tambi¨¦n en lo que viene despu¨¦s. Seis propinas, o bises, como prefieran, regal¨® el lunes entre aclamaciones, en un ejercicio de realimentaci¨®n entre escenario y sala que sorprende y arrebata a la vez. Seis, s¨ª, el mismo n¨²mero de piezas extras que en el recital anterior en este auditorio. Sin una sonrisa, sin un gui?o para la galer¨ªa. Lo que importa es el piano, la interiorizaci¨®n de las obras, la comunicaci¨®n al desnudo. Sokolov lleva bien memorizado lo que interpreta. Ni una partitura a la vista. El p¨²blico se somete a su musicoterapia o sale despavorido por el agotamiento. En una carrera sin ning¨²n tipo de concesiones, Sokolov ha hecho en cada momento de su vida lo que le ha dado la gana. Lo sigue haciendo y es parte de su grandeza. Vi¨¦ndole, escuch¨¢ndole, como en un oasis, la vida sigue igual. En su pr¨®ximo recital volveremos a recordar a Fray Luis de Le¨®n. Ustedes me entienden.