El damero de Rojas-Zorrilla
Liuba Cid y Mephisto Teatro llevan ¡®Donde hay agravios no hay celos¡¯ al terreno de la farsa, en un montaje dominado por la impronta pl¨¢stica del vestuario
Sus comedias no figuran en el canon del Siglo de Oro, salvo Entre bobos anda el juego, muy revalorizada en las ¨²ltimas d¨¦cadas, pero Rojas-Zorrilla tuvo tanto ¨¦xito en su d¨ªa que los impresores no dudaron en editar a su nombre veintitantas obras de otros autores, para venderlas mejor. Donde hay agravios no hay celos se represent¨® profusamente: Paul Scarron compuso una celebrada versi¨®n francesa (quiz¨¢ a ra¨ªz de la actuaci¨®n de una compa?¨ªa espa?ola en Par¨ªs), que William Davenant, ahijado de Shakespeare, rehizo en ingl¨¦s para estrenarla ante Carlos I. En la suya, Hartzenbusch edulcor¨® las alusiones sexuales, que en el Antiguo R¨¦gimen eran moneda corriente, para no herir los puritanos o¨ªdos de la burgues¨ªa decimon¨®nica; y Tom¨¢s Luce?o estren¨® en 1911 una refundici¨®n asainetada, a la que Rafael Calleja a?adi¨® unos cantables para la compa?¨ªa de Loreto Prado y Enrique Chicote.
Celos y agravios
Autor: Francisco de Rojas-Zorrilla. Int¨¦rpretes: Vladimir Cruz, Justo Salas, Claudia L¨®pez, Dayana Contreras, Luis Castellanos, Yolanda Ruiz, Rey Montesines, Gabriel Buenaventura y Joanna Gonz¨¢lez. Vestuario: Tony D¨ªaz. Realizaci¨®n de vestuario: Sara D¨ªaz ?lvarez, Edgar Hechavarr¨ªa Ricardo y Leonardo Vanega Ort¨ªz. Versi¨®n y direcci¨®n: Liuba Cid. Teatro F¨ªgaro. Hasta el 9 de septiembre.
Pero en los a?os veinte, un manto de olvido cay¨® sobre esta comedia metateatral ¨Cen la que Don Juan intercambia el papel de amo con su criado Sancho para vigilar a Do?a In¨¦s, su prometida, a quien no conoce a¨²n¨C, que la edici¨®n cr¨ªtica de los profesores Felipe B. Pedraza y Milagros Rodr¨ªguez C¨¢ceres (Castalia, 2005) volvi¨® a poner en valor. Mephisto Teatro, compa?¨ªa de artistas cubanos residentes en Espa?a, ha levantado un singular montaje en clave de farsa cuyo referente, seg¨²n Liuba Cid, su directora, es el bufo cubano, g¨¦nero que hibrid¨® el teatro c¨®mico musical de Los Bufos Madrile?os con los tipos callejeros, el argot y la m¨²sica popular de la Perla de las Antillas, aunque el impacto visual que produce el imaginativo vestuario de Tony D¨ªaz, especialmente el femenino, con esos miri?aques oblongos cuya textura r¨ªgida convierte a las mujeres en peonzas, en figuras de ajedrez rodantes (l¨¢stima que la altura del escenario permita apenas apreciar como se deslizan) o, a un inesperado giro de 180 grados de sus int¨¦rpretes, en campanas al vuelo, hace pensar m¨¢s bien en la pl¨¢stica de las arlequinadas formidables de Tairov y Vajtangov.
Los actores hacen llegar con claridad el verso de Celos y agravios (el nuevo t¨ªtulo le da la vuelta, para hacerlo m¨¢s euf¨®nico, a uno de los tres con los que la obra se public¨® en su d¨ªa: Agravios y celos), su acento caribe?o crea una musicalidad mestiza muy grata, el pulso de la farsa est¨¢ bien tomado y la arriesgada propuesta de la direcci¨®n funciona hasta donde pueden sus int¨¦rpretes, porque hay personajes cuyo desempe?o eficaz exigir¨ªa una paleta c¨®mica m¨¢s amplia y afinada, y porque al tono jocoso imperante le sentar¨ªa bien un contraste claro, en los momentos en que el texto reclama aliento dram¨¢tico. Inteligente, el uso de la m¨²sica en vivo, que podr¨ªa llevarse m¨¢s all¨¢.
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