Brahms y Ravel en un fin de semana de partitura doble para la Sinf¨®nica
Con Orozo a la batuta y Perianes al piano, la OSG cuadro dos brillantes conciertos el viernes y el s¨¢bado
La Orquesta Sinf¨®nica de Galicia, dirigida por Andr¨¦s Orozco Estrada, celebr¨® el pasado fin de semana los conciertos de sus abonos de viernes y s¨¢bado con un programa que comprendi¨® El sue?o de un bailar¨ªn, de Francisco Escudero; el Concierto en sol de Maurice Ravel, acompa?ando al pianista Javier Perianes, y la Sinfon¨ªa n? 2 de Johannes Brahms. La obra de Escudero alterna tuttis de festiva brillantez con otros m¨¢s serenos en los que surgieron hermosos solos del oboe de David Villa, el viol¨ªn de Ludwig D¨¹richen, el clarinete de Juan Ferrer y la flauta de Claudia Walker, que precedieron al final, entre on¨ªrico y nebuloso, del chelo de Ruslana Prokopenko.
Fue un acertad¨ªsimo aperitivo antes del primer plato fuerte, el concierto raveliano, del que Javier Perianes hizo una espl¨¦ndida versi¨®n. Perianes estuvo t¨¦cnicamente impecable de principio (con esos brillantes glissandi y la incre¨ªble sutileza de sus arpegios) a fin. Y junto a Orozco y la Sinf¨®nica hizo fluir po¨¦ticamente la m¨²sica de Ravel, intrincada y multiforme, en un tobog¨¢n de expresividad sonora que alcanz¨® su mayor profundidad en el recogimiento del Adagio assai central y su intensidad expresiva -plasmada en una paulatina intensificaci¨®n din¨¢mica, de crecimiento apenas perceptible- a la que contribuy¨® de manera decisiva el solo de corno ingl¨¦s, inmenso en todos los sentidos, de Scott MacLeod.
La agitada brillantez del Presto fue catapulta de los ¨¢nimos de m¨²sicos y p¨²blico, que estall¨® en una ovaci¨®n muy calurosa. Perianes, tras salir del escenario y regresar a ¨¦l, correspondi¨® regalando una preciosa versi¨®n de La muchacha de los cabellos de lino, de Debussy.
Con esa primera parte era l¨®gico que el clima inicial de la Segunda de Brahms tuviera un precioso aire de suspensi¨®n sonora, con el canto de trompas y maderas flotando sobre la sutileza como de niebla matutina de la cuerda. A partir de ella surgi¨® toda la fuerza de Brahms, con excelente control de sonido, alternando las dosis justas de pesantez con la precisa ligereza en la densidad orquestal caracter¨ªstica del de Hamburgo.
Y todos los sentimientos escritos en su partitura -pasi¨®n contenida, ternura, fuerza indomable y el precioso lirismo del Adagio non troppo, que Orozco salpic¨® con momentos de un cierto dramatismo - tuvieron su reflejo en la brillante y personal versi¨®n de Orozco. La respuesta de la Sinf¨®nica a las demandas del director colombiano tuvo toda su acostumbrada ductilidad y el toque de gracia de las grandes noches.
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