A un paso de la gloria bendita
Mumford & Sons, el cuarteto londinense de folk m¨¢s bien yanqui, arrasan con su en¨¦rgico directo
Si alg¨²n visionario hubiera pronosticado meses atr¨¢s que Mumford & Sons vender¨ªan 9.000 entradas para su primer concierto en Madrid, le habr¨ªan retirado su carn¨¦ de pitoniso. Sorpresas te da la vida: el cuarteto londinense de folk m¨¢s bien yanqui congreg¨® anoche una multitud (?una muchachada!) con la que se llenar¨ªa cinco veces La Riviera, la sala que en principio se reserv¨® para albergarlos.
En busca de est¨ªmulos que suenen frescos, genuinos y diferentes a la bober¨ªa pop y los narc¨®ticos ibicencos, estos chavales han acertado con una p¨®cima suculenta: autenticidad y desparpajo a golpe de bombo y sin platillo, pero con un banjo que repiquetea sin cesar. Visten como monitores de tiempo libre, pero acaban resultando molones y sexys. Por mucho que el Palacio Vistalegre sea el local m¨¢s birrioso de todo el hemisferio norte.
No seamos c¨¢ndidos: las casualidades nunca lo son del todo. Resulta que M&S funcionan sobre el escenario como locomotoras. Son en¨¦rgicos, trepidantes, imparables, espasm¨®dicos. Winston Marshall se contonea con su banjo como si fuese a arrancarle el m¨¢stil, Ted Dwane se juega la luxaci¨®n de tanto cabecear, en ¨¦xtasis, con el contrabajo entre los dedos; Ben Lovett aporrea el teclado y mira de reojo a Marcus Mumford, el hombre que canta, patea el bombo y maltrata la ac¨²stica. Y al segundo tema, el ya h¨ªmnico I will wait, irrumpen los metales para redondear una fiesta que ser¨ªa completa en cualquier otra parte. No en Vistalegre, de reverberaci¨®n tan insoportable como si estuvi¨¦semos en plenas Monta?as Rocosas.
Las luces colgantes de verbena se iluminan finalmente con Little lion man, inusitado arrebato primaveral de j¨²bilo a falta de que la realidad nos conceda mejores motivos para la secreci¨®n de adrenalina. Pero la gran sorpresa en directo la encarna, con Marcus sentado a la bater¨ªa, la estupenda Lover of the light, otra m¨¢s de esas canciones a dos velocidades, aparentes baladas que se aceleran hasta volverse furibundas, casi l¨²bricas. Exactamente igual que Hopeless wanderer, el mejor tema de 2012 en hiperb¨®lica clasificaci¨®n (ayer ni lo tocaron) de Chris Martin. Ah¨ª lo comprendemos todo: Mumford son los Coldplay del folk, lo que les garantiza tantos enemigos cerriles como expectativas de una futura excelencia.
A¨²n no son un grupo irreprochable, pero est¨¢n de camino. Les asiste una suerte merecida: nadie argumentar¨¢ que han llegado al ¨¦xito por el camino m¨¢s evidente. Y descubiertos ellos, sus seguidores est¨¢n a solo un paso de enamorarse de algunos tipos maravillosos: Fleet Foxes, Johnny Flynn, los ahora olvidados Nickel Creek. Y as¨ª hasta llegar a The Band, de los que recrearon con tino Don't do it. Y a los viejos Fairport Convention de Richard Thompson. La mism¨ªsima gloria bendita.
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