La librer¨ªa de los pasos perdidos
¡®D¨ªas como estos¡¯, comedia por entregas de Luis L¨®pez de Arriba, culmina con el estreno de su cap¨ªtulo cuarto en la librer¨ªa La Buena Vida
?Se imaginan una representaci¨®n de Veraneantes al aire libre, en la aristocr¨¢tica finca escurialense de Santiago Aguirre Gil de Biedma? ?Y una funci¨®n de La persona buena de Sezuan en la tienda china de al lado de casa, con el p¨²blico en torno al mostrador? Cuando una obra se hace en su h¨¢bitat, la ficci¨®n dram¨¢tica parece real y la realidad del lugar, ficci¨®n. V¨¦ase el Fuenteovejuna que representan peri¨®dicamente los vecinos del pueblo cordob¨¦s o, sin ir m¨¢s lejos, D¨ªas como estos, comedia por cap¨ªtulos que la compa?¨ªa Teatro en Serie est¨¢ poniendo en pie en la librer¨ªa La Buena Vida. Luis L¨®pez de Arriba, su autor, nos habla de la inercia de un librero elusivo que lo deja todo, novia incluida, para irse a ninguna parte.
Aunque las teleseries son su referencia m¨¢s inmediata, D¨ªas como estos se inscribe en la tradici¨®n de la literatura por entregas: los folletines, la goldoniana Trilogia della villeggiatura, las Comedias b¨¢rbaras (salvando las distancias) y, ya m¨¢s cerca, El culebr¨®n port¨¢til, del guionista y autor Luis L¨¢zaro, fallecido recientemente, o (nuevo salto de caballo) La costa de Utop¨ªa, de Stoppard. Lo que singulariza esta tetralog¨ªa es que supone la convergencia del teatro serial con el teatro hecho en su h¨¢bitat, con un valor a?adido: que est¨¢ escrita ex profeso.
D¨ªas como estos
D¨ªas como estos cuenta las peripecias de Mart¨ªn, cordial y evasivo heredero de una librer¨ªa familiar, incapaz de coger por los cuernos el toro de su crisis personal; de Alberto, su alter ego, tan escapista e inh¨¢bil socialmente como ¨¦l, y de otros personajes cuyas biograf¨ªas se entrecruzan entre los estantes y los vol¨²menes de La Buena Vida, librer¨ªa cafeter¨ªa en funciones de teatro ¨ªntimo, sin frontera entre p¨²blico y escena.
En la escritura y en el montaje que su propio autor hace de esta comedia sentimental, hay momentos de hondo lirismo, situaciones hilarantes agazapadas al final de cada revuelta melanc¨®lica y una veta costumbrista trascendida por la verosimilitud del trabajo de sus int¨¦rpretes (y por su proximidad envolvente), parte de los cuales se han apeado del espect¨¢culo en marcha tras aceptar ofertas de grandes productoras (que hurtan figuras a las peque?as, como los clubs de f¨²tbol), lo cual alter¨® el minucioso dibujo interpretativo que el d¨²o protagonista ten¨ªa originalmente.
Dentro de un resultado global notable, destaco el vigor de las dos primeras entregas, la certera utilizaci¨®n de retrospecciones, apartes y recursos metateatrales y el empleo de un actor comod¨ªn (Miguel Uribe ahora, antes Toni Gonz¨¢lez, inspirad¨ªsimos ambos) que va encarnando los personajes secundarios en clave no realista, de modo que al cabo tenemos la impresi¨®n de que todos ellos son una misma entidad ps¨ªquica, ¨¢ngel o daemon.
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