Con la mesa puesta
Luces, escenograf¨ªa y vestuario de 'Return' est¨¢n esmeradamente cuidados de forma que no tapan nunca la acci¨®n
Una parte considerable del material coreogr¨¢fico est¨¢ basado en el arte del porteador: el hombre lleva en volandas a la mujer, la ase y la lanza a la aventura ¨ªntima, a un terreno o laberinto que ser¨¢ sorpresivo; se trata de algo muy f¨ªsico y sin concesiones, con riesgo. La actriz hace un esfuerzo para entrar en un registro ajeno: el baile. Se evidencia que no es una bailarina, no lo pretende aparentar, sino que se vale de Muraday para apoyar una explosi¨®n de roce y b¨²squeda. Todo es un tira y afloja donde ella cautiva convincente con su encanto mientras la r¨¦plica le viene de una sombra agresiva que hasta vuela. Dir¨ªase que se compensan.
Pueden los artistas hablar incesante y ansiosamente, pero lo mejor de ellos, donde lo dan todo esta vez, est¨¢ en otro sitio y no en la palabra. Como casi siempre pasa en la danza, los textos quedan ociosos, ya sean de gran enjundia o como en este caso, de filosof¨ªa de barra (de bar). Los di¨¢logos no aportan demasiado; no llegan a molestar pero se muestran prescindibles ante sus arrolladoras muestras de energ¨ªa, compenetraci¨®n y transmisi¨®n actoral. Es el equilibrio entre los valores intelectuales y los art¨ªsticos lo que se pone en juego, y esta obra seria vale la pena, lejos del micr¨®fono, mejor que mejor. Se deja ver con facilidad, se entra en la historia enseguida y su ritmo est¨¢ conseguido de principio a fin; decir que se dejan la piel, no es un lugar com¨²n.
Return
Coreograf¨ªa y baile: Chevy Muraday; m¨²sica: Ricardo Miluy Mariano Mart¨ªn; direcci¨®n y luces: David Picazo; textos: Pablo Messiez. Con Marta Atura. Matadero Madrid. Hasta el 24 de marzo.
Con la m¨²sica sucede algo similar. No hacen faltan esas cancioncitas en ingl¨¦s. Las partituras originales, ya sean las electr¨®nicas puras o las de guitarra (con el excelente y potente ostinato de la primera secci¨®n) abarcan la escena globalmente, arropan la acci¨®n y a la pareja; lo dem¨¢s es accesorio y quita fuerza a los momentos dram¨¢ticos, que definitivamente ganan la partida a partir de que se queda la mesa puesta, un s¨ªmbolo de que la armon¨ªa de una hermosa vajilla blanca, un bouquet de flores rojas y un buen vino pueden ser solamente un pretexto m¨¢s en la b¨²squeda esencial de dos seres desesperados, contradictorios, y como personajes, dibujados con crudo acierto.
Luces, escenograf¨ªa y vestuario est¨¢n esmeradamente cuidados en una s¨ªntesis que no tape en ning¨²n momento esa acci¨®n que trepida hacia la catarsis o como esperanzadamente sugieren los dos amantes, a un reinicio del ritual y la aventura.
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