No es otra vez: es como siempre
El PP nunca enterr¨® el hacha de guerra de la aberraci¨®n ling¨¹¨ªstica, solo le hizo un solemne funeral
El PP valenciano vuelve a amenazar con el hacha de guerra de la aberraci¨®n ling¨¹¨ªstica. Es cierto que lo necesita para encubrir el hedor que desprende, pero, de hecho, nunca la enterr¨®, pese a que se represent¨® un solemne funeral pol¨ªtico, cuya resplandeciente l¨¢pida conocemos por el nombre de Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua. Pero el f¨¦retro estaba vac¨ªo y en la tumba, como se ha ido viendo, solo yac¨ªa la esperanza. Los populares valencianos nunca comulgaron con esa pantomima. Ni siquiera Eduardo Zaplana, al que algunos (¨¦l, entre otros) atribuyen el m¨¦rito de haber cerrado el delirante conflicto ling¨¹¨ªstico. No fue ni idea suya, sino un asunto de Jordi Pujol y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que necesitaba los votos de CiU y un pacto de legislatura para su propia estabilidad. Zaplana solo fue un mandado, aunque aprovech¨® el instrumento para su inter¨¦s en la liquidaci¨®n de Uni¨®n Valenciana como pesebre acad¨¦mico de secesionistas.
Mientras tanto, el partido no ha dejado de afilar y blandir el hacha. El anticatalanismo es la ¨²nica identidad que ha podido desarrollar la derecha valenciana, pese a sus casi 20 a?os en el poder y su aplastante sucesi¨®n de mayor¨ªas absolutas, que le pusieron en bandeja poder hilvanar una singularidad moderna de s¨ª misma. En el primer momento de la Transici¨®n, UCD trat¨® de cimentar un discurso identitario alejado del franquismo y pr¨®ximo a algunos postulados de Joan Fuster (que no eran sino los de la derecha culta de Teodoro Llorente o Wenceslao Querol, f¨¦rvidos catalanistas a ojos del anticatalanismo feroz de los ep¨ªgonos de Vicente Blasco Ib¨¢?ez). Pero renunci¨® tras constatar que sin la derecha ultrafranquista, que hab¨ªa hallado en el anticatalanismo pol¨ªtico una f¨®rmula magistral para blanquear su negro pasado, no pod¨ªa alcanzar la mayor¨ªa electoral para influir en la elaboraci¨®n del Estatut.
Desde ese momento, el anticatalanismo ha sido el m¨¢s eficaz aglutinante para evitar o prevenir su disgregaci¨®n y su infalible arma de destrucci¨®n electoral contra el adversario, pero tambi¨¦n la prueba de su consagraci¨®n a un pragmatismo obsceno que sit¨²a al partido por encima de los intereses generales, los fundamentos cient¨ªficos, la legislaci¨®n o la cultura con tal de alcanzar o mantener el poder. Sobre ese patr¨®n, el PP ha sustanciado una personalidad preponderada por un sectarismo tan extremo como contraproducente, puesto que ha actuado incluso en detrimento de oportunas estrategias territoriales o econ¨®micas en las que valencianos y catalanes debieron ir de la mano.
Pero sobre todo, esa obcecaci¨®n se ha cebado con la cultura de expresi¨®n valenciana (no castellana), a la que ha estigmatizado, cercenado y despreciado por sistema. Ni los escritores ni el teatro han tenido la presencia ni el reconocimiento que merec¨ªan, ni la sugestiva eclosi¨®n de representantes de la can?¨® ha tenido cabida, no ya en la R¨¤dio Televisi¨® Valenciana, sino en la desproporcionada estructura de contenedores p¨²blicos, a menudo tan disponibles para acontecimientos de compleja digesti¨®n. Por no hablar de los cl¨¢sicos como Raimon, para quien, criminalizado y tras a?os de exclusi¨®n del circuito p¨²blico, apenas hay mohines lastimosos, mientras la Agencia Tributaria y el caso Malaya desvelan que la ahora consejera de Cultura, Mar¨ªa Jos¨¦ Catal¨¤, contrat¨® como alcaldesa de su pueblo a La Pantoja por 80.000 euros. Aunque, claro, Raimon ni siquiera est¨¢ imputado.
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