Dos Mozart y un Schubert de m¨¢xima altura musical en el Teatro Rosal¨ªa
La autoridad de Zacharias interpretando Schubert al piano y la expansiva energ¨ªa y soberbio control de sonido del contrabajo de Diego Zecharies fueron s¨®lidos pilares en el quinteto ¡°La trucha¡±.
El Festival Mozart ha culminado su programaci¨®n de esta semana con un concierto de c¨¢mara en el que solistas de la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia y Christian Zacharias, artista residente de esta edici¨®n, han brindado al p¨²blico excelentes versiones de un programa compuesto por obras de Mozart y Schubert, en la mejor tradici¨®n del Festival. En su primera parte, dos cuartetos de Mozart para flauta y tr¨ªo de cuerdas, a cargo de Claudia Walker Moore; Massimo Spadano, viol¨ªn; Francisco Regozo Miguens, viola, y David Eth¨¨ve, chelo: el Cuarteto en do mayor, K 171, y el Cuarteto en re mayor, K 285.
En el K 171, el protagonismo otorgado a la flauta en el Allegro con spirito y las respuestas del viol¨ªn dieron buena medida de la calidad de los solistas de la OSG, refrendada en la serenidad del tema Allegro final, cantado por la flauta de Walker Moore, y en sus sucesivas variaciones. La escritura m¨¢s concertada del K 285 refrend¨® calidad individual y empaste de sonido y unidad de car¨¢cter y criterio estil¨ªstico.
El Quinteto para piano y cuerdas, ¡°La trucha¡±, op. 114 de Schubert, tan conocido a trav¨¦s de memorables versiones grabadas, es una piedra de toque para grupos de c¨¢mara. La claridad y la tensi¨®n creciente de su introducci¨®n constituyeron uno de esos momentos en los que el verdadero aficionado siente ese calambre de los grandes momentos. Y el concierto de ayer fue una de ellas, sin duda: tras la calidad indudable de las obras de Mozart, la versi¨®n de Schubert que se pudo gozar en el Rosal¨ªa fue realmente de referencia. La autoridad de Zacharias interpretando Schubert al piano fue como uno de los s¨®lidos pilares de un viejo puente de piedra sobre un r¨ªo de monta?a. El otro fue la expansiva energ¨ªa y el soberbio control de sonido del contrabajo de Diego Zecharies, solista de la OSG.
Asomados a ¨¦l, los aficionados pudimos gozar de la fuerza, la pureza cristalina y los reflejos l¨ªquidos del piano de Zacharias a lo largo de toda la partitura; de las modulaciones schubertianas del conjunto como lomos de agua sobre las rocas del s¨®lido fondo del contrabajo; del revoloteo del viol¨ªn de Spadano y del rico color de la viola de Regozo prest¨¢ndoselo en el fondo de una poza a la majestad del gran pez padre, aparecido en la variaci¨®n del chelo de Eth¨¨ve en el cuarto movimiento. Todo, expresado con la m¨¢s ortodoxa e inspirada musicalidad, hizo de la del s¨¢bado, sin duda, una tarde para recordar en la historia del Festival Mozart.
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