Una Malasa?a de cuento
Carlos Osorio recrea en un ameno libro el pasado y las leyendas del hist¨®rico barrio madrile?o
Hacerse una idea del Universo es mucho m¨¢s f¨¢cil en el barrio de Maravillas, m¨¢s conocido como Malasa?a y denominado de manera oficial Universidad, que en cualquier otro lugar de Madrid. Es un crisol de todo lleno, donde la historia de la ciudad, su hoy, su pasado y su horizonte se estrechan c¨¢lidamente la mano entre los bulevares, Fuencarral, la Gran V¨ªa y la calle de la Princesa. Nada le falta. ?Palacios? En la calle de San Bernardino, se encuentra el del Marqu¨¦s de Santa Cruz, ?lvaro de Baz¨¢n, una casona neocl¨¢sica de dos plantas repleta de tesoros art¨ªsticos e hist¨®ricos, como los fanales que alumbraron los nav¨ªos que bajo el mando del almirante derrotaron al Turco en la batalla de Lepanto en 1571.
?Conventos? El de las Comendadoras, en la plaza que lleva su nombre, que gracias a la arquitecta Emmanuela Gambini ha recobrado el esplendor del siglo XVII, tras haber sufrido en agosto de 2007 los efectos de un movimiento tel¨²rico de grado 5,1.
?Rascacielos? Pues claro, los dos que fueran durante temporadas hitos m¨¢s elevados de Europa: el edificio de Telef¨®nica ¡ªen cuya cumbre habita un voraz halc¨®n que aniquila toda otra ave que surque ese trozo de cielo que sobrevuela la Gran V¨ªa¡ª y el edificio Espa?a, con su fachada tambi¨¦n timbrada de ornamentaci¨®n neobarroca.
?Barroco? El mejor de Madrid: la iglesia de San Antonio de los Alemanes, en la calle de la Puebla, donde Luca Giordano, invitado por Carlos II, dejara sus mejores frescos sobre los muros en elipse del fascinante templo.
?Templos? El del monasterio de San Pl¨¢cido, en la calle de San Roque, donde permaneciera colgado de su madero el Cristo de Vel¨¢zquez, colocado all¨ª como expiaci¨®n de sus culpas por Felipe IV. Aquel rey lujurioso quiso seducir a una monja, ingeniosamente camuflada de difunta, para huir de su asechanza, por mor de sus atribuladas compa?eras religiosas: acosadas tambi¨¦n ellas por un l¨²brico confesor, desesperadas, se proclamaron posesas de Lucifer y fueron a dar con sus huesos diez a?os a las secretas mazmorras subterr¨¢neas del Toledo inquisitorial.
Todo ello en medio de una sutil fronda pol¨ªtica que se llev¨® por delante, primero a Jer¨®nimo de Villanueva, mentor del convento, y luego al valedor de este, valido a su vez de Felipe IV: el Conde Duque de Olivares, cuyo cuartel de Guardias Valonas ha sido durante tres siglos el edificio m¨¢s grande de la ciudad, encastrado con el barrio de Malasa?a, escenario hist¨®rico de heroicas gestas.
?Heroicas gestas? Desde luego: las protagonizadas por 29 militares del parque de Montele¨®n y un centenar de madrile?os y madrile?as que con arrojo y descomunal bravura, con apenas un par de ca?ones, un manojo de escopetas, hoces, chuchillos de cocina y unas fat¨ªdicas tijeras, pararon los arrogantes pies de un temible ej¨¦rcito invasor, a la saz¨®n el m¨¢s poderoso de su ¨¦poca, una infausta ma?ana de mayo de 1808. Los gritos, los disparos, el ardor combativo de aquellas personas que perdieron su vida para que las dem¨¢s la sobrellevaran con digna libertad, parecen escucharse a¨²n en algunas tardes madrile?as en torno a la plaza del Dos de Mayo, donde las estatuas que cincelara Antonio Sol¨¢ sellan en m¨¢rmol el pacto entre los bravos capitanes artilleros Luis Daoiz y Pedro Velarde, no lejos de la calle dedicada al tambi¨¦n valeroso teniente Jacinto Ruiz.
Es una pena que el precioso grupo escult¨®rico dedicado al comportamiento del pueblo madrile?o en aquellas fechas, hoy enclavado al otro lado de la plaza de Espa?a, no se encuentre en el ¨¢mbito de este barrio, como ha propuesto el arquitecto municipal Joaqu¨ªn Rold¨¢n, quien recobrara el extraordinario monumento de la plaza de la Lealtad dedicado a aquellos h¨¦roes.
?H¨¦roes? S¨ª. Tambi¨¦n aquellos miles de hombres y mujeres del barrio de Malasa?a, Maravillas o Universidad, como quiera llam¨¢rsele, que tan estoicamente y sin perder la sonrisa soportaron tres a?os, tres, de bombardeos inmisericordes de la artiller¨ªa de Franco y la aviaci¨®n nazi e italiana.
De todo ello da cumplida cuenta en un ameno y bien escrito libro que lleva el nombre de su bienamada Malasa?a, Carlos Osorio, vecino comprometido desde hace d¨¦cadas en la defensa de un barrio excepcional: no solo cobr¨® magnificencia en el Siglo de Oro, sino que se desarroll¨® deslumbrante en sus numerosos palacios la centuria ilustrada siguiente; se vio alcanzado por la industrializaci¨®n decimon¨®nica y sus abigarradas calles acogieron con calidez y afecto, el declinar el siglo XX, aquellos j¨®venes de la Movida, que despu¨¦s de cuarenta a?os de dictadura franquista comenzaron a catar las mieles de las libertades individuales, toda vez que las colectivas hab¨ªan sido recuperadas a partir de las protestas estudiantiles de 1956, surgidas, precisamente, en la glorieta y la entonces universitaria calle de San Bernardo, el eje que vertebra este prodigioso distrito, salpicado hoy de bares, cafetines y salas de m¨²sica.
Malasa?a. Carlos Osorio. 227 p¨¢ginas. Ediciones la Librer¨ªa. 14,90 euros.
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