El abuelo blanco del ¡®blues¡¯ saca pecho
Eric Burdon reivindica su medio siglo en escena, desde The Animals a su 'Til your river runs dry', con un recital plet¨®rico en el Lara
A Eric Burdon le acompa?a desde los a?os sesenta la m¨¢s que honrosa apostilla de "l¨ªder de los Animals", pero a sus casi 72 primaveras puede atribuirse alg¨²n que otro m¨¦rito m¨¢s. Por ejemplo, figurar entre las principales fuentes de inspiraci¨®n de Bruce Springsteen, que el a?o pasado reconoci¨® "en cada verso de We've gotta get out of this place" un est¨ªmulo para docenas de sus canciones. Haber participado en otra banda que pudo llegar a ser hist¨®rica, War, aunque termin¨® siendo expulsado de ella por estas cosas de los egos. O presumir de amigos tan ilustres como Janis Joplin, Jimi Hendrix, Chuck Berry y dem¨¢s realeza de la d¨¦cada maravillosa.
Parece, incluso, que Eric aparece en una de las m¨¢s cr¨ªpticas letras de los Beatles, pero este ¨²ltimo detalle, como se ver¨¢, engrosa la lista de las hip¨®tesis indemostrables.
Lo cierto es que Burdon podr¨ªa disfrutar de una pl¨¢cida jubilaci¨®n en su soleada residencia californiana, pero el m¨ªtico cantante ingl¨¦s se ha dejado embaucar nuevamente por los diab¨®licos doce compases del blues. Y ah¨ª le tienen: un septuagenario que de pronto entrega Til your river runs dry, uno de los trabajos m¨¢s robustos y convincentes en medio siglo de carrera. Y que, no contento con regresar a los estudios de grabaci¨®n, sucumbe al aroma del asfalto y se consagra a defender en directo temas como Water, Wait o el may¨²sculo 27 forever, un tema en que la nostalgia deja paso a la excelencia rutilante.
Como los artistas lo son por su cong¨¦nita naturaleza de seres impredecibles, el de Walker-on-Tyne ignor¨® las incipientes bondades de la primavera madrile?a y asom¨® con abrigo oscuro, bufanda y guante sin dedos.
Las estrellas son as¨ª: aut¨®nomas hasta en sus sensaciones t¨¦rmicas, que dir¨ªa Kiko Veneno. Burdon se comporta sobre el escenario como el rockero em¨¦rito que es, con pase¨ªtos cortos, movimientos poco gr¨¢ciles y un tan ocasional como torpe manejo de las percusiones.
Pero nos importa un pimiento, francamente: desde la inaugural When I was young se hace manifiesta la conexi¨®n entre tener y mantener. Y a la altura del quinto tema, el poderos¨ªsimo Black dog, su garganta ya fabrica a destajo alaridos pantanosos, gru?idos lacerantes y sucios tr¨¦molos de negritud. Por mucho que la cabellera nos muestre a un madurito de blancura nuclear.
El repertorio acompa?a, sin duda, pero tambi¨¦n la brutal eficacia de un sexteto que tan pronto se zambulle en el Delta como remite al Santana glorioso de los primeros a?os, con la integraci¨®n de ¨®rgano Hammond, flauta y percusiones cubanas de Spill the wine.
Y en esas desembocamos en It's my life, el primer zambombazo de aquellos ef¨ªmeros y turbulentos Animals, y resulta dif¨ªcil contener la excitaci¨®n. Porque ah¨ª nos encontramos a un se?or de hombros ca¨ªdos y edad significativa que est¨¢ imparti¨¦ndonos una insultante lecci¨®n de rebeld¨ªa juvenil.
En cualquier caso, cada cual se excita con lo que le parece y el recital de Burdon en el Lara encontr¨® la mayor de sus deficiencias en el patio de butacas. La cita era at¨ªpica por cuanto solo pod¨ªan acceder invitados, y ello se acaba notando no tanto en la proliferaci¨®n de rostros m¨¢s o menos familiares, sino en el ins¨®lito trasiego de un p¨²blico que entraba y sal¨ªa de la sala como si quisiera evocar un vag¨®n de metro a la altura de Sol.
Ignoramos las frecuencias mingitorias de cada cual, la necesidad imperiosa o no de refrescar las am¨ªgdalas o corroborar si el compa?ero de butaca brinda una conversaci¨®n tan embriagadora como aparenta. Pero siete m¨²sicos en plena faena, y m¨¢s tan altamente cualificados, habr¨ªan merecido un poco m¨¢s de respeto.
Ser¨¢ mejor que nos quedemos con lo sustancial: el doble homenaje a Bo Diddley (con un tema propio y la palpitante lectura de Before you accuse me), el ineludible Don't let me be misunderstood (esta vez, con acentito reggae) y el no menos hist¨®rico The house of the rising sun, en el que el organista Red Young y el guitarrista Eric McFadden se explayaron a sus anchas.
De los Fab Four no hubo noticias, pero siempre nos quedar¨¢ la an¨¦cdota m¨¢s delirante en las dos autobiograf¨ªas de Burdon. Al parecer, nada excitaba m¨¢s al joven Eric que cascar huevos crudos sobre los cuerpos desnudos de sus amantes. Y esta pr¨¢ctica servir¨ªa para arrojar luz sobre la m¨¢s inexplicable letra de Lennon, I am the walrus. Seg¨²n esta versi¨®n, la morsa (walrus) ser¨ªa una alusi¨®n en clave a McCartney, mientras que el huevero (eggman) se referir¨ªa al propio Burdon. No podemos verificarlo, claro, pero el chisme tiene su gracia.
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