Duelo por Mandela
Sud¨¢frica est¨¢ lejos del ideal so?ado con el fin del ¡®apartheid¡¯ , pero esa realidad no empa?a el legado de quien lo hizo posible
La larga agon¨ªa de Nelson Mandela alimenta la nostalgia por una de las ¨²ltimas figuras ic¨®nicas del siglo XX. Mientras el viejo liberador de Sud¨¢frica languidece, la segregaci¨®n econ¨®mica y racial sigue marcando el mundo, y la pr¨¢ctica pol¨ªtica que ¨¦l tanto dignific¨® se evapora bajo los dictados del sistema financiero y la extensi¨®n de la corrupci¨®n. Esta melancol¨ªa contrasta con la fuerte confianza en el futuro que marc¨® toda su trayectoria pol¨ªtica.
Sin embargo, la tentaci¨®n de romantizar a Nelson Mandela en su ¨²ltimo combate no debe impedir trazar un balance ambivalente de Sud¨¢frica casi veinte a?os despu¨¦s del fin del apartheid. Dos d¨¦cadas es ciertamente un periodo muy corto para desarmar unas estructuras pol¨ªticas y mentales bien enraizadas en la sociedad sudafricana. Pero la realidad del pa¨ªs dista mucho del ideal so?ado con la llegada de la democracia y pone en juego el compromiso alcanzado en 1994. Hoy, la brecha entre las clases m¨¢s opulentas y las poblaciones m¨¢s vulnerables es una de las m¨¢s elevadas del mundo.
Adem¨¢s de la desigualdad y la violencia, otro gran problema es la corrupci¨®n
El surgimiento de una nueva clase media negra, que probablemente es el factor social m¨¢s relevante de los ¨²ltimos a?os, no ha impedido que la pobreza sea todav¨ªa hoy un fen¨®meno eminentemente negro. La precariedad generalizada y la miseria de los que no poseen nada ¡ªni comida, ni trabajo, ni techo¡ª configuran un mapa con renovadas formas de apartheid.
En un pa¨ªs con una poblaci¨®n muy armada, esta desigualdad se negocia muy a menudo a trav¨¦s de la violencia. Las elevadas cifras de muertes causadas por todo tipo de crimen, por el sida o por accidentes de circulaci¨®n son el s¨ªntoma m¨¢s evidente de la vulnerabilidad de la vida humana en la Sud¨¢frica actual. Muchos blancos, encerrados en sus enclaves fortificados de las grandes ciudades, empiezan a replegarse en las zonas de la costa, dejando el interior del pa¨ªs para las poblaciones negras. Y aparecen nuevas formas de xenofobia, tambi¨¦n de negros sudafricanos contra negros inmigrantes de otros pa¨ªses, que demuestran que factores de clase social se superponen hoy a las viejas divisiones raciales.
Adem¨¢s de la desigualdad y la violencia, otro gran problema es la corrupci¨®n. El clientelismo y la apropiaci¨®n de recursos p¨²blicos caracterizan el gobierno del Congreso Nacional Africano, y la falta de oposici¨®n solvente lo convierte en un partido hegem¨®nico que, tras tantos a?os en el poder, ha acabado confundiendo los intereses de Estado con los particulares. La opacidad en la gesti¨®n de la muerte de Mandela, el s¨ªmbolo m¨¢s universal del pa¨ªs, es el ¨²ltimo de los episodios de la torpeza del actual gobierno.
En cualquier caso, las sombras de la Sud¨¢frica que ver¨¢ morir a Mandela no deben conducir a relativizar la grandeza de su aportaci¨®n a la Humanidad. Su lucha fue un punto culminante en la historia de los movimientos por la abolici¨®n de la esclavitud y por la emancipaci¨®n que tuvieron como horizonte la extensi¨®n de derechos sociales y la aplicaci¨®n del ideal democr¨¢tico de igualdad.
A partir del reconocimiento de la humanidad inherente a toda persona, Mandela reconstituy¨® los puentes rotos por la brutalidad del apartheid que durante d¨¦cadas neg¨® una vida digna y los derechos m¨¢s b¨¢sicos a la mayor parte de la poblaci¨®n sudafricana. Pero Mandela no se limit¨® a reconocer la igualdad de todo ser humano, sino que desmantel¨® el Estado racial con una reconciliaci¨®n basada en la idea de reparaci¨®n, entendida como un principio econ¨®mico pero tambi¨¦n como la necesaria reciprocidad que debe guiar todo v¨ªnculo humano.
Esta utop¨ªa de justicia qued¨® recogida en una constituci¨®n que todav¨ªa hoy es una de las m¨¢s avanzadas del mundo. Sud¨¢frica ha sido, por ejemplo, pionera en la equiparaci¨®n de los derechos econ¨®micos y sociales (como el acceso a la vivienda) con las libertades civiles y pol¨ªticas. Y, cuando ha sido necesario, no ha dudado en aplicarla en los tribunales para denunciar una pol¨ªtica de vivienda que no garantiza un techo a sus poblaciones m¨¢s vulnerables. Mandela sent¨® los fundamentos de una comunidad pol¨ªtica basada en la igualdad y liberada del peso de la raza, y lo hizo con unas dotes de tenacidad, persuasi¨®n y voluntad de reconciliaci¨®n y justicia de las que llevamos demasiado tiempo hu¨¦rfanos.
Judit Carrera es polit¨®loga.
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