La huella del alcalde Recasens
El exalcalde se enorgullec¨ªa de no haber dejado en las paredes m¨¢s huella que el olor de su pipa
Nadie podr¨¢ encontrar en Tarragona una placa con su nombre. En ninguna calle. En ninguna plaza. En ning¨²n local de los muchos que se construyeron durante su mandato (1979- 1989). Josep Maria Recasens, el primer alcalde de la democracia en Tarragona, que muri¨® el jueves a los 95 a?os, sent¨ªa fobia por los actos de autobombo y se enorgullec¨ªa de no haber dejado en las paredes m¨¢s huella que el olor de su pipa. Aunque nunca perdi¨® las elecciones, s¨ª acab¨® perdiendo la mayor¨ªa absoluta. CiU, el PP y CDS sumaron sus votos en una moci¨®n de censura y le descabalgaron de la alcald¨ªa.
Y se march¨®. Jam¨¢s desde entonces hizo una declaraci¨®n, una valoraci¨®n, una cr¨ªtica. Ni del Gobierno que sucedi¨® al suyo y que encabez¨® Joan Miquel Nadal (CiU), ni de su partido, el PSC, ahora en el Gobierno. Cuando se fue, se fue de verdad. A su casa: al mismo piso sencillo que ocupaba cuando lleg¨® a la alcald¨ªa. El hombre que nunca enmascar¨® su fuerte car¨¢cter se fue en silencio, con la ¨ªntima satisfacci¨®n de que no le hab¨ªan echado los tarraconenses, que el viernes le rindieron homenaje en un acto organizado en el sal¨®n de plenos.
Uno de sus principales m¨¦ritos fue humanizar los barrios.
Historiador autodidacta, amante de la arqueolog¨ªa, volvi¨® a sus investigaciones y estudios en el archivo. Pero ¨¦l y su cargo formaron una simbiosis: sus colaboradores no pudieron vencer la inercia de seguir llam¨¢ndole alcalde. Se gan¨® el t¨ªtulo de forma vitalicia tras darle la vuelta a la ciudad. Aunque resbal¨® en la Rambla. Tal vez porque la remodel¨® m¨¢s para acallar a la oposici¨®n, que le acusaba de invertir solo en los barrios obreros para cebar su caladero de votos, que por convencimiento. Alguien se equivoc¨® al elegir el material del pavimento y el alcalde se llev¨® un disgusto monumental cuando su mujer le hizo ver que resbalaba. Lo que no le resbal¨® fue la cera de los cirios de la procesi¨®n de Semana Santa, en la que siempre se neg¨® a desfilar. Intent¨® que los apagaran durante el trayecto por el paseo para evitar el engorro de tener que limpiar el pavimento. Las cofrad¨ªas le propusieron usar velas que arden con combustible. Accedi¨®. Y se usan desde entonces.
Con ¨¦l, la ciudad recuper¨® sus restos imperiales y hoy son Patrimonio de la Humanidad.
Uno de sus principales m¨¦ritos fue humanizar los barrios. Donde solo hab¨ªa bloques de pisos construidos frente al pol¨ªgono petroqu¨ªmico para albergar a los obreros de las f¨¢bricas, hizo parques, escuelas, centros c¨ªvicos y polideportivos. La derecha le acus¨® de descuidar el centro urbano. Pero la acusaci¨®n no le hac¨ªa justicia.
Antes de llegar Recasens al Ayuntamiento, el estado de la mayor¨ªa de los monumentos romanos de la vieja T¨¤rraco era lamentable. La cabecera del Circo estaba oculta bajo edificios modernos y el anfiteatro era literalmente un vertedero. Con Recasens, la ciudad recuper¨® sus restos imperiales y hoy han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. Esas piedras milenarias, que Tarragona luce por fin con orgullo, saben que llevan impresa la huella invisible del alcalde Recasens.
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