Millet y B¨¢rcenas
El acusado de saquear el Palau se pasea tranquilamente por Barcelona, mientras el extesorero del PP est¨¢ en prisi¨®n. ?Por qu¨¦?
Parec¨ªan dos ilustres personajes intachables. Pero han resultado dos desvergonzados, imputados por hechos con claros indicios de apropiaci¨®n multimillonaria, prevali¨¦ndose de su proximidad con el partido pol¨ªtico de gobierno respectivo, sembrando un extenso territorio de c¨®mplices beneficiados, efectivos o expectantes. Ante la noticia de comportamientos tan escandalosos la opini¨®n p¨²blica clama por el inmediato encarcelamiento de los ilustres indeseables. Pero uno se pasea tranquilamente por Barcelona, mientras el otro est¨¢ en prisi¨®n provisional. ?Por qu¨¦?
Cuando el juez manda a prisi¨®n a un inculpado durante la investigaci¨®n de un delito, este, que todav¨ªa no est¨¢ condenado, sigue ¡°gozando¡± de la presunci¨®n de inocencia. La prisi¨®n provisional no es un castigo inmediato, aunque el clamor de la opini¨®n p¨²blica as¨ª lo entienda, o as¨ª lo reclame. No es una ¡°pena a cuenta¡±. Seg¨²n la ley, hoy s¨®lo se puede ordenar la prisi¨®n provisional cuando al presunto delito le corresponda pena de m¨¢s de dos a?os de prisi¨®n, si, adem¨¢s, se da uno de estos tres supuestos: riesgo de ocultaci¨®n de pruebas, o de comisi¨®n de otros delitos, o peligro de fuga.
Los dos primeros supuestos son inaplicables a nuestros personajes por las mismas razones.
De los tres supuestos legales de prisi¨®n provisional, s¨®lo el peligro de fuga distingue a ambos inculpados
La ocultaci¨®n de pruebas es consustancial a los delitos relacionados con la corrupci¨®n. La prueba principal es el beneficio econ¨®mico, el bot¨ªn, y su documentaci¨®n. Como inculpados, legalmente, no se les puede exigir colaboraci¨®n en la investigaci¨®n. Como tienen derecho a no declarar contra s¨ª mismos, tienen derecho a mantener la ocultaci¨®n de la prueba principal. Y eso hacen.
La comisi¨®n de otros delitos se reduce, previsiblemente, a las normales actividades de gesti¨®n patrimonial o financiera de su bot¨ªn. Hoy se pueden realizar esas actividades de gesti¨®n no solo directa y personalmente, sino tambi¨¦n mediante terceras personas, que a veces son testaferros insolventes, pero a veces ilustres especialistas de apariencia tan intachable como nuestros personajes, y desde cualquier continente, pa¨ªs o lugar, desde Barcelona o desde Soto del Real. Todo esto, probablemente, lo saben bien nuestros ilustres inculpados, y sus asesores.
De los tres supuestos legales de prisi¨®n provisional, s¨®lo el peligro de fuga distingue a ambos inculpados. Millet esquilm¨® al Palau y al Orfe¨®. Desalojado de ambas instituciones desde el inicio de la instrucci¨®n, ha dejado de entra?ar peligro de apropiaci¨®n ni de tr¨¢fico de influencias, seg¨²n los jueces. Con taimada discreci¨®n, educado y previsible, espera pacientemente la sentencia en un futuro lejano.
Nuestro mecenas, prodigo con dinero ajeno, conserva un entorno sociol¨®gico de amigos y gratitudes. No necesita huir, porque en ning¨²n sitio estar¨ªa mejor que aqu¨ª. En el peor de los supuestos para ¨¦l, su lejana condena podr¨ªa ser neutralizada con el tercer grado penitenciario, como los exdirectivos de Ferrocarriles de la Generalitat, o con la libertad condicional por ser septuagenario. Todo esto lo permite el Reglamento Penitenciario. Y ese Reglamento lo administra la Generalitat. Por eso se pasea tranquilamente por Barcelona.
Bronco, vengativo, maleducado e imprevisible, B¨¢rcenas ya no tiene un entorno sociol¨®gico ni pol¨ªtico favorable. Sus antiguos c¨®mplices y beneficiados ahora temen su delaci¨®n. Su severa condena no parece lejana. Por eso su riesgo de fuga es alto, y el 27 de junio el juez orden¨®, por fin, su prisi¨®n provisional. As¨ª como Millet no estar¨ªa en ning¨²n sitio mejor que aqu¨ª, B¨¢rcenas estar¨ªa mejor en cualquier otro sitio. Por eso es razonable prever que este quiera huir, y aquel no.
Los m¨¢s suspicaces pensar¨¢n que desde la c¨¢rcel B¨¢rcenas todav¨ªa puede seguir ordenando lo que convenga a sus intereses ilegales, aprovechando y ocultando su bot¨ªn. Pero a ning¨²n juez se le ocurrir¨ªa evitar esta previsible artima?a, porque para ello ser¨ªa necesario controlar las visitas profesionales especializadas que, si le place, puede recibir en la c¨¢rcel. Eso hizo Garz¨®n, y ah¨ª est¨¢ la temible sombra de su condena.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mena es exfiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a.
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