El alcalde anarquista de Madrid

Salv¨® tantas vidas como Schindler, pero Espa?a no tiene un Spielberg que lo glose; fue el ¨²ltimo alcalde republicano de Madrid, pero nuestro gobierno municipal prefiere poner nombres como el de Margaret Thatcher a sus calles. Melchor Rodr¨ªguez, novillero, chapista, sindicalista de la CNT encarcelado decenas de veces por delitos de imprenta, fue el delegado general de Prisiones que detuvo las sacas de presos y las ejecuciones extrajudiciales de Paracuellos de Jarama, ante las cuales el responsable de orden p¨²blico de la Junta de Defensa madrile?a, Santiago Carrillo, hab¨ªa venido haciendo la vista gorda. Tambi¨¦n par¨® los pies a la turba que, para vengarse de un bombardeo criminal de los sublevados, intent¨® una masacre en la prisi¨®n de Alcal¨¢, donde estaban recluidos Serrano Su?er, Bobby Deglan¨¦, los hermanos Luca de Tena y mucha gente que luego ocupar¨ªa posiciones estrat¨¦gicas durante el franquismo.

Melchor Rodr¨ªguez tiene, sin embargo, un bisnieto memorioso y decidido. Bas¨¢ndose en los recuerdos de su abuela Amapola y en la documentada biograf¨ªa El ?ngel Rojo, de Alfonso Domingo, Rub¨¦n Buren recrea en La entrega de Madrid los ¨²ltimos d¨ªas de la Guerra Civil, desde el golpe de Casado hasta el momento en el que el alcalde lee ante los micr¨®fonos de la radio su discurso de entrega de la ciudad a los franquistas.

Buren pone el foco en el interior del palacio del Marqu¨¦s de Viana, residencia incautada donde Rodr¨ªguez escondi¨® a muchos perseguidos del bando contrario y que, una vez que ondearon victoriosas las banderas de la gente de orden, devolvi¨® intacta y ¡°sin que faltara una cucharilla¡±, seg¨²n admiti¨® su propietario. El espect¨¢culo, seguido de un coloquio apasionado (que se reeditar¨¢ el jueves 25) en el que participaron Alfonso Domingo y el ensayista Jos¨¦ Manuel Lechado, consigue despertar una curiosidad inmensa sobre personajes y circunstancias cuyo conocimiento es vital para poder explicarnos como hemos llegado hasta aqu¨ª.

Aunque hay no pocas pegas que ponerle a su montaje (la escena de la violaci¨®n, pasada de vueltas; los oscuros; el perfilado emocional un¨ªvoco de algunos personajes¡­), lo sustancial es que estamos ante un autor con cosas que contar. Escenas como las situadas en un rinc¨®n del fondo del escenario (junto a la radio), ser¨ªan m¨¢s elocuentes adelant¨¢ndolas unos metros. La del desencuentro entre Melchor y su esposa, bastante lograda, llegar¨ªa a mejor fin a¨²n si Elvira Heras, sin variar su interpretaci¨®n, paseara lo menos posible. En la labor coral de este grupo universitario, Teatro El Noema, destacan Antol¨ªn Romero, por la enorme dignidad que le imprime al protagonista, y Jos¨¦ Emilio Vera, por el empaque que en su pellejo tiene Celedonio P¨¦rez, militante hist¨®rico de la FAI.