Fotograf¨ªas a l¨¢piz
El artista Baldomero Pestana expone su obra en el Museo do Pobo Galego
Una ma?ana de octubre de 2010, puede que al d¨ªa siguiente (o al siguiente del siguiente) del d¨ªa en que Vargas Llosa se convirti¨® en premio Nobel, alg¨²n ordenador de este diario recibi¨® un correo electr¨®nico reivindicando el nombre de Baldomero Pestana. En la noticia dedicada al escritor peruano hab¨ªa aparecido una foto de un Vargas Llosa de 30 a?os, casi un chaval, sin mucha vida a sus espaldas. El retrato no aparec¨ªa firmado. Pertenec¨ªa al ¨¢lbum personal del autor de La fiesta del chivo, y en ning¨²n lugar figuraba el nombre del retratista.
Ese fot¨®grafo era Baldomero Pestana, un gallego de Pozos (Castroverde) que en 1922, cumplidos los cuatro a?os, emigr¨® con su madre a Argentina y no regres¨® para quedarse hasta que sopl¨® las 90 velas. En ese gran viaje que dur¨® 86 a?os, Baldo, como quiere que lo llamen, retrat¨® a los encumbrados y a los olvidados del boom de la literatura latinoamericana; vivi¨® en Buenos Aires hasta que esos aires, con Per¨®n, terminaron por hastiarlo; march¨® a Lima con Velia Mart¨ªnez, la mujer de su vida, y despu¨¦s, tambi¨¦n con ella, se asent¨® en Par¨ªs para saciar su sed de arte. Nunca cobr¨® por sus retratos, los hac¨ªa ¡°por amistad o por admiraci¨®n¡±, casi siempre a pintores, escritores o m¨²sicos. Porque la pintura, la literatura y la m¨²sica son sus grandes pasiones, junto con ese ¡°g¨¦nero superior¡± de la especie humana que es la mujer. Lleg¨® un d¨ªa, en Par¨ªs, en que se dio cuenta de que sab¨ªa dibujar mejor que muchos de los pintores cotizados del lugar. Entonces, sin dejar jam¨¢s su c¨¢mara, se aferr¨® al l¨¢piz en busca de ¡°una perfecci¨®n que no lograba encontrar en la fotograf¨ªa¡±. ¡°Le molesta bastante que califiquen su pintura de hiperrealista¡±, comenta Carmen Rico, la primera entre sus admiradoras, esposa de su sobrino, que desde que Baldo volvi¨® a Galicia (a la vivienda familiar de Bascuas, municipio de Lugo), lo cuida como ¡°la mejor joya de la casa¡±.
A Pestana, a sus 95 a?os absolutamente l¨²cido, jovial, coqueto y cibern¨¦tico (aficionado al Photoshop, a Internet y al Ipad), pero con cierta dificultad para o¨ªr y para andar desde que se cay¨® al final de su estancia en Par¨ªs, no le gusta lo de ¡°hiperrealista¡± ¡ªexplica su sobrina¡ª porque ¨¦l, m¨¢s bien, ¡°hace surrealismo a trav¨¦s del realismo¡±. ¡°Utiliza im¨¢genes reales y las mezcla a su libre albedr¨ªo. No calca la realidad, la crea¡±, concluye. En sus cuadros hay peri¨®dicos, maletas, emigrados, exiliados, figuras humanas atadas por las circunstancias. Abundan especialmente las cadenas porque ¡°la libertad es esencial para Baldo¡±. Hoy le sigue preocupando encontrar lo mismo que buscaba en los ojos de la gente cuando era joven y caminaba por la calle con su Hasselblad presta al disparo: ¡°La vida interior¡±. Sin eso, ¡°una imagen no vale nada¡±. Como fot¨®grafo, pestana trabaj¨® para Time, Life y Esquire, para agencias y organismos internacionales como UNICEF, y su objetivo se colaba tanto en el sal¨®n con mesa camilla de sus artistas admirados como exploraba las calles embarradas de miseria. Las estampas de celebridades comparten pared desde hoy con sus retratos de ¡°la dignidad de los desheredados¡± en el Museo do Pobo Galego. Ha inaugurado exposiciones en medio mundo y esta ¡°no es la m¨¢s importante¡±, aunque s¨ª ¡°la m¨¢s emotiva¡±. La retrospectiva de toda una vida exhibe unas 70 obras, de las que 20 son dibujos a l¨¢piz de gran formato. Es una peque?a muestra de esa producci¨®n de la que el lucense no se quiere desprender. Todo este material es reclamado una y otra vez para exposiciones y salas permanentes de museo por instituciones de Lima, pero Baldo se niega a que salgan nunca m¨¢s de Galicia.
La foto m¨¢s reciente de la muestra es un retrato de su amigo Dar¨ªo Xoh¨¢n Cabana. La revel¨® todav¨ªa el a?o pasado. El resto son de antes del regreso. A su edad, sigue pintando sin prisa. Velia muri¨® en Par¨ªs en la d¨¦cada de los 90, y entonces Baldo dej¨® de dibujar. Se sent¨ªa ¡°incapaz¡±, y as¨ª se pas¨® unos 15 a?os, creyendo que sus manos se hab¨ªan olvidado para siempre del tacto del grafito afilado contra el papel de dibujo. Pero en Bascuas volvi¨® a pintar. Se ha hecho un ¡°atelier¡±, como ten¨ªa en Par¨ªs. Estos d¨ªas trabaja en un retrato de Carmen y es posible que nunca lo muestre. Si no queda del todo satisfecho no firma ni ense?a sus trabajos. Fotografiar la vida interior con l¨¢piz es sumamente complicado.
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